River. El “otro” Enzo, de 10: qué piensa Gallardo de la evolución de Fernández, figura ante San Lorenzo
El joven, de 21 años, también juega de enganche; el gol de Paulo Díaz a San Lorenzo, desde el córner, resulta un símbolo del ciclo
Para un grupo de nostálgicos, para un grupo de exigentes, el mejor River de la era Gallardo fue el primero, el de galera y bastón de la Copa Sudamericana 2014. Con Pisculichi, un fantasista. Sin embargo, el título conseguido el 10 de diciembre en el Monumental, un 2-0 sobre el Atlético Nacional de Armani, se resolvió con dos pelotas paradas. Tiro libre de Piscu, cabezazo de Mercado. Córner de Piscu, cabezazo de Pezzella.
La defensa de River era una roca: Mercado-Pezzella, Funes Mori-Vangioni. A lo largo del tiempo, el sello de Gallardo siempre expuso intensidad, protagonismo y pelota parada. Presión, audacia y balón detenido. A Pep Guardiola, a quien admira, pocos le atribuyen ese mérito, más allá de la belleza de los recursos utilizados, siempre al servicio del ataque. El catalán, como el Muñeco, le dedican al pizarrón el mismo tiempo que los entrenadores señalados de cautelosos.
River superó a San Lorenzo por 1 a 0, en el Nuevo Gasómetro, por peso específico, por los apellidos, por las variantes y, sobre todo, porque cuando hay que saltar, salta. Sobre todo, en el área ajena.
Córner de Barco, frentazo de Paulo Díaz, de convincente pasado por el Ciclón. Antes y después, dispuso de tiros en los palos (Romero y Enzo Fernández) y algunas salvadas de Torrico, un pibe de 42 años, con los reflejos de un viejo de 20. El Cóndor es la figura repetida de San Lorenzo, matizado de jóvenes entusiastas, aunque sin brújula. “Nos ganaron por una pelota parada”, asume el arquero.
Y así fue, más allá de que el análisis global tuvo pocas equivalencias. El penal atajado por Armani y la (supuesta) falta de Blandi sobre el arquero, en el final, que podría haber derivado en el empate y que demuestra que, en área propia, el rigor millonario en los ensayos tácticos no suele ser el mismo. También, lo certifica la historia.
En el juego, aprobaron varios. Casco, Díaz, Barco (el día que acabe el 70% de sus incursiones con sentido, vuela a Europa), pero Enzo Fernández, pretendido por Real Madrid, es un caso aparte.
Tiene 21 años. Le cerraron la puerta del Monumental, en donde creció, con un mensaje: “Mejorá, aprendé y volvé”. En Defensa y Justicia fue un faro y hoy, con la palma del Muñeco sobre su espalda, cada día juega mejor.
Es 5. Se siente a gusto al lado de Enzo Pérez, uno de los ausentes (Martínez, De la Cruz, Alvarez...), corre, marca, “entiende el juego” (aquello que alguna vez reclamó Daniel Passarella), se corre a la derecha, se viste de enganche. Hace casi todo bien. Y River, rodeado de figuras –en el campo, en el banco– juega bajo su concepto. Lo mejor que hace, lo que aprendió en este tiempo, es el pase-gol. La asistencia. “Quería ponerle varios pases filtrados a Mati, que es una bestia”, dice, luego del partido, desfachatado, en referencia al regreso de Suárez.
Enzo Fernández y las claves de su gran nivel en el River de Gallardo: "Mis compañeros me ayudan y el cuerpo técnico me da confianza. Marcelo es muy claro a la hora de dar indicaciones."#CopaDeLaLigaxTNTSports pic.twitter.com/6yMgcH0J09
— TNT Sports Argentina (@TNTSportsAR) March 5, 2022
No le agrada hablar de él. Y hace bien: lo que mejor sabe, es jugar, correr, hasta gambetear. “Mis compañeros me ayudan, el cuerpo técnico me da confianza. Estoy contento por la continuidad que tengo”, expone.
Sabe –es imposible no saberlo–, que las redes sociales se nutren de su clase y de las hipótesis. Real Madrid, por ejemplo. “Quiere decir que estoy haciendo las cosas bien, pero tengo la cabeza acá”, aclara.
Gallardo lo conoce de pequeño. Le abrió las puertas para volar. Bien lejos. Le abrió las puertas para despegar. Bien cerca. “El nivel de Enzo Fernández es el crecimiento propio de alguien que da pasos adelante; sigue pisando fuerte. Es muy completo, muy joven, hace méritos para destacarse, en la búsqueda del funcionamiento colectivo. Toma vuelo propio. Pero tiene que ser consciente de que tiene que seguir evolucionando, como todos”, cuenta, luego de la victoria.
El Muñeco escribe en el pizarrón y, siempre, necesita que el vuelo creativo no sea un valor solitario. Días atrás, lo suscribía: “El futbolista tiene que hacer un poco de todo. Ese futbolista que siempre va a sacar ventaja por su calidad técnica y por creatividad, que me encanta, también tiene que estar disponible para encontrar los espacios. Y como los espacios nadie los encuentra estando parado… Vos no te podés quedar parado y diciendo ‘este es mi espacio y acá voy a jugar’ porque no te lo van a permitir, dentro de esa evolución o diferentes formas en la que el fútbol ha ido evolucionando, está también la parte física. Si hoy no estás en condiciones para encontrar esos espacios moviéndote permanentemente, el jugador creativo desaparece. No te podés quedar solamente con la creatividad y el talento sino le das todo el valor de las otras cosas”.
Ahí se presenta en sociedad el “otro” Enzo, el que es 5, 8 y 10. El que sostiene la estructura defensiva, el que juega con la clase que tenía, justamente, su entrenador.
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