Todo lo que no vemos por mirar solamente la final de la Copa Libertadores
Omnipresente en cada reunión. Monotemático en cada encuentro de amigos. Rutinario y repetido en cada medio de comunicación casi hasta el hartazgo, los últimos noventa minutos de la Copa Libertadores 2018 traerán por lo menos dos buenas noticias. Tendremos campeón y el reloj futbolero de la Argentina volverá a correr hacia adelante. Bien podría decirse que "la vida es eso que pasa mientras se espera que se juegue la final de América" y aceptándolo como una licencia poética o una simple exageración de esas que el fútbol entrega a menudo, no parece tan descabellada.
Por decisión propia, este periodista decidió dejar su columna durante dos semanas antes que escribir ociosamente alrededor de lo poco que había para decir y lo mucho que había para llenar. Jugando al juego del gato y el ratón, Gallardo y Guillermo probaron distintas fórmulas luego de la igualdad de la ida, ensayaron múltiples variantes e instalados en el reino del desconfío aún no terminaron de mostrar sus cartas para el juego. Si especular acerca de lo que pueda pasar siempre es riesgoso en el fútbol, aunque de eso se trata parte del oficio, en este caso hubiera resultado definitivamente imprudente.
En todo caso y viendo el poderío que tuvo "la final de finales" en relación con otros temas, sí vale el ejercicio de ponerlos sobre la mesa, recuperarlos y evitar que el árbol del superclásico tape el bosque del fútbol argentino.
Poco y nada de habló de la Superliga. Ese campeonato que aún tiene más asteriscos de los que desearía y que muestra a Racing como un firme líder. La Academia domina en soledad un torneo en el que Atlético Tucumán y Defensa y Justicia resultan ser un soplo de aire fresco entre tanto gigante irregular como Independiente, distraído en otros menesteres como River y Boca o en plena transición como San Lorenzo. El equipo de Coudet quiere armar un buen colchón de puntos de ventaja para estar a salvo de cualquier resbalón y los resultados y a veces también el juego, le sirven de aliados casi incondicionales. Algunos escalones por debajo, tanto el Decano como el Halcón se sostienen en ideas de juego definidas y entrenadores que saben disimular recambios enormes de planteles cada vez que cambia el almanaque futbolero.
¿Y la selección? Desde la repetida ausencia de un proyecto serio, seguramente confirmará a Lionel Scaloni como entrenador y lo sacará de su etiqueta de "interino". Con nulo poder de seducción para atraer a los nombres de elite (Simeone, Pochettino, Martino o Gallardo) y sin reacción ni creatividad para indagar acerca del deseo de otros muy buenos entrenadores (Gareca, Almeyda, Pekerman, Holan, Coudet, Heinze entre otros), confirmar a Scaloni suena a una decisión tomada mucho más por conveniencia que por convicción. El joven entrenador se encargó de iniciar una renovación tan saludable como lógica y esa decisión, más el buen feeling con el nuevo grupo parecen ser suficientes para los que entienden que lo suyo puede continuar como mínimo hasta la Copa América. Nada de ir ganando experiencia en juveniles y formarlo para que llegue al puesto máximo dentro de cuatro años y con otra espalda. Todo bien argentino. Mientras siga reinando la improvisación, el seleccionado seguirá lejos de la excelencia, más cerca de ser un producto Outlet que uno Premium, al que ni siquiera los éxitos podrán disimular una forma de conducción más cercana a la intuición que al conocimiento.
Otro aspecto llamativo fueron las declaraciones de Mauro Icardi luego de marcar su primer gol con la camiseta albiceleste en el amistoso ante México. Abandonando la corrección política, el delantero fue crítico con los experimentados jugadores del ciclo anterior respecto a humores, compañerismo y convivencia. Asumiendo el liderazgo de la nueva corriente, el capitán del Inter entregó un par de afirmaciones que cuando alguno de los nombres de la vieja guardia retorne a Ezeiza, implicará como mínimo alguna charla aclaratoria.
Por último, y aunque las imágenes de la barbarie en las calles aledañas de la cancha de All Boys se vieron en cuanta red social y programa de televisión hay dando vueltas, el tema se evaporará en breve ante el tsunami que se aproxima al Monumental. El club de Floresta se verá privado de jugar en su estadio por bastante tiempo, pero es fácil suponer que una investigación seria para indagar sobre la identidad de esos forajidos que acometieron sobre la policía rompiendo todo lo que encontraban en su camino quedará para otra oportunidad.
La final de finales sacará a todos del estado de letargo en el que caímos hace dos semanas. Es cierto que toda la actividad doméstica trató de seguir su ritmo como si nada la alterara, pero la realidad del River-Boca se llevó puesto todo sin misericordia.
Desde el domingo el extenso paréntesis se extinguirá y podrán seguir escribiéndose nuevas historias. Habrá que salir del "modo pausa" y nuevamente pensar hacia adelante.
Ahí llegará el momento más difícil. Nada habrá cambiado por arte de magia. El fútbol argentino volverá a mirarse al espejo con todas sus imperfecciones y sus costuras al aire. Es tan probable que encuentre una imagen deteriorada, como que se haga el distraído y prefiera mirar para otro lado.