Soccer Friday. El día en que el Mundial parece haber comenzado
Como todos los viernes desde el inicio de 2010, los sudafricanos se vuelcan a las calles y a sus trabajos con la camiseta de su seleccionado en una jornada plenamente festiva;
PRETORIA, Sudáfrica (Enviado Especial).- Peter Marule tiene 31 años y vive a sueldo de su función de cajero en el African Bank de Church street, una de las principales calles de la ciudad. Es moreno y de ojos incoloros. Se puede expresar con la mirada, sin necesidad de usar la boca. Es viernes y del otro lado del mostrador, Peter cuenta billetes mientras una anciana hace fila para cobrar un cheque. A diferencia de cualquier otro banquero del mundo, Peter luce zapatos negros, un elegante pantalón de vestir y una camiseta de fútbol amarilla con tonalidades verdes. Es la camiseta de los Bafana Bafana, el seleccionado local.
Soccer Friday o, mejor dicho, el viernes del fútbol. Así se le llama a la última jornada laboral de la semana, en la que miles de sudafricanos adquirieron desde inicios de año la apasionada costumbre de volcarse a las calles y asistir a sus trabajos con la camiseta amarilla de su selección o con la de su equipo favorito. Es el día en que definitivamente el Mundial parece haber comenzado.
Así como la de Peter, se repitieron innumerables historias. La de Thandi, también empleada de un banco pero admiradora de la Argentina y Lionel Messi, o la de Steven Khangale, un taxista que viste orgulloso la camiseta amarilla con el número diez y su nombre sellado en la espalda con letras verdes.
"Es una manera pasional y alegre de llevar la cuenta regresiva hasta el comienzo del Mundial. El viernes es el día de euforia, el día puramente Bafana, Bafana", se entusiasma Peter, el banquero que vive con los justo en el township Mamelodi, en los suburbios de Pretoria.
Recorrer las calles del centro de la ciudad un viernes es como asistir a un multitudinario paseo de camisetas de fútbol. Se asemeja a caminar por los alrededores de un estadio en la vigilia de algún partido. Es lógico que a la mayoría de los fanáticos se los distinga con la casaca amarilla del conjunto sudafricano. Aunque también se observan personas con los colores de la Argentina, Brasil o con la de algún otro seleccionado africano. "El Mundial no es sólo nuestro. Es del continente entero", dice Sibongile, un sudafricano que exhibe la camiseta de Ghana y que sobre el techo de su gorro se anida una pelota redonda.
El punto de encuentro del entusiasmo es al 185 de la calle Schoeman. Desde las entrañas del edificio estatal de agua potable, una melodía eufórica actúa como imán y congrega a cientos de sudafricanos. El grito ronco de las vuvuzelas, esas trompetas plásticas que le dan voz a la pasión, es el llamado universal a la celebración. Sudáfrica se despierta festiva, sonríe porque el mundial de las oportunidades está próximo a dar su campanazo de largada. En la calle se interrumpe el tránsito. El paso de autos está anegado. Surgen bocinazos, pero no son bocinazos de intolerancia. Son raptos de alegría, de ansias de sumarse a ese cortejo alegre de camisetas amarillas y banderas sudafricanas. La cadencia de la raza negra contagia los movimientos armónicos y es una invitación simbólica al baile, a divertirse y unirse a ellos, con la sana excusa de una pelota.
Cae sin ganas la tarde sudafricana, pero la fiebre mundialista está en su esplendor. Al menos hoy, viernes, no es exagerado afirmar que el Mundial ya parece haber comenzado.
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