El caso Holan, la salida de Beccacece y el gen Heinze: curso para ser DT en la Argentina
Gestión expresada en resultados, relaciones humanas que permitan un trato fluido con el personal, capitalización de los recursos propios desarrollado en el trabajo de las divisiones juveniles y buen oído para superar los momentos en los que la música no se escucha con nitidez y se debe tomar decisiones firmes.
Como siempre, el cargo de entrenador se evalúa desde la condición de un gerente general que debe presentar sus logros al final de cada temporada. Por objetivos cumplidos, por desgaste con los empleados o por nuevos horizontes por desarrollar, no todos encuentran interlocutores válidos al momento del cónclave con sus respectivos presidentes, ese en el que se define el futuro. No hay ninguna duda de la influencia que los entrenadores tienen en el fútbol argentino para diseñar, fortalecer y expandir un proyecto exitoso, pero la danza de los técnicos a veces los hace bailar un ritmo extraño o directamente los eyecta de la pista.
Tras la clasificación a octavos de final de la Sudamericana, Ariel Holan no podía entender por qué los rumores de su salida seguían instalados con tanta fuerza. Su fastidio ante la insistencia del periodismo en la que, sin saberlo, fue su última conferencia de prensa, era el enojo con el mensajero que no trae las mejores noticias. La salida del técnico se desencadenó en menos de cuarenta y ocho horas pero las razones que terminaron el vínculo datan de varios meses. Para encontrar la mejor versión del equipo del "profesor" hay que hacer memoria. El primer año coronado con un título internacional le devolvió al Rojo esa mística perdida y una identidad definida.
Todo lo que vino luego, y fue mucho, resultó volátil y ciclotímico. Ya no aparecieron más nombres como Bustos y Franco para mostrar como vidriera del trabajo en juveniles. Se gastaron decenas de millones de dólares en nombres que nunca estuvieron a la altura, y lo más importante: lejos de solidificar el vínculo con el núcleo de jugadores y staff que acompañaron el proceso desde el inicio, varios de ellos pedidos expresamente por el líder, las relaciones se fueron erosionando hasta llegar a su salida. El PF Alejandro Kohan y Walter Erviti fueron los primeros en mostrar algunos cortocircuitos. Luego siguieron el doctor Gustavo Ríos y Emmanuel Gigliotti, entre otros.
El futuro cercano mostraba un panorama similar con otros apellidos y con todo el resto (resultados, idea de juego) debilitado, el final fue por decantación. Un asterisco que permite a ambas partes rescindir el contrato cada seis meses fue la cláusula gatillo. Pudo usarla el técnico, la ejecutó Hugo Moyano, el único dirigente al que faltaba convencer para tomar la decisión final. Una coreografía mal armada, algunos pasos en falso y un cierre precipitado. En la danza de los entrenadores, Holan fue a la sentencia y luego sacado de la competencia.
En Florencio Varela, Sebastián Beccacece corrió mejor suerte. Fue él quien dijo basta y le puso punto final a un trabajo brillante. Defensa y Justicia recibió a un paisano de cada pueblo y el técnico generó usos, costumbres e idioma en común. Juego de posesión, presión alta, y mucha determinación para protagonizar en cualquier campo fueron su santísima trinidad. Sin presión, recibió elogios unánimes y resultó la gran Cenicienta de la Superliga. Por estas horas parece inminente su desembarco en Avellaneda y allí las exigencias serán muy diferentes. Por estilo surge como el nombre perfecto para reemplazar a Holan, pero después la realidad y las urgencias obligarán al entrenador a desarrollar otras habilidades.
En Liniers la alquimia fue perfecta. Vélez encontró a Gabriel Heinze y eso le garantizó la plena seguridad de que el trabajo tendría un desarrollo concreto. En simultáneo, Heinze siempre supo que llegaba a un club con gran tradición en el impulso a los jóvenes de inferiores, con tranquilidad para proyectar un plan integral y libertad para ejecutarlo. Los dieciocho meses que el técnico lleva trabajando no dejan de mostrar progresos permanentes. Desde los números, el descenso es una palabra que desapareció del diccionario. Apuntando a los nombres, chicos como Vargas, Robertone, Almada, Nico Domínguez o Barreal son algunos de los jóvenes que se ganaron su lugar al lado de otros que elevaron su status como Gastón Giménez o Bouzat.
Desde la idea, Vélez tiene un estilo claro que muestra la impronta del entrenador. La continuidad del vínculo fue anunciada hace un par de días. El club sabe que las bases están sólidas y el técnico que sus pedidos serán contemplados y cumplidos. Después hay que jugar, pero desde el compromiso cada pieza está en su lugar para seguir soñando a futuro.
Pizzi reinicia un amor inconcluso con San Lorenzo, Vojvoda se alejó de Talleres y llegaría a Huracán, Mariano Sosso tomará el timón en Defensa y Justicia y Kudelka ya sabe que el fierro caliente de Newell’s lo ubicará en un rol valiente, sin tiempo para las dudas.
La danza de los técnicos cambia la música con demasiada frecuencia y ante esa realidad, cuesta sostener el paso. Darles las llaves del club parece demasiado. Limitar sus funciones a veces implica frenar el desarrollo de los proyectos. Encontrar ese delicado equilibrio parece casi imposible, en un fútbol que exige resultados y ante el que muchas veces los actores parecen demasiado permeables a las presiones.
Heinze pudo, Beccacece no quiso, a Holan no lo dejaron y le marcaron el camino de salida.