Presidente de la Nación... y de la AFA a distancia
Macri toma como un tema personal la situación del fútbol; gestionó ante Infantino la intervención de la FIFA, logró tener gente de su confianza en el Comité de Regularización y sigue de cerca la elección del DT de la selección
Noche de martes y Fernando Marín a punto de entrar al set de “Intratables”. El teléfono comienza a sonar y no hay manera de no atenderlo, porque el que llama es el presidente Mauricio Macri.
Hiperconectado y al tanto de todos los detalles en la evolución de la crisis del fútbol argentino, lo sucedido en los últimos días con la AFA es una suerte de compensación personal para el inquilino de la Casa Rosada, que no puede correr tras la número cinco en Olivos ni transpirar con el paddle –los médicos se lo prohibieron–, pero sí viene logrando la cuadratura del círculo en el inframundo de la calle Viamonte.
Lo suyo es ver para creer. El anuncio de los clubes de que renuncian voluntariamente a la financiación estatal del Fútbol Para Todos (FPT) es el último eslabón hasta ahora de una cadena que incluye la neutralización –por tiempo aún por definir– de Hugo Moyano y Marcelo Tinelli y una intervención de la AFA que en los papeles es de la FIFA, pero en los hechos es del Gobierno.
Para llegar a eso hubo una buena cuota de fortuna, porque un año atrás, con la FIFA y la Conmebol hundidas en el escándalo, el Gobierno no habría tenido forma de avanzar hasta donde avanzó. Pero Macri se encontró, un mes después de asumir el 10 de diciembre, con que su amigo Alejandro Domínguez ascendía a la presidencia de la Conmebol. Primer gran golpe de suerte. Semanas más tarde, Gianni Infantino completaba el combo al poner fin a la “era Blatter” para encabezar una FIFA que, de tan teledirigida desde el Departamento de Justicia de los Estados Unidos que estaba, sólo disponía de dos opciones: cambiar o cambiar.
Macri decidió enviar a Zurich a Marín, amigo de toda la vida y al frente del FPT. Infantino lo recibió hablando inglés, pasó al italiano y terminó en su buen castellano. Aunque el presidente de la FIFA escuchó y preguntó durante una hora y media para intentar entender qué sucedía en la Argentina, la situación era demasiado compleja. Las palabras “caos” y “desorden” con que insistió Marín eran impactantes, pero insuficientes. Así, durante semanas fueron y vinieron papeles entre la Argentina y Suiza, siempre con la intención macrista de forzar una intervención light a la AFA y, de paso, quitar del camino a los polos de poder encarnados en Moyano y Tinelli. Un grupo reducido de abogados trabajaba los siete días de la semana escribiendo y reescribiendo propuestas, hasta ese sábado 28 de mayo que juntó por teléfono a los dos presidentes, el de la Argentina y el del fútbol.
Acostumbrado a mandar con suficiencia en Europa y disfrutando de sus primeras semanas como rey del fútbol mundial, Infantino se encontró con algo que lo descolocó: un interlocutor nada impresionado por su posición.
“No sé si me entiende bien. Soy el presidente de la Nación, no un ciudadano cualquiera sin responsabilidad. Si le digo que están comprobados los delitos en la administración de la asociación lo hago con pruebas suficientes”, le lanzó Macri a un Infantino que le recordaba la autonomía del deporte y los recaudos por tomar con miras a cualquier intervención a una federación.
Impaciente, Macri lo frenó en seco: “O me acompañan o estoy dispuesto a avanzar por mi cuenta. El dinero fue desviado, por eso estamos pidiendo que usted habilite la intervención del Estado”.
Aunque formalmente la intervención no es del Estado, lo cierto es que Macri apostó fuerte y ganó. “Nosotros tendremos un pasado en la AFA, pero la FIFA también. La responsabilidad de lo que pasó es compartida”, explicó a LA NACION un miembro de la mesa macrista de fútbol, que elogia los movimientos de la jueza María Servini y la decisión de la Inspección General de Justicia (IGJ) de suspender en su momento las elecciones en la AFA.
Y aunque es cierto que el jefe del Estado no logró imponer a Marín como presidente del comité de regularización de la AFA, ni a Daniel Vila y Graciela Ocaña como integrantes –ahí Infantino se hizo valer–, la opción de Armando Pérez terminó demostrándose también funcional: en sus primeras horas al frente del comité, el presidente de Belgrano consultó cada movimiento de cierta entidad con Balcarce 50, más allá de sorprender con una reunión con Luis Segura, hasta ahora presidente de la AFA. Por la tarde Gobierno y comité se juntarían en su casa.
No se anunció aún, pero Marín tendrá un papel en el nuevo esquema de gobierno de la AFA: será “controller externo” por insistencia personal de Fernando de Andreis, secretario general de la Presidencia.
“Queremos saber adónde va la guita y asegurarnos de que va a ser una etapa de transparencia”, es la explicación en el Gobierno, que ve en Pérez la virtud de ser “equidistante de los clubes grandes y chicos” y destaca su experiencia en Belgrano, “similar” a la de Marín como gerenciador de Racing.
¿Qué puede pasar? Más de uno de los que tuvieron poder en la AFA podría ir a prisión, da a entender con claridad a LA NACION un miembro del consejo ejecutivo de la FIFA que sigue al detalle lo que sucede en Buenos Aires: “La FIFA quiere que haya responsables de lo que sucedió en la AFA. Y la Superliga no se puede hacer a costa de la AFA, dejándole todas las deudas”.
No, no se puede, por eso el proyecto quedó postergado hasta 2017 y el campeonato comenzará el 19 o el 26 de agosto. Ahora es otro el tema candente: decidir quién dirigirá a la selección, y resulta difícil pensar que Macri –que desborda a sus colaboradores haciéndoles trabajar domingos y feriados– no se tentará con utilizar su poder y ser el que elegirá. Ya lo hacía como presidente de Boca, ¿por qué no como presidente de la Nación? Marín niega con la cabeza: “Hay algo que es cierto, y es que no se va a nombrar a ninguno sin que lo sepa el presidente. Pero Macri es mucho más prudente de lo que se cree. Escucha muchísimo, aunque en su posición él tenga el sí y el no para todos los temas”.
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