Recuperar el juego perdido, el gran desafío que enfrenta Boca antes de su día "D"
¿Por dónde empezar para describir el momento de Boca? Se acumulan tantos factores que no resulta nada fácil resumirlo.
En sus dos años en el cargo, Guillermo Barros Schelotto ha sabido llevar a este plantel, el más rico del fútbol argentino, a ser bicampeón. Lograrlo tiene un mérito innegable y es un punto que se debe poner en la balanza a la hora de la evaluación, al margen de las decepciones en las definiciones mano a mano o las falencias estructurales de su fútbol que, en líneas generales, todos –hinchas incluidos– siempre supimos que existían.
Sin embargo, con el paso del tiempo y la acumulación de jugadores, el equipo en lugar de ganar solidez en las bases conceptuales del juego ha ido agravando su situación futbolística, hasta alcanzar esta actualidad en la que parece gobernar la desorientación y el rumbo parece perdido.
Que ubique al juego como eje principal de los conflictos no es casual. Todos los inconvenientes, los rumores, los manejos equivocados, las explicaciones confusas de los jugadores y los efectos de las crisis nacen desde el mal juego. No hay otra mirada posible.
Si se hace un diagnóstico serio de los últimos tiempos de Boca se verá que su mayor problema está ahí, no en el carácter. Cuando se juega mal se corre en vano, se piensa lento, no se reacciona. Todo lo demás se desmorona lentamente si no hay un plan bien definido, un soporte futbolístico. No soy de la idea de que el entrenador es siempre el responsable de todo, pero la realidad enseña que Boca hoy no tiene un patrón de juego, no queda clara cuál es la búsqueda ni se entienden algunas decisiones puntuales.
El sustento de la idea de un técnico es la formación de sus equipos. Ahí pone en juego su manera de observar el fútbol, y en ese sentido Guillermo no ha estado muy preciso. Que en algún momento en el medio campo junto a Barrios jueguen Fernando Gago y Pablo Pérez, y en otro Nahitan Nández y Agustín Almendra, cuyos perfiles y cualidades son bien distintos, es solo uno de los signos indicativos. Los cambios permanentes que minan la confianza del jugador en sí mismo, es otro. La excesiva urgencia en salir a contratar un lateral izquierdo o un arquero ante las lesiones de Fabra y Andrada puede sumarse al combo porque también altera la dinámica del grupo.
Todas estas situaciones se evidencian cuando llega un resultado adverso, como la derrota en un clásico. Doy fe, porque fui jugador, que es muy difícil encarar el partido siguiente. Uno sabe que no debe entrar a la cancha intoxicado con lo que ya pasó, pero es inevitable quedar vulnerable, tocado, con una sensación de haber defraudado que te recorta el atrevimiento y te impide ver las cosas claras. Si además sin margen de recuperación sobreviene una nueva caída, como la sucedida ante Gimnasia, la tormenta se magnifica.
Entonces salen a la luz las demás cuestiones, todas ellas inevitables. Surgen los rumores sobre el clima interno en el plantel, que nunca es ideal cuando se pierde el placer por jugar y todo es tristeza; o sobre la intención de los jugadores de "echar" al entrenador, algo que no está en la esencia del futbolista, y mucho menos cuando tiene de inmediato un desafío como la Copa Libertadores. Y los protagonistas tienden a brindar respuestas confusas, que pretenden al mismo tiempo no dañar la imagen de su técnico y agradar el oído de los hinchas.
El resultado es que Boca se encuentra frente a una de esas instancias en las que el fútbol te pone a prueba más que nunca, sobre todo cuando se visten camisetas pesadas. Te dice: "Vos jugás en equipos grandes también para sortear estas dificultades".
El partido del jueves ante Cruzeiro se convierte así en un reto y una oportunidad al mismo tiempo, y para afrontarlo precisa de una respuesta y un compromiso global. De los jugadores y del entrenador, que debe ejercer su rol de líder apostando por lo que cree y enviando mensajes que eliminen las dudas. También del hincha.
Es razonable que la gente esté sensible, enojada. Pero no conozco ningún equipo que haya encontrado lo que necesita con un clima totalmente adverso. En el partido de esta tarde ante Colón sería saludable que el público aportara su cuota de sensatez, se guardara su última gota de tolerancia hasta saber lo que puede dar este Boca el jueves en Belo Horizonte y apoyara como hace siempre, como lo hizo con Agustín Rossi la semana pasada. Eso logra una mejor respuesta del jugador que el ambiente hostil. Ya tendrá tiempo para realizar su diagnóstico definitivo.
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