Edgardo Bauza, lejos de Rusia y ya con el desafío como DT de Central: "La selección ya pasó, ahora voy a ser un hincha más"
El padre, un sentimental "peronista de Perón", lo llevó a la cancha por primera vez a los cuatro años. A la vieja tribuna de socios de la calle Génova. El pequeño Patón, un racional "socialista de Palacios", hizo las inferiores en Rosario Central , creció, maduró, se hizo hombre en Arroyito. Sobre esas baldosas, conoció a José Di Leo, el Camello, un hermano de la vida y amigo desde hace 40 años. Se nutrió de Griguol, aprendió de Zof. No paraba un segundo: trabajaba a la mañana, se entrenaba a la tarde y estudiaba a la noche. Iba en bicicleta a las prácticas. Iba en una ‘Graciela’, hasta que después de dos años de entrenar con la primera, se compró un auto, un Renault 12. Siempre iba a la tribuna. De adolescente se mezclaba con la barra brava de Central. La que lideraban El Tula y Capone. El tema era pertenecer, estar cerca, no existían drogas ni armas, sí abundaba el vino. De visitante, una vez sufrió una paliza. A partir de allí, cambió todo. Quería ser jugador profesional, un canalla de pantalones cortos.
El corazón, a veces, se lleva puesto todo. Edgardo Bauza , a los 60 años, vuelve a Rosario Central, un símbolo de que las pasiones no se extinguen. Estaba en Quito, tranquilo, con Maritza, su mujer ecuatoriana, y Nicolás, su tercer hijo, con un menú de propuestas: desde el seleccionado de Ecuador –en ese territorio, Patón es un monumento, aún más que en San Lorenzo y en Rosario–, ofertas de clubes del exterior y hasta acabar con las desventuras de las tácticas en un cargo de manager en la Liga Deportiva Universitaria. Rosario siempre estuvo cerca. Precisa acurrucarse entre los suyos, luego de la traumática experiencia en la Argentina y los breves episodios en Emiratos Árabes Unidos y Arabia Saudita, la última carta para ir al Mundial.
En un año y medio, se quedó sin cartas rumbo a Rusia. Ni un ancho falso para engañar, agachó la cabeza y se quedó un tiempo en Dubai, un paraíso de dinero y derroche, mientras finiquitaba contratos y su íntima familia cambiaba de escena con cierto amparo. Ezeiza, Dubai, Ryad y Quito, una confusión ideológica que se terminó con el primer llamado de la dirigencia de Central. "Es mi casa y es el momento", se dijo. De aquel atrevido "después de ser campeón del mundo no sé a qué me voy a dedicar", lanzado a la nacion en marzo de 2017, al reposo luego de un vertiginoso viaje –a veces–, con los ojos vendados. "Necesito estar en mi casa", reflexiona ahora.
–¿La selección te dejó heridas?
–Eso ya pasó. En un primer momento estábamos bien, pero no había una conducción clara. La AFA estaba en un proceso complicado y... ya está. Ahora soy un hincha más. Ojalá que la Argentina haga un buen Mundial, tiene material para intentarlo.
–Regresás a nuestro país porque el llamado es de Central…
–Volver a dirigir en la Argentina es todo un reto y a Central, mucho más. Porque es mi casa, mi club, me produce mucho placer y una carga de adrenalina increíble.
–El plantel tiene…
–… hay que llevar cuatro refuerzos de jerarquía.
Que no se escapen Néstor Ortigoza y Marco Ruben. Y que lleguen, en lo posible, cuatro de estos nombres y apellidos: Víctor Zalazar, Enzo Kalinski, Matías Caruzzo, Damián Musto o Martín Cauteruccio. Julio Buffarini declinó la invitación. Bauza no vuelve a recorrer las calles de la nostalgia: entiende que Central exige un título que se demora, tal vez, desde aquel subcampeón 1999, detrás de River, con él en el banco. Un Apertura en el que sumó 43 puntos, uno menos que el ganador.
Obsesionado con el Mundial, es posible que sea comentarista o vuele a Rusia como espectador privilegiado, desde otro ámbito que el que siempre soñó. Era –lo sigue siendo; piensa dirigir, al menos, dos años más– el único casillero que le faltaba a una trayectoria extensa y exitosa, que incluye dos Copas Libertadores, con Liga de Quito en 2008 y con San Lorenzo en 2014. Central es la excepción a la regla: su tierra representa un regreso a las fuentes, tras los mareos internacionales, vestidos de selección.
Pero ya vuelve a pensar en modo canalla. ¿Si le costó aceptar el ofrecimiento? Cuando dirigía a San Lorenzo, cuando dirigía a la selección, cuando vivía en Oriente y era sábado o domingo por la tarde, se juntaba con Di Leo y, siempre, pero siempre, sobrevolaba una pregunta de tres palabras. "¿Cómo salió Central?"