El descenso, el triste final para el Arsenal de la familia Grondona
Tal vez algún que otro entusiasta, más allá de la familia Grondona, habrá soñado con todo lo que le sucedería a Arsenal en los 16 años posteriores a aquella tarde de 2002 en la que consiguió, ante Gimnasia y Esgrima de Concepción del Uruguay, el ascenso a primera adjudicándose el torneo reducido. Pero ni siquiera él más fanático hincha del Arse se hubiese imaginado que su club, en tan poco tiempo en la máxima categoría, conseguiría todos juntos los títulos que a otros, inclusive grandes, les llevó toda una vida obtener. Y es que Arsenal, bajo el ala protectora de Julio Grondona y la presidencia de su hijo Julio Ricardo, consiguió hazañas envidiables para un club de su tamaño, que no supera los 10 mil socios y con un estadio para menos de 20 mil espectadores que rara vez luce completo.
Bajo ese paraguas protector de Grondona y de la posibilidad que este le daba al club de conseguir ingresos y jugadores, Arsenal construyó su etapa más exitosa bajo la dirección técnica de un artesano del equilibrio como Gustavo Alfaro. Y mientras inflaba su colchón de puntos en primera para no sufrir abajo, obtenía los necesarios para incursionar en el ámbito internacional. Y en ese contexto logró su primer gran éxito, la Copa Sudamericana 2007, cuando colosos como River e Independiente aun no la habían obtenido. Para más simbolismos, lo hizo ante la billetera inagotable del América de México, en una final para el infarto en el Cilindro de Avellaneda con un gol salvador de Martín Andrizzi.
Un año más tarde sumaría más gloria fronteras afuera: de Japón se trajo la Suruga Bank, un título de dudosa valía, pero siempre mejor ganarlo que perderlo. Poco a poco, las humildes tribunas del Julio Humberto Grondona se iban quedando sin espacio para pintar los títulos obtenidos. Y ese espacio se iba a ir cubriendo totalmente gracias al gran hito del club, ser campeón local quedándose con el Clausura 2012 y ganando la Supercopa Argentina ante Boca. Su borrachera de títulos finalizaría con la Copa Argentina 2013, ante San Lorenzo. La dura resaca comenzaría en 2014, tras la muerte de Julio Humberto Grondona.
Ya sin el presidente de la AFA, en el club se tomaron desacertadas medidas económicas. Acostumbrados a no gastar más de lo que ingresaba y así mantenerse a salvo de los temporales, pareció un final lógico que un gerenciamiento externo –dinero y jugadores aportados por el empresario Cristian Bragarnik– le dejara un agujero financiero por un reclamo de 20 millones de pesos. Ante ese panorama, el impacto negativo en el campo deportivo era cuestión de tiempo. Todo falló. Tras los relucientes cuatro años de Gustavo Alfaro, Arsenal improvisó con Martín Palermo (11 triunfos, 10 empates y 15 derrotas); Ricardo Caruso Lombardi (6 ganados, 4 empatados y 10 caídas); Rondina I (10 triunfos, 6 empates y 12 reveses); Lucas Bernardi (un éxito, dos empates y dos traspiés); Humberto Grondona (9 victorias, 4 empates y 17 derrotas) y cerró su derrumbe con el segundo intento de Rondina (1 éxito, 4 empates y 3 derrotas).
Tras el 2-2 con Chacarita y el triunfo de Patronato ante Rosario Central, Arsenal se quedó sin el privilegio que compartía con Boca de no haber descendido nunca a la B Nacional. Ya lejos de aquellas jornadas de gloria en las que todo Sarandí salía a las calles a festejar los títulos de su pequeño club, el temido e inevitable descenso se comenzó a sentir en una desolada zona mixta en San Martín. Arsenal vendió cara su derrota apelando a la línea que se había bajado en los últimos 16 años, la de que se podía contra todos, por más grandes que fueran los rivales. El empate, tras un 0-2 y haber desperdiciado un penal, fue una suave brisa que lo hizo sentir, como siempre, competitivo y molesto para los rivales, pero la tristeza se sintió igual, sabiendo que estaban despertando del más hermoso de los sueños.
Así se sintió un cabizbajo Julio Grondona (h.), que evitó hablar con la prensa pidiendo comprensión por el momento de angustia, mientras Patronato construía su goleada que certificaba el descenso. Una desolación que también sintieron los actuales jugadores, que hicieron el esfuerzo hasta el final siendo conscientes de que llegaron tarde a la gran fiesta. A ellos les quedarán seis fechas para limpiar el salón y pagar la vajilla rota.
Claudio Corvalán, autor del descuento ante Chacarita, resumió el sentimiento del plantel. "Es durísimo, a nadie le gusta estar en esta situación, pero tenemos que reponernos y despedirnos de la mejor manera. Arsenal es grande, tiene mucha historia y le debemos mucho", expresó con tristeza el último capitán del club del Viaducto en la elite. "Son varios años de situaciones complicadas para el club. Venimos arrastrando malos momentos y a nosotros nos toca dar la cara por cosas que a lo mejor no nos competen, como decisiones dirigenciales que quieras o no, influyen al entrar en la cancha", analizó.
Sebastián Lomonaco, demasiado joven a sus 19 años para enfrentar la pérdida de la categoría pero lo suficientemente maduro para marcar el empate en San Martín, señaló un problema que los excede: "Esto viene de hace rato. Lamentablemente nos tocó a nosotros pelearla".
"La dirigencia tiene autocrítica y sabrá bien los errores que se habrán cometido. El mercado de pases, mediante un gerenciamiento, no fue bueno para Arsenal e hizo que todo lo bueno que se había cosechado se dilapidara. No nos podemos reprochar nada, porque a pesar de que hay una brecha grande de presupuesto con algunos equipos, hemos estado a la altura", resumió Rondina, un DT al que le tocó escribir el más triste de los capítulos en la historia del club, luego de haber sido testigo del cuento de fábulas que protagonizó Arsenal durante los últimos 16 años.
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