Las encrucijadas de un DT que parecía tener todo para ganar
Toda decisión personal debe ser analizada con cuidado, ya que sólo Ariel Holan sabe lo que sintió la tarde del 19 de Octubre, cuando fue apretado por la barra de Independiente. Incluso no sólo es una situación que involucra al entrenador, sino también a su familia. Y que va más allá del hecho de si hay o no gente tras las rejas. No hay nada que garantice la seguridad de nadie en este país, por más que los dirigentes del Rojo lo quieran proteger y le pongan custodia las 24 horas. De última, está en su derecho si el DT no quiere vivir más así, nervioso y tenso en las noches, asustado por si alguien lo va a despertar amenazándolo.
Es una lástima, eso sí, que un ciclo que había sido muy cuestionado desde su nombramiento, encuentre un final abrupto en el momento de mayor consolidación. Porque Holan se había ganado el respeto futbolístico hasta de sus detractores, aquellos que habían puesto sus ojos en el cielo de los drones y no en los ejercicios tácticos que podía estar gestando sobre el campo para armar un equipo campeón.
Y, de aquí en más, si había una persona que había quedado fortalecida tras el título en el Maracaná, era Holan. Desde lo futbolístico, tenía todo para ganar, para seguir cosechando éxitos con un grupo de jugadores que recién se estaba armando, se manejaba unido y aceptando cada uno su rol. Desde las características y las potencialidades, además, con pocos movimientos Independiente podría mejorar aún más, porque todo lo construido sería sobre lo ya ganado. Holan no tenía que empezar de cero y encima iba a tener la posibilidad de levantar otra copa dentro de poco más de un mes. De la única forma que podía ver condicionado su trabajo es si las diferencias con su cuerpo técnico hubieran sido insalvables para seguir juntos. Porque, ahí sí, hubiera sido complejo para él tratar de unificar todo el fútbol de Independiente en un proyecto integral, desde sus inferiores hasta el futsal, si su propio grupo no estaba unido.ß