Bauza y la selección: hay cuatro meses para hacer hablar al equipo
Como pocas veces en un deporte colectivo, la influencia de una individualidad resultó tan determinante al punto de transformarse sino en la razón de un resultado, al menos en la explicación más importante y decisiva del mismo. Lo hecho por Lionel Messi en la victoria ante Colombia no sorprendió por sus genialidades en el campo, pero invita a profundizar la idea de generar un conjunto a su alrededor que le ofrezca soluciones, alternativas y un amparo a prueba de una falsa actuación.
Ejemplos como los de Pratto y Mascherano ayudan a entender la idea. El delantero, la mayor y más efectiva apuesta de las que hizo el entrenador, no tiene el cartel de otras figuras pero se ganó su lugar en base a un juego de rol que despliega con oficio y entusiasmo. Sabe jugar de espaldas protegiendo el balón, no le escapa al roce, tiene buen juego aéreo y un realismo que le devuelve este buen presente. En el catálogo de habilidades su menú ofrece menos variantes que las de Higuaín o Agüero, pero eso lejos de intimidarlo, lo potencia.
El caso Mascherano divide apasionadamente a la cátedra. Salvando cualquier discusión posicional, ya que el entrenador lo considera un mediocentro, lo que debe discutirse y resolverse es la función e influencia dentro del circuito de juego. Si el hombre del Barcelona juega en su zona de confort, sus destrezas como recuperador, ajuste en los relevos, y primera fase del juego de pases lo hacen útil. Si por el contrario se transforma en un lanzador que debe habilitar con pases filtrados a sus delanteros, su habilidad se ve forzada a cumplir una tarea excesiva para sus recursos. No es lo mismo habilitar a un compañero en la génesis de un avance, que encontrar un resquicio entre un cúmulo de piernas para activar un ataque. Si ocurre esto último el déficit mayor es del equipo y no del jugador.
Para resolver esta ecuación es trascendente la posición que debe ocupar el jugador que va por “detrás del 9”. Bauza ya probó con suerte dispar con Agüero y Banega pero ninguno le dio las respuestas que en la primera media hora del juego ante Uruguay le entregó Paulo Dybala. Una expulsión y su última lesión lo privaron de sumarse al grupo con mayor continuidad, pero potenciar su sociedad con Messi, por empatía y velocidad parecería una buena idea.
Encontrar variantes en el andarivel izquierdo en defensa y ataque (ni Más ni Di María viven un presente que les asegure su lugar), definir la situación de Romero si persiste su inactividad y encontrar una idea de juego más allá de los nombres, lo cual lo forzará a tomar decisiones menos gentiles que las que se vieron en el inicio del ciclo, son las otras materias que el entrenador se llevó a Marzo y deberá planificar para levantar la nota.
Deliberadamente ubicado a pie de página, quedará como última imagen de un año traumático la decisión del silencio ante la prensa. Es tan cierto que se trata de una decisión que por su instrumentación corporativa siempre resulta injusta, tanto como que cada uno desarrolla su oficio de acuerdo a su libre saber y entender. Sin embargo, bueno sería preguntarse a partir de cuándo el comunicador pasó a ser más importante que la noticia y por qué motivos el grito impostado, la polémica superficial y la falsa pretensión de suponer que opinar diciendo “la verdad”, es sinónimo de trabajo bien hecho dejando de lado el análisis apasionado pero respetuoso.
Se termina un año complejo en el que la selección también fue víctima del descalabro absoluto en el que vive el fútbol argentino.
Pisando tierra firme pero en repechaje, quedamos demasiado cerca de la cornisa como para no hacer una profunda autocrítica.
Todos.
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