Dos penales y la fuerza arrolladora de los pibes: Vélez fue mucho más que Rosario Central y ganó la Fase Complementación
Dos penales y una actuación a la altura. Vélez es un buen equipo, una formación que se destaca con ráfagas, con puñales de a ratos. Con los remates de Ricky Centurión y Thiago Almada y el tiro final del pibe Florián Monzón, el conjunto de Liniers se impuso a Rosario Central por 3 a 1 en la final de la Fase Complementación de la Copa Diego Maradona y jugará con el perdedor de Boca vs. Banfield en busca de un lugar en la Copa Sudamericana 2022.
El encuentro tuvo lugar en San Juan, donde hoy se definirá la Copa Diego Maradona, con la presencia de Miguel Russo en un palco. El entrenador xeneize es el padre de Ignacio (20), delantero de Central, y además tiene el corazón repartido entre el equipo rosarino y Vélez. Russo es uno de los símbolos canallas y en Liniers se consagró en el torneo Clausura 2005. Lo quieren en las dos casas.
Compacto de Vélez 3 vs. Rosario Central 1
Intenso, vertical: el espectáculo tuvo todo tipo de atractivos. Vélez ganaba por un penal que convirtió Ricky Centurión (falta de Joaquín Laso contra Agustín Bouzat), pero al rato Central creció en optimismo y velocidad y empató con un tanto de Alan Marinelli, que aprovechó un rebote. De 21 años, es uno de los mayores anotadores del certamen. Rápido, hábil, le sobra gol: es una de las joyas del semillero, con el empuje de los seleccionados juveniles.
Kily González creó una estructura interesante, en la que el entusiasmo es el sello distintivo. No le sobra calidad ni cantidad al plantel, pero tiene una cabeza, un cerebro que se mueve en los metros finales con finas punzadas. Emiliano Vecchio, de 32 años, de regreso en Rosario, es un 10 de los de antes: pícaro, criterioso, tiene movimientos que invitan a la nostalgia y, lógicamente, momentos en los que desaparece de la escena... hasta que se presenta con una asistencia. Si Central tuvo una digna segunda parte en el certamen, en buena parte fue por los pases y los ensayos de gambeta de Vecchio. Uno de los más valiosos de un alicaído campeonato.
En la otra frontera, Vélez posee más condimentos. En todos los rubros. Ricky Álvarez, Bouzat, Centurión, Lucas Janson, Almada, el pibe Luca Orellano con chispazos de crack... bajo el ojo clínico de Mauricio Pellegrino, que se inclina por el laboratorio y el desparpajo en dosis iguales. Vélez se quedó en la puerta de la Copa Sudamericana: lo frenó Lanús en las semifinales. Juega con el corazón en este laberinto doméstico y posa la mente en lo que vendrá: es uno de los equipos argentinos que disputarán la próxima Libertadores.
En el tramo final, Vélez se mostró más punzante. Central resistía, aguantaba. Los ingresos de Guidara, Almada y Orellano dieron otro aire a Vélez, mayor lucidez y frescura. Un remate de Guidara chocó con el brazo izquierdo de Jonathan Bottinelli, que se había arrojado sobre el césped con alma y vida para defender. Almada, con un penal lanzado con clase, marcó el 2 a 1 de Vélez. Al rato, Florián Monzón, de 20 años, hijo del mundialista Moncho, selló la victoria. Central se quedó sin el experimentado zaguero y también vieron la tarjeta roja Pablo Galdames y Damián Martínez. Más allá de los excesos, fue un espectáculo a todo ritmo. Y Vélez, un equipo noble y audaz, tuvo su premio.
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