El valor de los gestos y de las palabras
La excursión de Boca por Oriente no fue, futbolísticamente, muy feliz; perdió por 1 a 0 con Bayern Munich y se astilló su sueño de ser otra vez campeón de la Copa Europeo-Sudamericana; no lo recuerdo para hacer leña del árbol caído; todo lo contrario: creo que a los muchachos xeneizes -si algo les sobró en la noche de Tokio- fue compromiso con el objetivo; lo otro, si jugaron bien o mal, se escribió desde diferentes ángulos subjetivos -como siempre ocurre en el folklore futbolero-, que me parece que ya no vale la pena retomarlo; eso sí: una imagen me impactó: la de Juan Román Riquelme sentado en el estadio Nacional mientras los alemanes le daban rienda suelta a su alegría; a la distancia y por TV, tuve ganas de darle un abrazo a ese muchacho desconsolado; a esa altura de la mañana del martes último, el resultado era, para mí, una anécdota; Riquelme llorando, un símbolo del crack, tan humano como aquellos que no podemos pisar una pelota porque nos caemos...
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A aquella imagen que rescato de Tokio le sumo otra: Boca llegó el jueves al país y el viernes, en LA NACION Deportiva, se publicó una foto de Riquelme en medio de la avenida General Paz en el lluvioso mediodía; no fue casual esa imagen: Riquelme hizo que se detuviese el ómnibus a la altura del Parque Sarmiento para reencontrarse con su familia que lo trasladaría a su casa; cuando vi la foto, recordé inmediatamente la pureza del llanto de horas antes en Tokio; ahí, en medio de la General Paz, casi en soledad, arrastrando una valija, otra vez el símbolo del crack, tan humano como cualquiera de los que transitamos este mundo complicado....
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Empecé con la azul y oro y termino con los mismos colores: esta vez no tiene que ver con los gestos; sí con las palabras que, dichas inoportunamente, astillan también los corazones, y no por una derrota en la cancha; ayer, por la mañana, el DT de Boca, Carlos Bianchi, utilizó su habitual ironía cuando conversó en Casa Amarilla con los periodistas; después de todo, el recurso no tiene nada de malo; en algunos pensadores o en nuestro cercano Jorge Luis Borges, era un divertimiento literario, que empezaba y terminaba con palabras inteligentes; creo que Bianchi equivoco el camino de las palabras con una frase: "Pienso que el 1° de enero seré un desocupado más"; aquí termina mi mirada al mundo xeneize cuando el viernes se hace noche en un país con mucha gente que sufre demasiado; tanto que como nunca se deben tener muy en cuenta los gestos y las palabras; a todos nos hará muy bien...
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