El estándar FIFA que interfiere en la pasión
Por primera vez en los cuatro partidos del Mundial realizados en el Beira-Rio, el azul predominó sobre le rojo de las butacas del estadio del Inter de Porto Alegre. Ese escenario, para la rivalidad Gre-Nal (Grêmio e Internacional) es un sacrilegio.
Los visitantes argentinos se adueñaron de la casa. Eran la mayor parte de los 43.285 que acompañaron la selección de Messi en su victoria ante Nigeria, por 3 a 2, el resultado definitivo para el primer lugar del Grupo F.
Apenas minúsculos puntos verdes indicaban la presencia de nigerianos, pero enseguida escondidos por la multitud de argentinos. Bastante diferente de los partidos anteriores, en que manchas de las hinchadas de Francia, Honduras, Holanda, Australia, Argelia y Corea se mezclaban al rojo del Inter y diversificaban los colores del estadio.
Ahora, no. El Beira-Rio se convirtió en la Bombonera.
Más. De los cuatro partidos en Porto Alegre, este fue el más tenso entre la hinchada. En varios momentos hubo pequeñas riñas, desentendimientos y discusiones por lugares ocupados indebidamente o por desavenencias de quien apenas conseguía mantenerse sentado. Los orientadores tuvieron que contener los ánimos y retirar a hinchas que estaban a los saltos sobre las butacas. Dos argentinos, uno de las graderías inferiores y otro de los palcos, un nivel arriba, consiguieron pelearse. Uno le tiraba cerveza al otro.
La forma sanguínea de hinchar, de cantar y de dar tres a cuatro gritos de guerra, de empuñar banderas o de subirse a las butacas, a las protecciones de los niveles de las gradas llevó los orientadores a la locura.
Definitivamente, las normas de un estadio del Mundial son demasiado para una hinchada tan apasionada.
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