Racing y la primera vez en el Maracaná: una oportunidad histórica para romper rachas y espantar la crisis

Contra la historia, contra las estadísticas, contra la ausencia de resultados en las últimas semanas y con la incómoda situación interna que desanda el club como mochila. Racing tiene viento de frente y el martes, en el Maracaná, intentará revertir esa secuencia y clasificarse a los cuartos de final de la Copa Libertadores. El empate 1-1 con Flamengo, en Avellaneda, dejó la serie abierta, más allá de las polémicas decisiones del árbitro venezolano Alexis Herrera. Para alimentar la ilusión, la Academia deberá espantar esos fantasmas que lo persiguen en las visitas a los estadios brasileros. Será una oportunidad histórica, pero también una ocasión para reverdecer, sepultar los conflictos y aquietar un mar que aparece revuelto en una institución que había hecho de la cordura y las decisiones con aplomo un sello distintivo.
El resumen del partido
Con Flamengo solamente disputó una serie, en la Supercopa de 1992, y Racing logró el objetivo: eliminó a los cariocas, aunque a diferencia de la actual llave, el juego definitorio se jugó en el Cilindro. Un empate 3-3 en el estadio Pacaembú (San Pablo), con goles de Alfredo Graciani, Claudio García y Gustavo Matosas; victoria 1-0, con festejo de Graciani -de penal-, en el desquite. Pero los números no le sonríen en el global: apenas dos veces volvió con una victoria. La primera, en 1969, al superar 2-0 a Santos; la última, en 1998, cuando venció 2-1 a Corinthians. El resto, nueve derrotas -la más humillante 7-0 con Palmeiras, en la Copa Mercosur 1999- y ocho empates.
Increíblemente, para la Academia será la primera visita al Maracaná, el estadio emblemático del fútbol de Brasil. Eso también generará una mística particular en un pasaje singular para Racing. En un estadio que envuelve mil historias, la primera sin dudas la final del Mundial de 1950, la oportunidad de enterrar la crisis que golpea, después del anuncio del manager Diego Milito de apartarse del camino a fin de año. Una decisión que provoca un temblor en las oficinas, al punto que el presidente Víctor Blanco ya no descubre la misma fortaleza para encarar un nuevo mandato, pero también en la cancha: el técnico Sebastián Beccacece se queda sin el principal respaldo, sin la persona con la que se reunió para asumir el desafío, luego de reencontrarse con su mejor versión en Defensa y Justicia.

La serie con Flamengo es una espada sobre la cabeza de Racing. Hipotecada la Copa de la Liga Profesional, donde después de cuatro partidos -todas derrotas- conforma con Godoy Cruz y Patronato el triángulo de clubes que ya no tienen posibilidades de pelear por la corona, la Copa Libertadores es una tabla a la que se aferran todos. Superar a Fla no desarticulará la crisis, pero modificará el clima, descomprimirá tensiones y generará una nueva esperanza en un plantel que tiene un fuerte líder en el campo, Lisandro López, aunque el capitán perdió lugartenientes como el chileno Marcelo Díaz, lesionado al igual que Augusto Solari y Mauricio Martínez.
La urgencia también será un extra que deberá sortear Racing, porque el empate sin goles significará el final del camino en la Copa Libertadores. El gol de visitante que anotó Gabigol, es un puñal que incomodará la aventura, aunque también una situación que empujará a la Academia a mirar con convicción el arco de Diego Alves. Anoche, abrió grietas en una defensa que no es sólida, aunque también sufrió con la jerarquía y el desparpajo de Bruno Henrique, una pesadilla para la zaga que alistó Beccacece: a espalda del uruguayo Fabricio Domínguez, el atacante hizo daño y desde esa zona elaboró la maniobra para el festejo de Gabigol.

En la actual campaña, Racing se hizo fuerte fuera del Cilindro: en Mérida, en el debut contra Estudiantes, ganó 2-1; también en Lima, 2-0 frente a Alianza y en Montevideo, cuando derrotó 1-0 a Nacional. Flamengo, el campeón vigente -hace dos días se cumplió el aniversario de la conquista ante River- es el desafío para un club que necesita retomar la calma, después de días agitados. Nada mejor que el mítico Maracaná como marco para encausar una crisis que golpea fuera del vestuario y repercute dentro de la cancha.

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