Demichelis: “Tenemos dos centrales para mucho tiempo”
Con más de 10 años en la selección, el zaguero elogia el nivel de Otamendi y Funes Mori
Cuando José Pekerman lo dejó afuera del Mundial 2006, la primera reacción pública de Martín Demichelis fue la de un hombre devastado. “No tengo más ganas de nada. Ni de jugar ni de viajar ni de vivir”, había dicho. El tiempo, y su capacidad, le volverían a dar un lugar de privilegio en el seleccionado al zaguero surgido en River. Disputó los mundiales 2010 y 2014, la Copa América 2015, y suma 50 partidos internacionales (dos goles).
Cerca de los 36 años (los cumple el 20 de diciembre), Demichelis extiende su vigencia en un seleccionado que tiene una dupla central consolidada con Otamendi y Funes Mori, a quienes elogia sin retaceo. Como ocurrió con Sabella, Bauza tiene en cuenta a Demichelis no sólo como una alternativa para la defensa, sino también para que desde su experiencia ejerza un poco de tutor, de patriarca de las nuevas generaciones del plantel.
-¿Cuando no entraste en la lista de la Copa América, dijiste “listo, se acabó la selección para mí”?
—Eeeehhh. Siendo sensato y coherente con mi presente, cuando jugué ante Bolivia, por las eliminatorias, pensaba que era mi último partido. Intuía que llegaba el final. Yo no había estado al principio en esa convocatoria; se cayeron dos jugadores: Maidana y Garay. Martino me incluye y termino jugando por las suspensiones de Otamendi y Funes Mori. Pero percibía que si otros estaban bien, era lógico que fueran a la Copa América. Después, bueno, el fútbol es muy sorprendente. Edgardo (Bauza) entendió que era importante que estuviera en este recambio.
–A los 35 años, ¿qué te sigue motivando para venir a la selección?
–La verdad es que uno siempre está dispuesto y sueña con seguir en la selección. Es el orgullo máximo, independientemente de los viajes largos. Nos encanta venir, aunque nos critiquen y sigamos chocando con esas finales, sin conseguir ese éxito que deseamos tanto como la gente.
–No solo no se acaba tu carrera en el seleccionado, sino que terminaste siendo titular cuando empezaste de suplente en el Mundial y en la Copa América de Chile. Sos paciente.
–Sí, así es la ideología de donde vengo. De mi familia, del pueblo (Justiniano Posse, Córdoba). Mis abuelos y mis padres tuvieron que lucharla día a día. Mi personalidad está marcada por mi infancia; emigrar primero a Buenos Aires, después a Europa. Ser perseverante, no rendirse. Saber aportar desde el lugar que te toque. Todo eso lo traigo desde chico. Son valores que uno no debe descuidar porque el fútbol es muy cambiante.
–Vos jugaste dos de las últimas tres finales. Cuando te sentaste a ver la última, la de la Copa América del Centenario, ¿qué pensabas que podía pasar?
–Por cómo venía la selección y por saber cómo viven los chicos estas circunstancias, pensaba que la tercera era la vencida. Ni el más pesimista pensaba que se podía escapar. Y bueno, el fútbol le volvió a dar un golpe durísimo a este grupo, y también a nuestro país, que se vio muy triste y afectado. No me deja de sorprender el compromiso y las ganas de este grupo, el comportamiento y el sentido de pertenencia, a pesar de no conseguir el éxito. Creo que el fiel reflejo fue el partido de Leo (Messi) contra Uruguay. Que viniera, a pesar de los dolores en el pubis, verlo correr a los centrales y guapear cuando nos quedamos con uno menos. Yo lo defino como un partido emocionante. Me genera mucho orgullo.
–Chiquito Romero comentó que Ibrahimovic le dijo que cuando se gane una final, van a empezar a ganar todas. ¿Hay un bloqueo mental en las finales?
–Indudablemente algo tiene que suceder, que nos hace fallar en el momento clave. Eeehhh… es difícil de explicar cuando el resultado está puesto y volvimos a ser segundos. Me lo sigo preguntando. Siempre estuvimos muy cerca en todas las finales y no fuimos inferiores a los rivales.
–Vos jugaste y ganaste finales de club. ¿Son muy diferentes las que se juegan con el seleccionado?
–No, puede cambiar la escenografía, la relevancia, pero en un país como la Argentina, en el que empezás a patear la pelota a los tres años, cuando jugás una final a los 5, 8, 10, 30 años, en el pueblo, en un club amateur, en las inferiores, en tu primer club profesional, en el exterior, las finales son finales. Y se viven de la misma manera. El futbolista amateur que llevamos adentro siempre sueña con levantar la copa.
–Cuando justificó tu convocatoria, Bauza dijo: “Quiero que le transmita a los más jóvenes todo lo que vivió”. ¿Cuál es el mensaje que bajás?
–Cuando empecé en River había jugadores de gran experiencia y trayectoria, como Leo Astrada, Comizzo, Celso Ayala, Chacho Coudet. Uno escuchaba y aprendía de esa gente que marcaba el día a día, el camino para ser el mejor profesional posible. Y no sólo en un entrenamiento, sino también en el vestuario, en el comedor, en un viaje, en una concentración. En la selección tenés muy poco tiempo para trabajar en campo y son muy importantes las horas de convivencia. Trato de ser lo más auténtico y natural posible, no cambiar mi personalidad, juegue o no. En cada viaje intento ayudar y colaborar. Incluso con aquellos chicos que son figuras en sus clubes y que cuando vienen por primera vez a la selección se pueden sentir incómodos por ser nuevos. Hay que ayudarlos a romper el hielo, a incorporarse, a asociarse. Tienen los mismos derechos y libertad de opinión para ganarse un lugar. En eso me involucro bastante, estar atento a la mayoría de los compañeros. Cuando yo vine por primera vez a la selección me gustaba ver cómo llevaban el día a día los Samuel, Ayala, Crespo, Riquelme, Aimar. Aprendí de todos ellos.
–¿Cuántos compañeros de zaga tuviste? ¿Cuál fue la mejor pareja que integraste en la selección?
-Cuando llegué (2005, con Alfio Basile) estaban Ayala, Samuel, Heinze. Compartí zaga con Milito, Coloccini, Nico Burdisso, Garay, Nico Otamendi, Fede Fernández. Los pocos partidos que compartí con Walter Samuel me sentí muy bien, creo que los dos teníamos un gran presente. Con Gaby Milito habíamos arrancado muy bien el comienzo de las eliminatorias en la época de Basile. Los dos atravesábamos una gran actualidad en nuestros clubes. Nos sentíamos fuertes y con mucha confianza. Nos entendíamos muy bien. Yo siempre digo que, con más o menos amistad, los dos centrales siempre tienen que ser dos hermanos en la cancha. Con Gaby sentíamos ese aprecio recíproco. Una admiración y respeto que hasta el día de hoy lo mantenemos. Eso facilita mucho la tarea.
–¿Cómo juzgás a la pareja Otamendi-Funes Mori?
–Los dos están demostrando su grandísimo potencial. Nico Otamendi, con los años en Europa, creció muchísimo, está en una etapa de madurez. Del Melli me sorprendió la madurez con que afrontó los primeros partidos, que no fueron fáciles en estas eliminatorias. En todos demostró mucha jerarquía. Cuando se pasa a Europa se necesita un tiempo de adaptación, de 6, 8, 10, 12 meses para alcanzar la plenitud. El Melli llegó y empezó a jugar en Everton como si lo hubiera hecho toda la vida. Incluso los hinchas lo eligieron enseguida como el jugador del mes. Reúne una serie de características, como carácter, potencia, velocidad y personalidad con la pelota en los pies, que pocos centrales las tienen en el mundo, y es joven. Casi no lo dejó respirar a Suárez, unos de los mejores 9 del mundo. Creo que tenemos dos centrales de primerísima categoría por mucho tiempo.
–¿Es peligroso que se haya cortado en plena eliminatorias el ciclo de Martino?
–Siempre es peligroso un cambio. Lamentablemente no pudimos conseguir los títulos deseados y después Gerardo se encontró con todos los problemas de la AFA. Este plantel está súper agradecido a Martino por todas sus enseñanzas. Ahora estamos ante un recambio. Edgardo vino con mucha energía, ilusión y ganas de poder ayudarnos y enderezarnos. Arrancó con el pie derecho. Es importante poder acomodarnos en los cuatros partidos del año que quedan. Eso le daría a él una cierta tranquilidad para seguir proyectando.
–Con tan poco tiempo, ¿cuáles son las dos o tres pautas esenciales que les transmitió Bauza?
–Por la edad que tengo y como me apasiona el fútbol, muchas veces me pongo de su lado para entender la formación o ciertos cambios durante un partido. Me saco el sombrero por lo que hizo contra Uruguay cuando nos quedamos con uno menos y Leo empezó a sentir el desgaste por el gran esfuerzo que estaba haciendo. Leo se paró en el círculo central, como N° 9, y fue Lucas Pratto el que tuvo que hacer el esfuerzo sobre la derecha. Yo, como muchos argentinos, quizá hubiésemos optado por un Augusto Fernández, que tiene más características para ayudar por delante de Zabaleta. Sin embargo, Edgardo apostó por un chico (Alario) que debutaba y que tuvo que jugar de N° 9, de 7, de 8 y casi de 4 en esos 15, 20 minutos. Tuvo un debut excepcional para adaptarse a diferentes posiciones. Esas cosas van marcando la filosofía y la capacidad de interpretación que tiene un entrenador a la hora de leer un partido. Nunca transmitió nervios por la expulsión.
–¿Con qué sensaciones se quedaron tras el empate en Venezuela?
–Con sensaciones ambiguas, porque pasamos de la desilusión de estar 2-0 abajo a la demostración de entrega, perseverancia y constancia, a pesar de las dificultades por el mal estado de la cancha. En líneas general, por lo que fue el desarrollo del partido, el punto terminó siendo bueno.
–Son tus terceras eliminatorias. ¿Las actuales las ves tan complicadas como las de 2010, cuando también se interrumpió el ciclo de Basile y asumió Maradona?
–Siempre fueron difíciles. Fijate que ahora hay siete equipos apretados en cinco puntos. Tuvimos un comienzo atípico porque perdimos merecidamente con Ecuador. Fue un golpe duro. Después empatamos con Paraguay y se venía Brasil. Las eliminatorias se equipararon muchísimo.
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