El encanto de la mezquita
ABU DHABI.- Descalzo sobre el mármol blanco con diseños florales, el frío recorre el cuerpo de pies a cabeza en un renovado estremecimiento de libertad. Casi se siente directo en la columna vertebral. Se habla de una sensación de temperatura corporal, pero también de algo extraño que retumba entre el misterioso silencio de la mezquita de Sheikh Zayed, la más grande en los Emiratos Arabes y la tercera en el mundo, con capacidad para 30.000 personas. Es un monumento blanco e inmaculado con una cúpula principal de 107 metros de altura y otras dos secundarias. Hay muchas cúpulas más pequeñas, de variado tamaño, y se cuentan 45; dos torres se elevan en los extremos. Todo encaja con armonía.
Hay intriga en los umbrales mismos. En algunos sectores no se permiten las fotografías ni los videos. Uno de ellos es una especie de réplica más chica de la gran mezquita, como también la conocen los lugareños, que está en los jardines. De ahí, cada tanto, se escucha un canto armonioso mezclado con alguna oración. La seguridad es estricta y está al acecho para que se respeten las normas.
Los turistas se ven a cada paso. Los hombres ingresan con la ropa que llevan. Las mujeres deben ponerse una túnica negra y deben llevar el pelo cubierto. Se camina con mucha paz por el patio, donde aún no es necesario quitarse el calzado: lo hace el que quiere. Se levanta la vista y cúpulas se elevan inmensas. Pueden verse desde cerca las columnas, también de mármol, y los finos ornamentos arábigos. Cada detalle encaja en una línea de armonía.
El salón de rezo aparece aún más enigmático. Ahí si es obligación quitarse el calzado, que queda entre cientos de pares de botas, zapatos, zapatillas y ojotas. La alfombra mullida es un descanso y dan ganas de tocar las flores en relieve que adornan las paredes de la antesala. Una gran arcada es el límite hasta el momento cumbre. Una inmensa araña cuelga de la cúpula principal; otras dos de las menores. Cientos, miles de cristales y pequeñas luces coloridas las adornan. Hay muchos libros del Corán repartidos por los costados y gente arrodillada. Justo en el medio del salón queda una especie de atril más elevado, con una escalera, desde donde se leen las oraciones.
Las musulmanas no entran ahí. Ellas tienen otro aparte donde elevan las plegarias. No comparten muchas cosas con el sexo opuesto. Si hasta en los matrimonios, hombres y mujeres celebran por separados. A las 12 en punto se cierra el lugar. Unos minutos después, las plegarias se escuchan por los altavoces y retumban en toda la ciudad. El eco parece haberse instalado en la mente y en los oídos.
Cuando la noche cae sobre Abu Dhabi, una tenue luz azul ilumina la mezquita Sheikh Zayed de punta a punta. Se ve desde lejos y el impacto no reduce la intensidad. Se admira en silencio, apenas con un suspiro.