La Copa América se acerca y la selección sigue retrocediendo
Cuando más se acerca la Copa América , esta última serie de dos amistosos de la selección argentina es la que le dejó menos conclusiones positivas a Lionel Scaloni . A la preocupante producción futbolística en la derrota 3-1 ante Venezuela le siguió un 1-0 en Marruecos que, salvo por el acierto aislado e inesperado de Angel Correa en el final, terminó siendo una anécdota en una errada elección geográfica y climática.
"Desde el juego no se puede decir mucho, pero la actitud, las ganas y el compromiso de los muchachos fueron increíbles. Estamos contentos, no por el resultado, sino porque supimos cómo jugar el partido", fue el análisis de Scaloni apenas terminó el amistoso, a pie en el campo.
Ciudad portuaria, desde el estrecho de Gibraltar llegó un viento más favorable para surfear olas en el mar que para intentar jugar al fútbol. Flamearon las camisetas, se revolvieron las cabelleras más largas y el amistoso nunca salió de un remolino nocivo. Las ráfagas de más 50 kilómetros por hora que cruzaron el estadio de Tánger alteraron todo: el juego y los ánimos. La pelota se hizo poco menos que incontrolable, los jugadores la encontraron poco, dieron más seguido con el cuerpo del rival. Así se sucedieron los roces, los empujones, la pierna más alta de lo debido, los tumultos. Hubo 48 foules (27 de la Argentina) en un encuentro que supuestamente tenía otro propósito.
Si a esta Argentina le cuesta ensamblar un equipo y un funcionamiento en condiciones normales, un contexto tan atípico relativiza cualquier análisis. Lionel Scaloni volvió un esquema más convencional, un 4-4-2 que quizá chirriaba un poco con Acuña de lateral izquierdo postizo. El entrenador desarmó la usina de juego a la que le dio más continuidad, con Paredes y Lo Celso, para darle una oportunidad a Guido Rodríguez junto con el exBoca. El volante surgido en River tiene más salida con la pelota que quite, algo que se notó en las dos veces que pisó el área rival, una rareza en un partido mayormente desnaturalizado por factores externos (el viento) e internos (lo irritable que estuvo la mayoría de los jugadores).
Hubo un intento de abrir la cancha con Pereyra y De Paul para generar llegadas con asistencias cruzadas. Cualquier intento se entorpecía por las imprecisiones y las fricciones. Marruecos fue con gusto al choque y no le sacó el cuerpo a ninguna reyerta. Fue un primer tiempo con más amonestados (cuatro, Lautaro Martínez por la Argentina) que situaciones de gol. No hubo posibilidad de ver conexión o algún entendimiento entre Dybala y Lautaro, el tándem de ataque. Con viento a favor en el primer tiempo, la Argentina ponía la pelota en campo rival, pero sin mayor gobierno del desarrollo. Lo positivo: en defensa no pasó muchas zozobras, afirmada en los zagueros Pezzella (una de las individualidades preferidas de Scaloni dentro la renovación que lleva adelante) y Kannemann.
El gol de Correa
Ángel Correa le está dando la victoria a la Selección Argentina [R][R] contra Marruecos [R][R]: pic.twitter.com/sKPoccpBq9&— Esquema Fútbol (@FutbolEsquema) March 26, 2019
Si a la Argentina la pelota se iba larga en los primeros 45 minutos, en los segundos había que empujarla con más fuerza para ganar metros. Lo único que tenía de ensayo el partido eran los cambios de Scaloni, que hizo debutar al arquero Musso y al volante Zaracho, y refrescó la ofensiva con los ingresos de Matías Suárez y Correa.
A falta de brillo y fluidez futbolística, el mayor mérito pasaba por estar ordenado, algo que la Argentina consiguió más en defensa que en ataque. En síntesis, un partido tosco, ordinario, discontinuo, sin actuaciones destacadas. Un compromiso que había que sacarse de encima, irrelevante si la Argentina tuviera un equipo y un estilo definidos. Estos 90 minutos no sirvieron mucho para acercarse a esos objetivos, salvo que con la definición cruzada de Correa –Suárez le hizo muy bien de pivote- se quiera interpretar que los ventarrones de todo el partido se transformaron en una brisa fresca y agradable para la Argentina. La Copa América se acerca y las incógnitas persisten.