Hace mucho tiempo que Lionel Messi no es tan intrascendente
El cuarto Mundial de Lionel Messi fue el peor. Se ahogó en sus lagunas y cavilaciones, pero aunque el paso por Rusia 2018 fue olvidable, al menos el capitán ofreció una actuación destacada en el infartante partido contra Nigeria. La Copa América de Argentina 2011 se trató de la más decepcionante para Messi, incluso recibió silbatinas que en ningún otro lugar del planeta iba a escuchar, pero aun así, él logró despegarse del aplazo porque brilló contra Costa Rica para superar el corte del grupo y también se destacó con Uruguay pese a la eliminación por penales. Messi jugó cuatro Mundiales, cuatro Copas América y no ganó ninguna, pero en todas aunque sea una vez desplegó su encanto. En Brasil 2019 no, ya arrastra tres partidos y todavía no se escapó de la intrascendencia.
Tercer 5 consecutivo según los puntajes de LA NACION en la Copa América. El 5 en el mejor del mundo tiene una resonancia diferente, porque esa producción agiganta la deuda tratándose del futbolista más desequilibrante del planeta. Si para cualquier terrícola se trataría de partidos discretos, en Messi la lectura se tiñe de opacidad. Cambió la postura de Messi en la selección, pero su saludable cercanía contrasta con un futbolista que perdió atracción e influencia. No se esconde ni se escapa, pero tampoco brilla. Ya no es huidizo, se detiene ante la prensa y regala sus explicaciones. Ya no hunde la cabeza en la cancha y martilla con fiereza en cada acción, pero se diluye. Como si al mago le hubiesen descubierto los trucos. Como si a Sansón le hubieran cortado el cabello. En Brasil 2019, ¿la flecha encontró el talón del Aquiles futbolístico?
Cuando ayer la Conmebol lo distinguió como el mejor del partido fue imposible no remontarse a Brasil 2014, ocasión en que la FIFA lo premió después de perder la final con Alemania como el Balón de Oro de la Copa del Mundo. Messi en versión corriente es tan infrecuente que, incluso en la selección que suele desarroparlo, hay que retroceder hasta los inclasificables días de Diego Maradona como entrenador para encontrar una seguidilla realmente insustancial. Allá por 2009, cuando el equipo vivía bajo el desconcertante influjo del mito, Messi era una pieza desteñida más en la cadena de derrota con Bolivia, Ecuador, Brasil y Paraguay por esas traumáticas eliminatorias rumbo a Sudáfrica. Ahora Messi no está frustrado ni se arrastra. Simplemente..., es uno más. Justo él, que durante años ha sostenido a flote la marca selección. Inconcebible en alguien que hizo de lo extraordinario su rutina.