Godoy Cruz - Independiente, por la Copa de la Liga: el Rojo estuvo tres veces abajo, pero su fe le hizo rescatar un empate en Mendoza
En un partido con muchas emociones (y errores) igualaron 3-3, por la 5° fecha
Muchos goles, incertidumbre hasta el final y un sinfín de errores por ambos lados. Godoy Cruz e Independiente brindaron uno de esos partidos que entretienen a los que miran y desesperan a los que planifican desde el banco. Fue 3 a 3, porque se repartieron casi todo, y porque ninguno de los dos merecía ni quedarse con el premio mayor ni marcharse con las manos vacías.
Armar un buen equipo no es una tarea sencilla, casi tan compleja como sostenerlo en el tiempo. Más aun si se dispone de piezas aceptables pero con brillantez limitada, de jóvenes en estado de maduración, y si se vive con urgencias a flor de piel y la guillotina siempre lista para cortar de raíz cualquier proyecto creativo. En momentos diferentes de sus procesos y bajo circunstancias distintas, les pasa a Eduardo Domínguez en Independiente y a Diego Flores en Godoy Cruz.
El reciente campeón con Colón avanza con lentitud en la transmisión de ideas y conceptos para que el Rojo encuentre un funcionamiento que le añada profundidad y eficacia al dominio que pretende ejercer en el medio de la cancha. El ex traductor de Marcelo Bielsa intenta salvar su amenazado puesto modificando la línea argumental que tanto llamó la atención en sus primeros partidos en Mendoza: ya no aprieta tan arriba sino que prefiere cederle la salida al rival y así tener espacios para correr a la contra. En ambos casos, están condenados a los vaivenes de los suyos.
El partido respondió a esas condiciones previas. Con idas y vueltas en el desarrollo, con muchos más errores que aciertos, con más llegadas y goles que fútbol. Con un jugador como factor diferencial: Ezequiel Bullaude. Con el alma del Rojo para una y otra vez remontar el resultado. Con la imprevisibilidad colgada del alambre durante toda la tarde.
El pibe de 21 años surgido de la cantera “bodeguera” le tiene tomada la medida al Rey de Copas. En septiembre pasado había sido la gran figura del 4 a 1 en Avellaneda. Esta vez no fue menos. Dio la primera muestra a los 18, cuando no ocurría nada en las áreas. Guillermo Ortiz apareció por sorpresa como puntero izquierdo y su centro fue conectado a la carrera y de volea por el número 33 para clavarla en el ángulo zurdo de Renzo Bacchia.
Volvió a aparecer en el mismo minuto de la segunda mitad. Diagonal de izquierda a derecha entre Alex Vigo y Sergio Barreto, pase perfecto de Nelson Acevedo, recepción y definición arriba. Un cuarto de hora más tarde dio la última función: pelota filtrada para Salomón Rodríguez, salida apurada de Bacchia y penal que Martín Ojeda transformó en el 3-2.
Del lado de enfrente, Independiente opuso su resistencia ante la adversidad. El estado de la cancha, blanda y despareja; y las habituales deficiencias técnicas en pases y controles de sus jugadores conspiraban contra la apuesta de Domínguez por crecer a partir de sumar pases y moverse en bloque para generar peligro. La flojedad a la hora de defender le agregó esta vez un golpe tras otro en la red propia. Pero tuvo el espíritu necesario para no rendirse.
Lo mejor del partido
Sobre el final del primer tiempo, después de sufrir un remate al palo de Badaloni, el Rojo le creó por fin cierto riesgo al arco local con un disparo de Gastón Togni desde la medialuna. La segunda vez acertó. Córner de Lucas Rodríguez, rebotes y Carlos Benavídez mete el puntinazo para el 1-1.
Los ingresos de Alan Soñora y Tomás Pozzo al regresar del vestuario pareció darle más control del campo al Rojo, que incluso pudo desnivelar con un cabezazo de Benavídez que manoteó Juan Espínola y devolvió el travesaño, pero el oportunismo de Bullaude puso el 2-1. Domínguez mandó entonces a la cancha a Leandro Benegas y Rodrigo Márquez a los 24. Menos de 60 segundos después, centro del primero, cabezazo del segundo y 2-2.
La historia se repetiría una vez más. La asistencia de Bullaude y el posterior penal le dieron la tercera ventaja al Tomba. El enésimo centro de Lucas Rodríguez -por el momento, el arma más peligrosa que exhibe Independiente para lastimar arriba- permitió el frentazo de Benegas para arribar al 3-3 definitivo.
En el medio del frenesí goleador hubo un partido. Con chispazos de fútbol (pocos) y la sensación de que a Domínguez y Flores les restan muchos detalles para consolidar a dos equipos que, hasta que lo logren y como esta vez en Mendoza, tendrán que acostumbrarse a pasarse la vida en el sube y baja.
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