Suspenso, goles y emociones: la mejor Champions League en varios años
Para tener tanto éxito en la Champions League hace falta un punto de inconsciencia, ir un poquito más allá de lo racional, de lo cartesiano. Como lo hace Real Madrid a lo largo de la historia. Saber sufrir y no sucumbir; verse a un paso del abismo y volver a tierra firme. Sentir que puede quedar eliminado y alcanzar la cuarta final en los últimos cinco años. Tener el hándicap de que si el árbitro se equivoca, lo más probable es que sea para su beneficio, como ocurrió con el penal que el árbitro turco Cakir no cobró tras una clara mano de Marcelo. Sin contar otras acciones un poco menos controvertidas, cuya sanción estuvo lejos de favorecer a Bayern Munich . De todo eso le sobra a Real Madrid, nuevamente finalista tras un partido de locos, vertiginoso, disputado de principio a fin. Una semifinal sin un gramo de especulación, menos pensada que ejecutada con los pulmones y el corazón. A tumba abierta.
En el Santiagio Bernabéu se asistió a otro de los estupendos partidos que está ofreciendo la Champions. Uno más, para sumar a los de las espectaculares series Manchester City-Liverpool, Real Madrid-Juventus, Roma-Barcelona y Liverpool-Roma, que este miércoles tendrá el desquite en el estadio Olímpico, como para que no haya abstinencia. Fueron choques repletos de goles y emociones, salidos de los esquemáticos pizarrones para vibrar sobre el césped. Larga vida al fútbol con este tipo de partidos, seguirá cautivando a multitudes. La mejor Champions en los últimos años; lo bien que haría en contagiar al inminente Mundial.
Se batieron como dos colosos Real Madrid y Bayern Munich. Le rindieron el mejor homenaje posible al historial que los muestra como el enfrentamiento más repetido, en 26 ocasiones. Menos rigideces tácticas, lo tuvo todo: suspenso, drama, euforia, decepción, entrega absoluta, aciertos, errores. Bayern Munich atacó por todos los frentes, como si fuera un desembarco militar para conquistar un territorio. Real Madrid respondió con vergüenza deportiva, con ese instinto tan especial que en la Champions lo pone a salvo cuando parece que está a punto de claudicar.
Con el 2-2 pasó Real Madrid, algo que ya parece que es ley, un mandato del destino. Será su 16ª final (tiene 12 títulos). Le sacó el jugó al 2-1 del Allianz Arena. No ganó en su casa, como tampoco lo hizo contra Tottenham, Juventus ni contra los seis primeros de la Liga de España.
Real Madrid no se ajusta a los cánones. Sobrevivió a una serie en la que Cristiano Ronaldo no marcó goles en los 180 minutos, luego de haber convertido puntualmente en los 10 cotejos anteriores. Sin puntería el portugués, se le despertó el olfato al talentoso Benzema , autor de los dos goles, la misma cantidad que había señalado hasta acá; por cierto, aquellos dos tantos ante el débil APOEL no tienen la trascendencia de estos.
Real Madrid pudo quedar condenado por su permeabilidad defensiva. Sin un lateral derecho de oficio (lesionado Carvajal y fuera de su mejor física Nacho), el voluntarioso Lucas Vázquez, que ya había ocupado esa posición en el último tramo del partido en Munich, sufrió lo indecible con la velocidad y el espíritu competitivo de Ribery, que hubiese merecido una final. "Tiene 35 años, pero corre como uno de 25", había elogiado Vázquez al francés tras la ida. Por esa lado también se proyectaba el reaparecido Alaba, que remolcaba a Modric.
Fueron necesarias varias tapadas providenciales de Navas. Sin mucho estilo, pero sí con gran arrojo. Bayern Munich nunca debe haber extrañado más al lesionado Neuer al ver cómo Sven Ulreich fallaba increíblemente al querer despejar un pase un tanto comprometido de Tolisso.
Por resultado, Real Madrid nunca estuvo eliminado. Como contra Juventus, se vio en desventaja muy pronto por el gol de Kimmich, el lateral que también marcó en Alemania. El empate de Benzema fue gracias a una proyección de Marcelo, cuyas concesiones defensivas compensa con ataques determinantes. Después llegó el regalo de Ulreich y más tarde el empate de James Rodríguez, que no lo festejó en consideración a la hinchada que lo cobijó durante dos años.
El final fue electrizante, con un Bayern cargando con la furia que lo que puede hacer un equipo alemán herido, orgulloso. Aguantó el Madrid; se podría decir que lo hizo con el miedo en el cuerpo, pero tratándose del más ganador de la competencia también hay que hablar de una de las tantas maneras de ser valiente y resistente.