Riestra-Comunicaciones: todo lo que la televisión no mostró del polémico partido
Qué pasó fuera del estadio mientras se jugaba la final del Reducido de la Primera B, ya que sólo pudo ingresar un puñado de personas, relacionadas a los equipos y a la empresa que transmitió el encuentro
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Federico está desencantado. Es una tarde luminosa de sol, en una exclusiva esquina. A metros de la Avenida del Libertador, en el corazón de Núñez, atiende el bar “La Techada”, una alternativa interna de Defensores de Belgrano, que ofrece comida casera. Una bondiola humeante es la especialidad del día y de la casa. Unas 120 personas (periodistas, fotógrafos, camarógrafos y curiosos) andan dando vueltas, pero no consumen demasiado. Prohibido su ingreso –sólo TyC Sports entró a la cancha y transmitió el partido entre Riestra y Comunicaciones, y las consecuencias en vivo-, detrás del vidrio, siguen las desventuras de los centros a la olla en un diminuto televisor. No compran demasiado. “Un día como hoy, pierdo como 1000 mangos. O más. Porque saco las mesas a la calle y viene a comer la gente que labura por acá. Este simulacro de partido me mató”, asegura.
Unos 75 policías, distribuidos estratégicamente, para custodiar un partido sin público, sin banco de suplentes, de mínima duración, dan vueltas por los alrededores del Juan Pasquale, la cancha del Dragón, diseñada para unos 9000 hinchas. Neutral y semivacía: hay un grupo de jugadores y allegados de Riestra que no paran de cantar. Dicen –es solo un rumor-, que unos 50 hinchas “caracterizados” caminan por la zona. Un café elegante, un espacio de deportes a todo confort y un grupo de infantes que salen de un colegio rodean la escena. “Chicos, apúrense, que hay muchos policías”, advierte la maestra, que lidera la hilera.
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No hay caso: no se puede entrar, más allá de haber cumplido en tiempo y forma con el trámite de la acreditación. Riestra señala al Gobierno porteño. Un empleado del ministerio de Justicia acusa al club del Bajo Flores. Los más furiosos son los fotógrafos: no habrá ni una postal de los profesionales, será un mini partido fantasmal. Hay un tibio entusiasmo cuando el arquero de Comunicaciones viaja al área rival. Es un espejismo: el balón, después del córner, vuela por otros aires.
No hay goles. En un puñado de horas, el barrio volverá a su estilo señorial habitual. Queda la imagen de un cronista de radio Continental, que juega el partido como si se tratara de la final del mundo. Lo relata como si hubiese estado allí. Estuvo, en realidad, allí: pero del otro lado de la reja.
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