Sampaoli no se reprochó nada y señaló fragilidades emocionales
"El Mundial, creo, le pesó a la mayoría". La frase se perdió en el ruido cotidiano del fútbol argentino, pero la pronunció Lionel Scaloni hace algunos días nomás, antes de viajar a Arabia Saudita. Retrato cruel del paso por Rusia. El tiempo acomoda un inmenso puzzle de intrigas y el componente emocional borda muchas explicaciones. En las horas previas al debut con Islandia, Jorge Sampaoli les recalcó a sus dirigidos un mandato: "Jueguen sin miedo". Para entonces ya sabía lo que al aterrizar de emergencia en la selección no había leído correctamente: el escenario anímico era más grave de lo imaginado. Hubo varios llamados de atención, donde la tensión competitiva se desvaneció ante la adversidad: Venezuela por las eliminatorias, el amistoso con Nigeria, la paliza de España… Públicamente, una y otra vez Sampaoli desestimó la ayuda de un psicólogo deportivo. En la intimidad lo intentó, pero cedió ante el rechazo que provocaba la iniciativa. Y de esa responsabilidad, Sampaoli nunca podrá liberarse: se apartó de sus trazos referenciales, de su esencia, de su estilo, y cargará con ello.
"Una cosa era los entrenamientos, que eran de un nivel altísimo, y otra los partidos, donde no podíamos sostener ese nivel de juego". Esta frase también aparece perdida en la entrevista con la que Sampaoli retomó el diálogo con los medios, en este caso, a través del diario español Marca. La radiografía es todavía más severa que la de Scaloni. La fragilidad emocional estuvo presente en casi todo el reportaje con el que el técnico reapareció, con la pretensión de paulatinamente reinsertarse en el sistema para reanudar su carrera. "Muchas veces tuve que acercarme a muchos futbolistas para que disfrutasen... Debíamos tener equilibrio para que la obligación de ganar que tenía el jugador argentino no generara más ansia. Cada partido era casi un sufrimiento", asumió. Siempre en esa dirección, amplió: "Para nosotros y los jugadores ya no era un juego. Fue un trabajo muy duro que no acabó prosperando porque solo había una opción: ser campeones del mundo. Y en esa obligación, ante cualquier adversidad, todo era más complejo. No pudimos disfrutar nunca. La meta era siempre demasiado alta".
"La mochila que tenía este grupo era demasiado pesada, estábamos todos empujados a un camino de obligación en el que era difícil hacer surgir el talento", agregó Sampaoli. Cuidadoso, sin señalamientos directos, insistió con la asfixiante coyuntura. Y de una respuesta puede inferirse que la relación no alcanzó el estado ideal: "Nosotros y los jugadores estábamos obligados solo a ganar y en esa tesitura fue muy duro hacerla fluida". Subrayó en varios pasajes en la misma dirección. "Es la histeria de la inmediatez, el ganar como sea. Y así no se puede. Proyectos, tiempo, corregir errores... Espero que suceda en el futuro", casi que imploró.
"Todo lo externo se nos metió en la concentración", aceptó sobre el Mundial que quedará en la memoria por los rumores y los audios viralizados. Confirmó las reuniones con el plantel y, también, en un momento, haber sumado a Mascherano a la mesa de las decisiones: "Busqué todas las maneras para involucrar al grupo, para tratar de que el jugador se sacase la mochila de no ganar, esa ansiedad que les impedía desarrollarse individual y colectivamente". Y repartió culpas entre las ‘filtraciones’: "El problema no son las reuniones, el problema es que las reuniones se vuelvan públicas. Los jugadores de Argentina del 86 se reunían constantemente, pero nos enteramos 20 años después de que salieran campeones. Yo creo filosóficamente en la participación y en el compromiso. En el fútbol y en la vida".
Como hizo a lo largo de todo su ciclo, volvió a elogiar a Messi. "Fue increíble, sobre todo por verlo tan comprometido, sufriendo mucho cuando no se ganaba. El mejor jugador de la historia estaba muy comprometido. Leo sufría como ninguno la imposibilidad de ser. Le pesaba como al que más no haber podido trascender grupalmente". Como siempre, lo arropó depositando imputaciones en un contexto hostil: "Imagínese a Messi, que viene de una estabilidad muy grande en su club de España. Allí maneja los tiempos... y llega a su país, Argentina, y tiene que ganar como sea, con una histeria colectiva muy grande. Así no se puede. Y si no gana, sabe que se le vienen muchas críticas. Así no se puede ni jugar ni disfrutar", apuntó.
Las urgencias, una y otra vez, fueron el eje para sus argumentaciones. Incluidas, la predilección por los históricos: "Estábamos con una necesidad inmediata de ganar, y había jugadores que venían del proceso de Brasil, con una final jugada a sus espaldas. Y yo aposté en el corto plazo por ellos". Ante la consulta sobre si se arrepentía de algo, respondió: "No creo que tenga que reprocharme cosas. En la adversidad aprendí mucho para el futuro". Ofreció un vasto panorama de lo inconcluso, de todo lo que no se resolvió en las entrañas de la selección. ¿No pudo, no quiso, no lo dejaron? Por qué, esa es la gran respuesta que sigue pendiente.
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