Ramón se acomodó al ajuste
Si todo termina siendo como parece, Ramón Díaz festejará el domingo su sexto título local como director técnico de River . Entre el primero, Apertura 1996, y este, Final 2014, pasaron casi 18 años, un tiempo significativo para acreditar su vigencia como entrenador. Para los conductores con trayectoria siempre está el desafío de si sabrán adaptarse a los nuevos tiempos, de si serán capaces de interpretar los cambios culturales y sociales como cabeza de grupo. A la experiencia siempre hay que complementarla con el manejo de la actualidad para no caer en el atraso y el estancamiento. Ramón podría hablar largo y tendido sobre las diferencias entre haber hecho debutar a Saviola en 1998 y la oportunidad que les dio en el último año a Álvarez Balanta, Simeone o Andrada.
En lo estrictamente futbolístico, los éxitos en su carrera siempre estuvieron vinculados a su capacidad para administrar en la abundancia, a la dependencia de que le armaran planteles ricos en calidad. El magisterio del Pelado nunca estuvo asociado a su arte para sacarles agua a las piedras o potenciar a grupos de los que de antemano no cabía esperar mucho.
Tuvo el privilegio de poder armar equipos con Francescoli, Ortega, Gallardo, Aimar, Saviola, Santiago Solari, Salas, Cruz, Sorin, Placente, Berizzo, Bonano, Burgos, Astrada, D'Alessandro, Demichelis. Es probable que aquellos River le ganarían al actual por tres goles de diferencia. Incluso para el campeonato que obtuvo con San Lorenzo en 2007 dispuso de un tridente ofensivo que más de un colega suyo le envidiaría, con Gastón Fernández, Lavezzi y Silvera, con un Lobo Ledesma con más resistencia física que el actual y un Orion que empezaba a convertirse en líder desde el arco.
De consagrarse el domingo, este River no tendrá un lugar destacado entre los grandes campeones de la historia, pero sí quedará como el primero de la refundación de un club que está saliendo de un desastre económico y deportivo. Y el mérito de Ramón es haberse adecuado a una situación en la que no sobraban recursos. No tenía tanto para elegir ni tirar para arriba como en sus dos ciclos anteriores. También es cierto que este plantel de River no es marcadamente inferior al de sus competidores, pero por nombres y rendimientos tampoco era una campeón que se veía venir a la legua. Como muchos otros, estaba "ahí", para dar pelea y ver si se podía acomodar. Y se acomodó, pese a un rendimiento irregular, pero con un convencimiento y mentalidad que le alcanzaron para hacerse fuerte cuando debía, sobre todo para reaccionar de duros golpes, como las derrotas seguidas contra Godoy Cruz y Colón, o las sufridas ante All Boys y Belgrano.
Incluso este Ramón debió lidiar con sus propios desaciertos en el criterio para elegir refuerzos, algunos de ellos (Menseguez, Ferreyra, Fabbro) más justificados desde lo afectivo que por la producción futbolística. Desde el último título, con Simeone en 2008, ocuparon el banco Gorosito, Astrada, Cappa, Juan José López y Almeyda. Hasta que volvió Ramón, que está cerca de mostrar con orgullo que en su currículum también tiene una vuelta olímpica en épocas de ajuste.
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