Inducción a la renuncia
La semana de Independiente estuvo dominada por las gotas de desprolijidad que destiló la comisión directiva al comenzar con una depuración en el plantel. El desguace fue sin admitir sugerencias del cuerpo técnico. El vaso de Enzo Trossero rebasó, no soportó y pegó un portazo cuando aún le restaba más de un año de contrato.
Del análisis detenido de la situación parte la idea de que mucho esfuerzo por retenerlo no se realizó. Es cierto, nadie lo echó, pero del goteo de complicaciones que generaron los dirigentes se desprende que le abrieron la puerta y lo indujeron a la renuncia.
Los mismos dirigentes que en junio último fueron a buscarlo a Suiza hoy lo dejaron sólo. Los mismos que por esos días aceleraron la renuncia del presidente Pedro Iso porque apoyaba la designación de Jorge Solari como entrenador le dieron la espalda. Le prometieron cosas que jamás cumplieron. La actual alianza que, sin cabeza visible, gobierna el club dijo, y muchas veces, que contaría con el apoyo del empresario Daniel Grinbank para armar un equipo competitivo. No sucedió ni una cosa ni la otra.
Entre los dirigentes de Independiente se toma como una máxima establecida dejar huérfanos los malos resultados y las equivocaciones. Los únicos responsables son siempre los técnicos. Ya lo padeció Osvaldo Piazza en mayo último cuando fogueaba un equipo integrado en su mayoría por juveniles y ahora lo padece Trossero como consecuencia de una mala campaña.
Pese a que había muchos puestos por cubrir sólo se incorporaron dos jugadores con condiciones de ser titulares: Andrés Silvera y Pablo Guiñazú. Trossero pidió con insistencia al delantero, lo tuvo luego de maratónicas negociaciones, pero sólo pudo utilizarlo en pocas oportunidades. Por falta de pago, Silvera varias veces se fue sin permiso a Comodoro Rivadavia, su ciudad natal. Lo mismo sucedió con Guiñazú, quien al ver que el club no cancelaba sus obligaciones no se concentró la noche anterior al desquite con Flamengo, por los cuartos de final de la Copa Mercosur.
En Independiente se suele culpar siempre a terceros. No escapó a esa regla Trossero que, invadido en sus funciones, sintió como lo empujaron hacia el final de su ciclo.
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