Razones de un final de semestre muy distinto a lo esperado en Boca
Boca llega a las últimas semanas del semestre en una situación muy diferente a la que había imaginado: con el campeonato sin definir, aunque tras la victoria 2-0 sobre Unión quedó posicionado en una situación beneficiosa, y el pase a octavos de final de la Copa Libertadores en el aire, pendiente de terceros. Pero aún peor que esto, el cierre de temporada lo encuentra estancado en un proceso de depresión futbolística que lleva demasiados meses de evolución sin que se detecte una solución aparente.
Antes de iniciar cualquier análisis, no puede ni debe obviarse que al equipo xeneize le ha faltado la suerte necesaria para que no se lesionen aquellos jugadores que le dan un toque de distinción a la línea de juego que elige el entrenador. Aun teniendo un plantel numeroso, en el fútbol argentino no existe recambio suficiente ni en cantidad ni en calidad para suplir a Fernando Gago o Darío Benedetto.
Pero a partir de esta contingencia, y una vez que Boca dejó de contar con la ventaja de no disputar competiciones internacionales, el equipo empezó a mermar su rendimiento. Al principio de manera sigilosa, escondida detrás de algunas victorias cada vez más apretadas; con el paso de los partidos, de un modo más evidente.
En el fútbol se dan procesos naturales. Los equipos sufren bajones y atraviesan momentos negativos, pero la clave, sobre todo en los clubes grandes, es frenar la sangría cuanto antes. Y esto en Boca falló.
Me refiero al juego, no a los números, ya que las posibilidades de cumplir las metas del semestre siguen siendo altas. En ese sentido y en los últimos meses, Boca dio demasiadas y preocupantes muestras de ser un equipo gastado, inhibido. En lo estrictamente futbolístico hay responsabilidades que le caben al entrenador, pero también los jugadores tienen las suyas.
Vestir la camiseta de un equipo grande, y merecerla, exige ser dueño de ciertas dosis de jerarquía, y esto no implica solo la habilidad en el manejo de la pelota o los conocimientos tácticos. Es un todo. Es la idoneidad para sobreponerse rápido de los momentos difíciles y la capacidad para buscar dentro de uno mismo, en el ADN como futbolista, la forma de responder a imponderables adversos, como una racha de lesiones, algunos resultados en contra o un descenso normal en el nivel de juego.
Boca, por el contrario, careció en este tiempo de ese carácter que ha sido rasgo común en todos los buenos equipos del club a lo largo de su historia, sin distinción de un juego más o menos virtuoso. Fue un equipo híbrido, que dio la sensación de hacer todo a medias.
El fútbol es una disputa permanente. En cada rincón de la cancha siempre habrá un rival con la intención de quitarte la pelota. Se necesita determinación para dar un pase, para conducir, para ir a buscar un cabezazo, para rematar al arco, y para tenerla hace falta tener seguridad y confianza en uno mismo. No siempre se puede jugar de acuerdo al manual de estilo del técnico, y en esos casos hay que apelar a la personalidad. Boca, por el contrario, se ha mostrado emocionalmente frágil, con escasa tolerancia a la adversidad.
Las soluciones tampoco llegaron desde el banco. Guillermo Barros Schelotto sabía desde el año pasado que no contaría con Gago ni Benedetto en este semestre, y sin embargo mostró cierta inmovilidad. No encontró un plan eficaz para ir resolviendo los problemas que le fueron surgiendo, y esto abarca lo táctico, lo estratégico y también el error de no definir los roles de algunos jugadores –Nández, Tevez, Reynoso...– para que pudieran desenvolverse en el lugar donde mejor se sienten. La debilidad en un puesto como el de arquero, tan decisivo en el resultado, también debe incluirse en la lista del debe.
En el imaginario del hincha late el pensamiento de que el Mellizo debió cambiar de idea de juego y acomodarse de alguna manera a la realidad de un equipo y unos intérpretes que no le brindaban las mismas respuestas que los originales. En verdad, eso es una incógnita, por más que sea cierto que ni Nández ni Buffarini son Gago y Tevez tampoco es Benedetto. Además, Tevez tampoco es el mismo que era antes de irse a China y que a sus 34 años necesitaría más que nadie del apoyo del equipo.
Es toda esta suma de circunstancias, de factores externos y errores propios, la que conduce a Boca a un final de semestre inesperado. Del que sin duda puede salir airoso, pero que debería alertarlo sobre la búsqueda urgente de una senda para recuperar la chispa y la frescura perdida.
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