Un símbolo que marcó una era en San Lorenzo
Más allá de la controversia por su despedida, Ortigoza es el corazón de la historia reciente
El calor agobiaba en Buenos Aires en febrero de 2011. En el Bajo Flores el aire asfixiaba: una olla popular alimentaba a decenas de empleados con la lengua afuera y unos cuantos cheques rechazados en los bolsillos. Todos los días San Lorenzo ofrecía capítulos desoladores: juveniles en problemas, deudas con los trabajadores, deudas con el plantel, un promedio alarmante, polémicas y luchas internas. “El club era un desastre. Lo primero que me marcó fue lo de las ollas populares de los empleados que no tenían para comer. No había pelotas para entrenarse. Ni ropa limpia teníamos...”, recuerda, años más tarde, Néstor Ortigoza, el Gordo, un símbolo de la historia reciente de San Lorenzo. Sin estatua de bronce de ídolo, como la de Leandro Romagnoli, creó un lazo afectivo que lo supera todo.
Porque se vistió de azulgrana en el lodo del abismo, en un 1-1 anecdótico contra Gimnasia, y se despidió en una noche fría de junio en Córdoba, en un club pujante y copero, más allá de la polémica por su salida. “Lammens tuvo una sola charla conmigo. Ni él ni Romeo salieron a hablar, me llama la atención. No estoy enojado, estoy sorprendido. Y un poco dolido”, dijo, luego de la última práctica en el Ciclón.
“Voy a romperla”. Así se presentó, con una personalidad avasallante. Campeón en Argentinos, de paso fugaz por Nueva Chicago, llegó a cambio de 2.500.000 dólares por 80% del pase. Pasó más de seis años en San Lorenzo. Estuvo al borde del descenso (se salvó en una promoción frente a Instituto, en junio de 2012), fue figura en la Copa Libertadores (conseguida ante Nacional, de Paraguay, en agosto de 2014) y hasta se enfrentó con Cristiano Ronaldo en el Mundial de Clubes (diciembre de ese año). “No podía sacarme la pelota. Buscá esa foto…”, rememora, con la picardía habitual. La caída por 2 a 0 contra Real Madrid en Marruecos no transformó el balance: del sótano al cielo, mucho dependió de la prepotencia de su mística.
“A Ortigoza lo inventé yo. Yo lo banqué, porque acá no lo querían”, recuerda Ricardo Caruso Lombardi, el entrenador de la salvación. “Ortigoza entiende todos los conceptos del juego. Un líder dentro y fuera”, sostiene Edgardo Bauza, el conductor hacia la consagración. En el medio entre el ocaso y la historia grande, el mediocampista anduvo un tiempo por Arabia Saudita, a cambio de unos 400.000 dólares. La opción de compra era de 3.000.000, pero el Gordo quería volver. No fue imprescindible en el trayecto de Juan Antonio Pizzi, pero sí en una última fecha, contra Vélez en Liniers: relegó a Enzo Kalinski, desafió a los rivales, se agigantó entre insultos y se consagró en diciembre de 2013. Polémicas en cada renovación de contrato, estelar en los duelos picantes y secundario en los ensayos sin energía, siempre fue el corazón de San Lorenzo. Con Pablo Guede y con Diego Aguirre, impuso el fuego sagrado.
Los cambios de entrenador no lo presionaban: lo divertían. “Llegó un DT nuevo. Tengo que estar más flaco”, solía reírse. De sí, en primer lugar. Los dirigentes pretendían que siguiera, pero sólo una temporada. En el entorno del jugador no había equivalencia: deseaba renovar por dos años. Creen que el jugador de 32 años buscará la última gran diferencia económica. Rosario Central está primero; Boca es una opción. “Pero sería una traición”, admite.
“Es un tipo enorme. De una sensibilidad increíble, fundamental en el manejo de grupo, con un temperamento a toda prueba. Es el corazón de este plantel. Va a ser difícil reemplazarlo. Es un gran compañero, un hombre íntegro”, contó Marcela Nicolau, la encargada de prensa que convivió con Ortigoza todos estos años. Semanas atrás, cuando San Lorenzo consiguió, con angustia en un emotivo 2 a 1 sobre Flamengo, la clasificación para los octavos de final por la Libertadores, el volante se desplomó en el vestuario. Y lloró como un niño. “Fui feliz en este club, la pasé muy bien. Acá logré cosas soñadas”, afirmó. Un grupo de fanáticos, en las redes sociales, mostró desencanto por el adiós. Nadie lo imagina con otra camiseta. Nadie lo imagina como el motor, el corazón, del bando contrario.
Un compañero, que prefiere el bajo perfil, lo define con la prosa de los que corren a su lado. “Es un crack, un jugador que querés tener siempre. Un estilo Guillermo Barros Schelotto: de este lado lo amás; del otro lado, lo querés matar. Contra Olimpo da tres pases sin ganas, pero después va a jugar al Maracaná y se come la cancha. Cuando más hinchas hay y más lo p..., más se agranda. Es el que siempre despierta a los compañeros, en lo anímico y en lo futbolístico. Simpático, chicanero, de barrio. ¿Está gordo? ¿Cuántos tipos ponen la pelota de gol del otro día a Belluschi? Vamos a extrañarlo”, suscribe. San Lorenzo se quedó con el corazón partido.
19 goles de penal
Con su firma: los cinco mejores momentos
- 13 de agosto de 2014 San Lorenzo 1-Nacional 0 "Lo más lindo fue el gol en la final de la Libertadores, porque quedé en la historia grande del club. De casi descender a jugar el Mundial de Clubes... Fue increíble".
- 1 de julio de 2012 San Lorenzo 1-Instituto 1 "El penal más difícil de mi carrera fue contra Instituto. Porque cuando agarré la pelota, vi a un padre llorar con su nene. Por suerte, nos salvamos".
- 9 de abril de 2014 San Lorenzo 3-Botafogo 0 "Nos quedábamos afuera de la Copa; fue increíble, porque en el otro partido pasaba cualquier cosa. Esa noche empezamos a ganar la Libertadores".
- 20 de diciembre de 2014 Real Madrid 2-San Lorenzo 0 "¡Jugamos la final del Mundial! No le hablé a Cristiano, pero en una le gané en velocidad. Le gané en carrera, la paré de pecho, enganché y pasó de largo".
- 27 de mayo de 2012 San Lorenzo 3-Newell's 2 "Si perdíamos, estábamos condenados al descenso. Estábamos 2 a 0 abajo, había unos nervios en la cancha... Lo dimos vuelta con unos h... bárbaros".
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