Atlético Tucumán venció al San Lorenzo de Almirón y es escolta de Racing en la Superliga
Se puede pisar fuerte en la Superliga sin hacer demasiado ruido. No hace falta estrenar entrenador, no es necesario ser el equipo con los nombres más rutilantes, tener una marca atildad en el juego ni tener dirigentes de alto perfil, alcanza con mostrarse como un candidato competitivo y de respeto. La sencillez también es una fórmula para desarrollar un equipo y desde allí se puede alcanzar el segundo escalón de la competencia doméstica. A Atlético Tucumán no le interesa demasiado lo que se piense de sus formas: suma y suma. Y mucho menos le importa que delante aparezcas un equipo como San Lorenzo, al que nunca le había podido ganarle en su cancha y ayer le pegó un cachetazo de esos que duelen. Es que el Ciclón estrenaba DT en su casa y tenía la ilusión de sostener algo de lo que había mostrado ante Vélez, pero se le corrió el maquillaje de la primera cita y se le notaron las imperfecciones de siempre. Y justo quedó desalineado en la cita previa a tener que recibir en el Bajo Flores a Huracán...
No fue el mejor partido, no mostraron los dos una producción que les permita dibujar en el horizonte una sonrisa. Y allí San Lorenzo es el que se pierde en sus pensamientos porque necesita creer que puede salir del pozo anímico en el que está empantanado, porque está desesperado por dejar de recibir goles (solo en uno de los últimos 18 juegos no le marcaron) y porque necesita ganar (apenas celebró 5 veces en el semestre). Pero para el conjunto tucumano esas cuestiones son lo de menos, porque gana y no le importa otra cosa. Pega cuando puede y cuando duele. Produce poco ofensivamente, pero sabe aprovechar hasta la último recurso del almacén de talentos que tiene.
Y cuenta con un buen administrador, porque Ricardo Zielinski es un experto en eso de sacarle el juego a todo. El sacrificio como estandarte, el orden como religión y un par de toques para abrir camino en el ataque le alcanza para hacer daño. Así construyó la acción entre Aliendro y Acosta que desembocó en el penal de Coloccini. Después Rodríguez hizo su trabajo y Navarro no tuvo suerte porque el penal de La Pulga terminó por darle en la espalda y se metió.
Pero es apenas un detalle, porque Atlético ya había hecho su trabajo de desgaste y San Lorenzo que busca cómo reconstruirse con Jorge Almirón demostró que todavía está lejos de encontrar el camino para resolver dilemas como los que le presentaron los tucumanos.
Y el resumen de lo que puede hacer Atlético ante un Ciclón que está en el taller mecánico y no parece tener los repuestos para solucionar el problema, se advirtió cuando el equipo de Zielinski se pasó dos veces el balón y San Román sacó un bombazo de derecha que dejó sin alcance a Navarro. Nada de complicaciones, todo efectividad.
Una vez que el Decano hizo su negocio, porque de eso se trata lo del conjunto tucumano, se encargó de desactivar cada intento de San Lorenzo. Y lo mejor del caso es que Atlético no se anda con esas cuestiones del romanticismo del juego, defiende, cobra las que le quedan y punto. En la segunda parte tuvo apenas una en los pies de Leandro Díaz que no pudo resolver bien y después se concentró en evitar que le descuente el local. Se desconectó dos veces y San Lorenzo tuvo una con Botta y otra con Reniero que no supieron capitalizar.
Y el problema para el Ciclón es que, por ahora, cuando se mira al espejo y observa a sus dos últimos rivales (Vélez y Atlético) se encuentra desnudo y con una enorme sensación de vacío.