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Fernando Gago todavía no le cambió la cara a Boca, sacudido por tres cachetazos y obligado a crecer de golpe para la Copa Argentina
El director técnico debutó con una dura derrota por 3-0 ante Tigre; no funcionó el 4-3-3 y las vueltas de Romero y Rojo fueron en un bajo nivel; el miércoles enfrenta a Gimnasia por los cuartos de final
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En pocos días Gago no consiguió cambiarle la cara a Boca, que encima se fue de Victoria un poco más desfigurado por los tres cachetazos de Tigre, los dos últimos cerca del final, para redondear una inesperada y sonora goleada.
Boca hizo un pésimo primer tiempo y lo que mejoró en el segundo, con un Tigre demasiado acurrucado en su campo, terminó siendo un estéril ejercicio ofensivo. Sin filo ni contundencia. Un desgaste en campo rival que lo terminó desnudando en el propio, cuando volvió a recibir otro gol de un córner (como en el 1-0) y tuvo espaldas de gelatina cuando quiso frenar el contraataque del 3-0 del Matador.
Duro cierre de partido para Boca, lejos de la expectativa que despertó la llegada de Gago, que en su debut quedó lejos de que el equipo llevara a la práctica el lema del día de su presentación: “Hay que jugar y correr”. Boca jugó poco y lo que corrió lo hizo con escaso criterio, siendo muy evidente de que todavía no hay un guion aprendido ni una sistematización de movimientos.
El Boca que Gago tenía en su cabeza no apareció en el primer tiempo. El nuevo director técnico quiso imprimir su sello en cuatro prácticas, pero solo trasladó a la cancha un trazo borroso, inconexo, desarticulado. El 4-3-3 no le sentó bien de arranque, las piezas estuvieron más separadas que conectadas. Volvieron “Chiquito” Romero y Rojo, ausentes desde el superclásico, cuando cada uno cargó con culpas diferentes. Ninguno de los dos cumplió y la titularidad volverá a ser tema de debate. Miramón, a quien Martínez desaprovechaba como volante por la derecha, recuperó su puesto natural de mediocampista central. Más abiertos, Medina y Zenón, muy rígidos, sin combinar con el resto. Y en el tridente, Merentiel sufría un destierro por la izquierda y Aguirre, por la derecha, era el único que forzaba algo en ataque con aceleración y gambeta.
El partido nació con muchas interrupciones por golpes y lesiones. La peor parte se la llevó Florián Monzón, goleador (6) de Tigre en el torneo, a quien le crujió la rodilla derecha, con las peores perspectivas. Tigre parece haber dejado atrás la etapa de equipo dubitativo que le costó tantos puntos al comienzo del torneo. Se lo ve más compacto, sin tantas distracciones.
Lo más destacado de Tigre 3 - Boca 0
Gago le dio la cinta de capitán Cavani, que actuaba como un delegado del entrenador: daba indicaciones, corregía posiciones, pero Boca no engranaba porque no hacía pie en el medio, los de arriba estaban desconectados y Tigre no tardó en descubrir que la defensa tampoco ofrecía garantías.
El desarrollo era muy cortado, los dos presionaban más de lo que jugaban. Las líneas se saltaban con pelotazos, rara vez con una secuencia de pases. El nivel de Boca seguramente no se acercaba ni mínimamente a lo que pretende Gago. O su mensaje no había llegado o, lo que es más probable, había errado con el esquema y los intérpretes.
En medio de tanta chatura generalizada, el gol de Tigre fue una consecuencia de ese contexto. El córner de Maroni fue pasado, Paz y Arias se molestaron para controlarlo, dio la impresión de que la pelota pegó en un brazo de ellos y Paz, casi desde el piso, sacó un remate que se desvió en Rojo y le cayó de emboquillada a Romero. Un gol tan aparatoso e imperfecto como lo era el partido. En las mil y una interpretaciones que hay de las manos en el área, esta vez el VAR consideró que no era ilícita. El criterio utilizado en este partido puede ser bien distinto en otro. Así está el fútbol con las manos de tanto manipular el espíritu del reglamento.
La desventaja expuso a Boca en su desconcierto futbolístico. Romero apareció con una atajada, pero minutos después el arquero quedó retratado con una caída insólita en un contraataque que terminaba en gol de Armoa, invalidado por un dudoso off-side.
Gago mantuvo a los once para el segundo tiempo, pero cambió la disposición para buscar el juego elaborado que faltaba. Zenón pasó a la derecha, Aguirre a la izquierda, Merentiel se ubicó como media-punta, detrás de Cavani, y Medina se arrimó más a Miramón para aceitar la salida.
Fue un Boca más simétrico. Consiguió articular algunos avances, exigió a Zenobio con un cabezazo de Aguirre y otro de Cavani. La pelota corrió con un poco más de fluidez, se pareció más a un equipo El encuentro se jugaba en campo local, Tigre se aferró al 1-0, renunció a la pelota. Postura peligrosa, sostenida fundamentalmente en una defensa bien posicionada, que rechazó varios de los centros que abusó Boca.
La entrada de Pol Fernández apuntó a darle más prolijidad a la salida de la pelota. De “Changuito” Zeballos se esperaba la gambeta para abrir el apretado cerrojo rival. A Boca empezaba a pesarle la búsqueda infructuosa. Tampoco anda sobrado de confianza como para dar vuelta una historia desde lo anímico. Cavani también estuvo desconocido en una situación muy favorable.
Sin pegada adelante, Boca tuvo mandíbula de cristal atrás. Tigre se la quebró en sus únicos dos ataques en el segundo tiempo. El miércoles le espera Gimnasia por los cuartos de final de la Copa Argentina. El nuevo ciclo de Gago deberá crecer de golpe.
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