El Messi más humano, en tiempos de pandemia
Lionel Messi rompió buena parte de la lejanía. A los 33 años, quizá por primera vez más a gusto en el seleccionado argentino que en Barcelona, se dejó llevar por el corazón en un 2020 que la humanidad recordará como el año de la angustia. Al menos, así lo interpretaron los oídos que precisaban escuchar ese mensaje. Palabra por palabra. Cálidas, casi abrazadoras en tiempos de aislamiento o, con suerte, de fría distancia social.
"Es un año complicado para todo el mundo. Todos lo estamos sintiendo mucho. Jugar con la selección y darle una alegría a la gente con esta victoria, más allá del juego, es bueno para descomprimir un poco. Mucha fuerza para todos los argentinos porque sé que es un momento muy difícil para todos".
Por primera vez, Messi aceleró las pulsaciones por lo que dijo. Algo difícil en él, poco amigo de los discursos y de la sensibilidad alejada de su pierna izquierda. Quizá no se haya dado cuenta. Quizá, sí. Tal vez haya estado pensado desde antes. No se sabe. Es más, no importa. Lo que sí trasciende es que Messi les habló a todos. A los futboleros de pedigree. Pero también a los que no entienden nada del VAR ni de posiciones adelantadas. A los médicos, enfermeros y pacientes. A los que sufren el encierro desde marzo. A los chicos que extrañan las diabluras en cualquier patio de recreos. A los que bajaron las persianas. A los que las deudas los agobian. A los que dejaron la Argentina o están en la fila virtual de algún consultado. A los que hace siete meses sostienen la cuarentena a rajatabla y no ven a sus familias. A los que la pandemia les arrebató algún ser querido. A los que, simplemente, extrañan la vida de antes.
Esta renovación que encarna el seleccionado argentino tiene la gran oportunidad de refrescar los sentimientos, de volverse más humano con una cercanía que, seguramente, trascenderá los atípicos tiempos de tribunas vacías. Muchas veces, incontables, con estadios repletos el vacío fue abrumador, hiriente. Son jóvenes y el pedestal queda lejos. Se les presenta la oportunidad de trascender con un mensaje que jamás podrá interpretarse por las redes sociales. Directo. A los ojos. Espontáneo o analizado, pero imprescindible para aquellos que más lo precisan y están en una clara desventaja.
Algunos le piden que, primero, juegue. Pero lo mejor que hizo Messi una noche en la Bombonera de los latidos fue ponerse en el lugar de todos. Cerca. Lo que tantas veces se le reclamó. La gran mayoría de los argentinos se habrá sentido, al menos por unos minutos, un tanto más reconfortado.
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