Los inicios de Guede: dirigió a su primer equipo por Skype, lo sacó campeón y se autodefinió como "genio"
El debut del entrenador de San Lorenzo fue en Centro Deportivo El Palo, un club de la Cuarta División española; historias mínimas de su primera época a cargo de un plantel
El arquero Marc Martínez tomó carrera para sacar del arco y le pasó una de Chaplin: un hincha local escabulló un brazo por la red de piolas que oficiaba de alambrado, lo agarró del buzo y lo frenó. El ataque era primitivo, en su sentido más literal. Martínez era el arquero del Deportivo B, la filial del Deportivo La Coruña, iban tres minutos del segundo tiempo y el 0-0 provisorio clasificaba campeón de la categoría a su equipo, ascendiéndolo a la Tercera División del fútbol español: cualquier demora alejaba todavía más al local de empardar el 4-2 que el Deportivo B había logrado en la primera final.
En otros saques de arco, al menos, los hinchas habían sido más sinceros: lo escupieron, nomás. Pero Marc Martínez no sabía que eso sería un detalle, minucias, color. Que lo importante sucedería cuando Igna, un defensor local, le tirara un taponazo en un ojo a un compañero suyo que se había caído al suelo; que lo relevante ocurriría cuando tres hinchas -vestidos con bermudas- invadieran la cancha para subirse a la montonera rival que festejaba el primer gol. Que lo vital se observaría en el 2-0, a 7 minutos del final, cuando a un rival que corría para celebrar con sus compañeros se le ocurrió hacer esto: escupir a un jugador del Deportivo B.
El arquero no sabía, no podía saber que en una de las últimas jugadas que tuvieron para lograr el gol que los clasificaba a Tercera División, tres delanteros de su equipo desatarían una contra y una pelota volaría, de repente, desde afuera, cayendo en la puerta del área del local; una y luego otra, mientras la jugada seguía, y otra, y una más. Marc Martínez no sabía, no podía saber que los más de mil hinchas locales se abarrotarían en la cancha unos segundos antes de que terminara el partido, y menos, mucho menos que uno de sus compañeros, el portugués Paulo Teles, tuitearía, permitiéndose una metáfora, tras ese día fatal: "Es un equipo de mierda que ni al fútbol sabe jugar. Son unos asesinos del fútbol". Teles se refería al Centro Deportivo El Palo, el primer club que dirigió Pablo Adrián Guede, que aquel día, sábado 29 de junio de 2013, ascendía a Segunda B, la Tercera División del fútbol español.
El Palo es un barrio de Málaga, barrio pesquero, barrio bajo, "un lugar al que era difícil ir a jugar", le cuenta a canchallena.com el español Marcos Álvarez, preparador físico del cuerpo técnico de San Lorenzo, el único grande vivo en el fútbol argentino, uno de los punteros de la Zona 1 del Torneo Transición y que pelea con Godoy Cruz para llegar a la gran final, donde ya espera Lanús. Lo difícil, parece, no era por lo cuchillero que podía ser El Palo, sino porque el equipo "era el Barça del Ascenso español. Cancha a la que iba, cancha en la que jugaba con su estilo: pelota al piso, ofensivo, veloz". Un equipo que usaba para sí mismo, parece, el valiente miedo del que nada tiene para perder: el presupuesto de El Palo era de 100 mil euros, no sólo el peor de la categoría sino más bajo todavía que el sueldo del entrenador de un rival, el del Atlético Malagueño, Josep Clotet. Esto, encima, para la temporada en la que ascendió, dos años y medio después de que Guede empezara a entrenar.
La mayoría del plantel cobraba menos de 200 euros y había nueve jugadores con los que la dirigencia había acordado que no se les iba a pagar. Los aficionados argentinos que son técnicos y/o juegan a serlo un sábado o un domingo a la mañana –enseña esta historia– se pueden entusiasmar: a la cancha de El Palo, el primer equipo de Guede, la cruzaban otras dos, de fútbol 5, una en cada mitad. Y peor –o mejor– aún: mientras se jugaba, los empleados dejaban los arcos chicos en cada lateral.
Otro golpe bajo, tan efectivo como real: en sus primeros dos años y medio como entrenador, lo iban a ver, más o menos, 300 hinchas. "Una buena recaudación en el estadio San Ignacio da 250 euros –informaba el diario Málaga Hoy, tras el ascenso– y son 381 los que tienen que pagar al trío arbitral".
Guede no quería ser entrenador. Lo convenció el director deportivo del club, Fernando González Núñez, el 27 de junio de 2011. En los barrios pesqueros, nada comienza con liviandad: a Pepe Sánchez, técnico de El Palo, le había agarrado un ataque al corazón. El director deportivo pensó entonces en Guede, ídolo del Málaga, porque conocía al club, a los jugadores, porque cada tanto iba a ver los partidos, así que una mañana lo fue a visitar. Algunos días después del ascenso ante el Deportivo B, el técnico de San Lorenzo escribió una carta pública en la que recordó aquella reunión.
"Gracias por apostar por mí en un momento que nunca nadie lo hubiera hecho, ni yo mismo apostaba para ser entrenador –escribe Guede, y no resulta difícil imaginar su voz disfónica pero sibilante, suavecita: un Mostaza Merlo unplugged– pero me convenciste para que entrenara y hoy, dos años y medio después, ser entrenador puede ser un medio de vida para mí. Muchas gracias".
"Puede ser un medio de vida para mí", escribió un hombre que hoy dirige a Torrico, Angeleri, Buffarini, Belluschi, Ortigoza, Mercier.
Un hombre –el hombre– que dirige al Ciclón.
En El Palo debutó el 30 de junio de 2011, a mitad de la temporada; perdió 2-1 contra Ronda, y entonces ya se vio –abramos comillas– o la rigurosidad del ascenso o su soñada intensidad: a su equipo le amonestaron a siete jugadores. Ese año dirigió 16 fechas al equipo: perdió la mitad. Su primera temporada completa fue la 2011/12, y otra vez: El Palo fue un equipo camorrero, cuchillero, un equipo que iba y lo tajeaban, pero –ah– no sabés cómo quedaba el rival. Ganó 19 partidos y metió 63 goles, perdió 13 y le metieron 57. Salió 9º. Esto, obviamente, merece una traducción: hace tres años y medio, el técnico de uno de los equipos más grandes de la Argentina se bamboleaba en la mitad de tabla de una Cuarta División.
"Hasta que en diciembre de 2012, ante 20 o 30 personas –intercede González Núñez, el directivo del club, charlando con Málaga Hoy–, dijo que nos íbamos a jugar el liderato en el campo de la Federación. Nos reímos de él, le llamamos loco".
Así que el loco –que como futbolista había jugado en Xerez, Málaga, Elche, Polideportivo Ejido, Melilla y Real Jaén–, un tipo que "aunque ahora gane no está contento porque quiere que San Lorenzo sea a su imagen y semejanza", según cuenta Marcos Álvarez, creó un equipo que, sí, era como él. "Un terremoto", subraya el español. "Un equipo al que entrenaba como si fuera el Bayern Munich", se asombra todavía González Núñez. Así que el loco –el hombre que en su habitación tenía un cuadro de Guardiola, como si fuera Violeta o Axel Rose– dirigió a un El Palo que estaba a cuatro puntos del último clasificado a la Liguilla cuando una enfermedad que sufría su papá lo obligó a volver al país. Faltaban 14 fechas y al equipo lo agarró su segundo, Daniel Pérez. Desde Buenos Aires, Guede dirigía a El Palo por Skype, charlando con Pérez, organizando los entrenamientos, viendo los partidos –obviamente– por internet. Con el Pérez presencial y el Guede virtual, El Palo fue campeón del Grupo 9 de la Tercera División B por primera vez en su historia. Entonces jugó la final, que perdió ante el Burgos (0-0 y 2-3), y luego cayó a la Liguilla: con un 7-2 global se limpió al Jumilla, antes de enfrentar al Deportivo en la final. Antes de la hecatombe. La debacle total.
En el primer día de la primera pretemporada que comandó en su vida, el técnico de San Lorenzo les regaló dos libros a sus jugadores. Uno, El líder sin cargo; el otro, Las cartas secretas del monje que vendió su Ferrari. A los dos los escribió Robin Sharma, un canadiense experto en liderazgo y desarrollo personal. Algo tiene Guede con el mensaje, la palabra. Además de la carta pública en la que le agradeció que lo había convencido para ser entrenador, después del ascenso también le mandó un mail a González Núñez, el director deportivo del club. En él, le recordó, le escribió: "No me llames loco. Llamame genio".
Números totales
Sin contar los partidos que dirigió su ayudante, Daniel Pérez, el técnico de San Lorenzo estuvo 80 partidos al frente del equipo español. Ganó 34, empató 22 y perdió 24, o sea, un 51% de efectividad. Con 130 goles a favor y 108 en contra, el dato está ahí: en los encuentros que dirigió Guede hubo, de promedio, 2,97 gritos en cada uno. El año pasado, el Centro Deportivo El Palo descendió. Y ahora juega, otra vez, en la Cuarta División.
if/ae
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