Punto de vista. Líderes del fútbol y de la psicología
Un equipo de fútbol, sea un seleccionado, sea un conjunto de algún torneo de ascenso, que anhela la consagración o la valoración de un objetivo -léase un título mundial, léase salvarse del descenso-, debe contar en su interior con algo más que talento y garra. No alcanza con el ingenio y el coraje. Hacen falta otros atributos. Que exceden el rigor físico o el acierto táctico. Que superan el límite de una gambeta o una infracción, desde la imaginación del intérprete como desde la decisión del director. La personalidad de los valores -jugadores, entrenadores y algunos actores de reparto, como dirigentes o hinchas- es determinante para el éxito. Y por esa personalidad, muchas veces, el mismo desafío comienza a quebrarse.
La psicología de cada pieza que intenta armar el rompecabezas de un equipo -hasta puede citarse con mayúscula, como la más elocuente definición del término-, ayer, hoy y siempre, es decisiva para apoyar a ese talento, a esa garra o aquella disciplina táctica. El término líder, tan necesario en diversos ámbitos de nuestra sociedad, como en una empresa, se involucra cada día con más fuerza en el juego de la pelota.
En tiempos recientes, Hernán Crespo dijo de Sebastián Verón, ex jugador de la selección con ganas de no serlo: "Es un líder positivo". Anteayer, Lucas Pusineri se autodefinió con el mismo argumento, mientras se despedía de Independiente: "Soy un líder positivo". ¿Existen los líderes negativos? O, mucho más claro, si existiesen, ¿no serían separados por los supuestos compañeros y/o súbditos?
La Real Academia Española lo aclara. El líder es aquella "persona a la que un grupo sigue reconociéndola como jefe u orientadora". El líder que muchos reconocen hoy es aquel referente que muchos criticaban ayer.
Hay un líder, definido, elocuente, que es el entrenador. Y no habría que tener dudas en una imaginaria escala de importancia en el equipo. El que decide, el que manda, el máximo responsable. Y debe haber, entre los jugadores, uno o dos hombres que tengan cierta ascendencia en el campo de juego o en valores ajenos a la pelota, pero jamás debería tomar otras atribuciones, más allá de la pelota.
En el medio de los triunfos, los empates y las derrotas, hay otros intereses. Valores económicos, de prestigio personal, de sueños de futuro. Los líderes, los referentes, muchas veces exceden su terreno y se sienten protagonistas en otros campos, en los que el límite es muy difuso. Muchas veces, algunos jugadores juegan en otro escenario. Y otras tantas, varios entrenadores se exceden en su función. Ellos juegan, éstos dirigen. ¿Que sucede cuando sus liderazgos traspasan fronteras?
La psicología le ganó al fútbol. Aunque muchos, aún hoy, prefieran sacarla al lateral.
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