Héroe, villano y sin gol: el plan de River para recuperar al mejor Lucas Pratto
Es de noche, River está tensionado, se acaba el espectáculo y hace frío en el Monumental el 31 de mayo pasado. El 1-0 sobre Paranaense no alcanza: la Recopa es una ilusión óptica, hasta que Matías Suárez lanza una asistencia lejana, casi desde la otra frontera, un pase de 30 metros. Lucas Pratto –el que se disfraza de número 8, el que corre, marca, defiende y ataca– baja el balón con clase y define la historia. El 2-0, el prólogo del tercero, acaba la faena y el estadio se convierte en un hervidero. River logra otro título internacional y el Oso celebra… en modo Oso.
Con los brazos cruzados, con la complicidad de sus compañeros y con la máscara que lo refleja. "Esta noche lo único que hace es ratificar que no nos equivocamos en traer a Pratto y lo valioso que es desde el primer día. Aunque se lo evaluaba por su cotización y se lo miraba de reojo, con creces pagó lo que se abonó por él. Se adaptó rapidísimo, es querido por todo el plantel, y tiene una energía muy positiva", describe Marcelo Gallardo al delantero de la transferencia más costosa, la de los 13 millones de dólares, de fugaz paso por Boca y de sentimiento xeneize en las tardes de escuela primaria.
Un puñado de días más tarde, el 4 de junio, el de su cumpleaños 31, cambió la historia para siempre. Se confirmó la fisura con edema en el sacro, debió guardar reposo deportivo durante un mes y no fue parte de la siguiente pretemporada. Con dolor, sin agilidad, excedido y sin confianza, pasaron los días, las horas y las noches. Y nunca más marcó un gol. No convirtió en todo el segundo semestre.
En la Superliga, fue un amor de verano durante 2019: le marcó dos a Godoy Cruz (4-0), a Banfield (1-1) y a Independiente (3-0). Más tarde, le convirtió a Inter, de Porto Alegre, en el primer tramo de la Copa Libertadores, uno, en ambos 2-2, aquí y allá. Hasta aquella noche en el Monumental, la del golazo de la agonía, la celebración compartida y… la lesión. Jamás fue el mismo.
Es –era– el primer defensor. Sacrificado, valiente, potente y con gol. Habían pasado casi, casi, seis meses de la obra maestra en la final de todos los tiempos. Un grito en la Bombonera, un festejo en Madrid, el prólogo del 3 a 1. La noche que inmortalizó la celebración nacida de una debilidad, de una charla paternal. "Mi hija me pidió que lo haga, que festejara así. Me venía olvidando y me acordé justo", contó, divertido. Un héroe, uno de los intocables del ciclo más exitoso de la historia millonaria.
Era el primer delantero del Muñeco, contra viento y marea. Indispensable o secundario en la actuación colectiva, siempre jugaba Pratto. Mucho antes de Madrid, cuando los susurros se mezclaban con los aplausos, Gallardo lo defendía en los micrófonos, como Pratto lo defendía sobre el campo. "Lucas hace muchísimo esfuerzo para el equipo, por ahí está bien que lo haga y está bien que pueda tener también posibilidades de jugar más cerca del arco y tener posibilidades y chances de gol; eso se lo va a ir dando el equipo, también. Él, como todos los delanteros, considero que también tiene que hacerse de los espacios y de generarse situaciones de gol porque los delanteros viven para estar cerca del área, no solamente para colaborar, que es muy valioso. El esfuerzo que hace es muy reconocido, pero también necesitamos que pueda mantener esa frescura en el área y que sea un jugador que nos dé alternativas para que los rivales no solamente lo sufran desde lo físico, sino también desde las posibilidades en el arco rival", rubricaba el Muñeco.
"Quiero ser campeón de la Libertadores, quiero ganar títulos con River y demostrarle a Marcelo que no se equivocó en contratarme". La frase había sido lanzada apenas tres meses antes de la gloria eterna. Ahora, tuvo el peor semestre. Con la rúbrica de un balón perdido en la antesala del 1-1 de Flamengo en la finalísima de Lima, segundos antes de la debacle. Actuó los últimos 15 minutos, lento y errático. "Orgulloso de vestir la camiseta del más grande de América. Orgulloso de formar parte de este grupo que es también una familia. A seguir trabajando, gracias a los hinchas por el apoyo constante y el cariño que me brindaron estos días, es fundamental", escribió en Instagram.
Horas después, "TeAmamosOso" fue tendencia. Más allá del afecto, no es el mismo. Bajó la escalera: es el quinto delantero millonario, cuando supo ser el número 1: Borré, Suárez, Scocco y hasta el pibe Alvarez están un paso adelante. Contra San Lorenzo, en el 0-1 en el Monumental, falla –al menos– un gol imposible. Imposible para un artillero de su estirpe. En el 11° título de Gallardo en River en cinco años y medio, la Copa Argentina conseguida en Mendoza ante Central Córdoba, ingresa diez minutos, los últimos, con el 3-0 sellado.
"Mis compañeros están mejor que yo", asume, con la autocrítica indispensable para volver a ser. "La gente reconoce todo el esfuerzo que hice, sabe que jugué lesionado y eso me costó el semestre. Necesito continuidad y necesito la pretemporada. Lucharé para ponerme bien y demostrarle al entrenador que puedo volver a ser importante", reconoce, en las últimas horas.
No va a volver, con el resto de sus compañeros, el próximo 2 de enero. Va a tener apenas una semana de vacaciones. "Entre el 20 y el 22 de diciembre voy a arrancar a entrenar solo. Quiero estar a la par. Ya hablé con el profe y los médicos para arrancar antes", cuenta. Hay un plan físico y mental en marcha. Héroe, villano y peleado con el gol: las máscaras de Pratto en casi, casi, dos temporadas en River que parecen toda una vida.ß