La doble deuda interna de Marcelo Gallardo: que su River le haga un gol y le gane a Boca en la Bombonera
Al exitoso ciclo del técnico de River también le falta ganar el Mundial de Clubes y un campeonato local; de cuatro superclásicos que jugó como visitante su equipo no pudo anotar en ninguno
Los éxitos del River de Gallardo transformaron al Muñeco en materia de debate frecuente en los últimos tiempos. ¿Es el mejor entrenador de la historia del club? ¿Su lugar en los libros de oro de la entidad de Núñez debería ser mayor al de otras glorias de la institución, como Ramón Díaz , Angel Labruna, Héctor Veira o José María Minella? En todo caso, parecen interrogantes más aptos para los debates televisivos y radiales. Es difícil dimensionar cuál de todos ellos es el mejor técnico que alguna vez hayan tenido los millonarios, esencialmente porque dirigieron en épocas diferentes. Gallardo quebró rachas, rompió paradigmas como las dos eliminaciones coperas a Boca en seis meses y obtuvo seis títulos: cinco internacionales y la Copa Argentina. Sin embargo, le quedan tres objetivos grandes por buscar, tres cuentas pendientes que está a tiempo de saldar, incluso, este año, por más complejas que sean: ganar el Mundial de Clubes, conseguir un campeonato doméstico y llevarse los tres puntos de la Bombonera, donde su equipo jugará el domingo una nueva versión del superclásico .
En realidad, River buscará en la cancha de Boca no sólo una victoria que le permita ponerse a cuatro puntos de la cima, con un partido menos (el 11 de junio jugará su partido pendiente ante Atlético Tucumán en condición de visitante), sino también quebrar otra curiosa racha: desde que el Muñeco asumió a mediados de 2014, el equipo no anotó ningún gol en los cuatro superclásicos que jugó en la Bombonera. El repaso indica que en tres de esas visitas terminaron igualados sin goles, mientras que Boca se impuso 2 a 0, el 3 de mayo de 2015, por el campeonato local.
Las estadísticas ofrecen una lectura inequívoca: los millonarios, que con Gallardo tiene un perfil de equipo muy ofensivo, al ir a la Bombonera no jugaron con la misma ambición y audacia que los suele caracterizar. De hecho, en el primero de los duelos en la Ribera, el 20 de noviembre de 2014 en el choque de ida de una de las semifinales de la Copa Sudamericana, el rasgo distintivo del fútbol de River fueron los dientes apretados para jugar en todos los sectores de la cancha, con Leonardo Ponzio como abanderado. Aquel 0 a 0 fue la cabecera de playa para el triunfo por 1 a 0 en el Monumental, con gol de Leonardo Pisculichi que le dio la clasificación para la final de la Sudamericana, que luego le ganaría al Atlético Nacional de Medellín. Fue el Superclásico en el que Marcelo Barovero le atajó aquel recordado penal a Emmanuel Gigliotti al minuto de juego, poco menos que condenatorio para el delantero, quien al poco tiempo buscó refugio en la lejanía del fútbol chino.
El 3 de mayo de 2015, cuatro días antes del juego de ida por los octavos de final de la Copa Libertadores que River ganó 1 a 0 con un penal anotado por Carlos Sánchez, en el Monumental, la Bombonera fue testigo de un superclásico de bajo nivel, que Boca inclinó a su favor en los seis minutos finales con goles de Cristian Pavón y Pablo Pérez. Aquella tarde, River fue un equipo largo y con escasa profundidad, algo infrecuente durante el ciclo de Gallardo.
Once días después volvieron a estar cara a cara, por la revancha de la serie copera. Aquella noche quedó para siempre en el recuerdo colectivo como la del gas pimienta: se jugaron solamente 45 minutos luego del ataque de hinchas de Boca a los jugadores de River cuando éstos iban desde la manga hacia el campo de juego para afrontar el segundo tiempo. El marcador estaba igualado sin goles, con un Boca carente de ideas y un River que cumplió casi a la perfección una parte del libreto: mantuvo a su rival lejos del arco de Barovero, a partir de la fuerte presencia en el mediocampo del tándem Ponzio-Matías Kranevitter, pero el área adversaria le quedó en un segundo plano. El domingo se cumplirán dos años de aquella noche tristemente célebre.
Acaso el mejor ejemplo para demostrar que al River de Gallardo hasta ahora le resultó más incómodo que placentero jugar en la Bombonera, se dio el 24 de abril del año pasado. Boca jugó con un hombre menos desde los once minutos por la expulsión de Pablo Pérez (le pegó una patada en el estómago a Eder Alvarez Balanta) y ni siquiera con esa ventaja River pudo quedarse con el duelo. El clásico resultó más bien deslucido, con pocas llegadas a los arcos y abundancia de tensión.
Consciente de la importancia del superclásico que se jugará el domingo próximo, Gallardo pondrá un equipo alternativo el miércoles ante Emelec, por la etapa de grupos de la Libertadores, e irá con todos los titulares a la Bombonera, a la espera de saber si Nacho Fernández se recuperará del desgarro que sufrió en Ecuador. Independientemente de ello, el Muñeco está ante otro gran desafío: ganar por primera vez en la cancha de Boca, ese terreno por ahora poco fértil para su River.