Por qué la ambición por ganar la Copa con Boca le cambió el chip a Guillermo Barros Schelotto
Cuando de Guillermo Barros Schelotto se habla, rápidamente llegan a la mente aspectos de ese estilo que ponderó en Lanús e intentó copiar dirigiendo a Boca: mirar el arco rival, con una feroz verticalidad. Hoy en día, en ciertos partidos respeta esa idea, aunque con el obstáculo de no darle a su equipo una identidad de juego más clara y sustanciosa. Quizás eso tenga una gran influencia en lo que es hoy el Mellizo, porque no es el mismo: la ambición por ser campeón de en la Copa Libertadores le cambió el chip a él y a sus jugadores, que parecen haber encontrado un carácter y una mentalidad distintas para afrontar partidos internacionales importantes y así forjar triunfos. El camino al éxito tan deseado continúa este miércoles en la revancha ante Palmeiras, en la que lleva a San Pablo una ventaja de 2-0, pero encontró un rumbo más claro a partir de elegir lo más conveniente para Boca.
La primera imagen del xeneize en la Copa Libertadores fue apática, a tal punto de tener que gritar los goles que el propio Palmeiras, con quien compartió el grupo, le hizo a Junior de Barranquilla en la última jornada de la etapa de grupos y que le permitieron la clasificación. No obstante, desde los octavos de final el equipo mostró otro espíritu.
Hubo un punto de inflexión que se llamó Argentinos Juniors. Cuando lo enfrentó por la Superliga, cuatro días antes de jugar el primer desquite de cuartos de final ante Cruzeiro, Boca obtuvo la victoria por la mínima diferencia en una cancha difícil, de pocos espacios y en la que meses antes había sufrido una dura caída en juego, pero sobre todo en actitud y táctica.
Guillermo parecía haber aprendido una lección. Porque prefirió cerrar el encuentro con mucho tiempo de antelación pese a que labor del Bicho era pobre: retrasó las líneas, cambió el esquema para sumar un volante más en el centro del campo e hizo que tanto Cristian Pavón como Sebastián Villa, dos wings natos, dejaran de ser extremos para ir unos metros detrás: Boca luchó el partido y no lo lastimaron. El hombre en cuestión quedó más que conforme: "Jugamos el partido que debíamos jugar, porque estuvimos muy concentrados y metimos mucho. Y cuando nos tuvimos que defender, lo hicimos muy bien".
El Mellizo se retiró de La Paternal con las cosas claras: ya tenía una fórmula más acorde para jugarle a los de Belo Horizonte en la Bombonera. Había que dejar de lado el vértigo para pasar a ser un conjunto más inteligente, con la cabeza fría y el corazón caliente para combatir en cada sector del campo. También estando atento al detalle, esa palabra que se sobrepone en estas instancias de definición. Y ostentar un mayor equilibrio con el que dejara de pensar únicamente en el arco contrario: le hizo un gran hueco a la protección, la atención y el esfuerzo defensivo para evitar sufrir.
La realidad es que así el xeneize se sintió más seguro y fuerte. Ya frente a Libertad de Paraguay, en los octavos, había insinuado un fútbol menos directo y sí más estudioso en el 2-0 de la ida: ese resultado siempre ideal en los mano a mano se hizo costumbre en la Bombonera, ya que también lo sufrieron Cruzeiro y Palmeiras.
Por eso, en Boca empezaron a repetirse palabras que dan tranquilidad. "El equipo demuestra solidez, los mediocampistas están haciendo un trabajo impresionante y los defensores estamos tratando de colaborar con esa firmeza. Hoy los resultados son lo más importante y nosotros los estamos consiguiendo", supo expresar hace semanas Carlos Izquierdoz. Fernando Gago, que no es titular, incluso se sumó: "Lo individual hace lo grupal. Y si tenés el equipo con esta firmeza y orden, se hace más fácil que no te entren".
¿Las claves? Haber encontrado en el Cali a un zaguero fuerte que no le quedaría nada mal la cinta de capitán: su figura se impone adentro y afuera de la cancha. Tener en Lucas Olaza a un lateral izquierdo de buena pegada que juega firme cada partido. También que Nahitan Nández haya recuperado el nivel del año pasado para formar el medio campo batallador con Wilmar Barrios y Pablo Pérez. Y, por último, tener en Sebastián Villa a un clon de Cristian Pavón: voracidad ofensiva y sacrificio defensivo, un combo perfecto para utilizar fuera de casa, como ocurrió en el Mineirao y probablemente se vea en San Pablo mañana.
Todo se ve reflejado también en condición de visitante. Aunque por su flojo desempeño en la primera fase quedó mal posicionado y define cada serie lejos de la Bombonera, este factor no lo debilitó. Al contrario: siempre supo jugar con los triunfos del primer desquite de cada etapa. Porque en Asunción se impuso 4-2 y e igualó en Belo Horizonte en la última jugada para sellar el pasaje a semifinales. Aquellos conceptos que brindó en el triunfo a Argentinos fueron ampliados por Guillermo tras la victoria al Verdao: "La realidad es que fuimos ordenados, inteligentes y jugamos con mucha disciplina. Se notó. Ellos ganaron todos los partidos de visitante en la Copa, pero no nos generaron situaciones".
Palabras no tan habituales en Barros Schelotto, pero que encajan a la perfección en un Boca que siempre encuentra la vuelta de tuerca para ser copero.
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