Una leve mejoría y un par de buenas noticias para la selección argentina
Después de tantos padecimientos y angustias, la selección argentina se dio por fin una alegría. Un triunfo que sirve a la vez de tranquilizante y de estímulo; que no permite sacar conclusiones definitivas, pero deja algunas cuestiones positivas a las que seguramente tendrá que aferrarse para encarar lo que sigue.
La mayoría de esos puntos a favor aparecieron en el segundo tiempo, cuando el equipo se paró y presionó mejor y corrigió ciertos defectos en la recuperación que había mostrado en los 45 iniciales, a la vez que levantaron su producción jugadores como Paredes o Agüero.
En esa segunda parte, y también a partir de los ingresos de Acuña y Dybala –esta vez sí Scaloni tocó las teclas adecuadas–, Argentina dejó de pasar sofocones y fue insistiendo hasta marcar el tanto de la tranquilidad. Pero antes también se vieron deficiencias y desajustes que serán imprescindibles solucionar si la pretensión es llegar lejos, más aún si se tiene en cuenta que se enfrentó a un rival a la medida para superar situaciones comprometidas.
Qatar maneja bien los conceptos de funcionamiento, pero sus déficits son muy notorios: es ingenuo en las áreas –la defensa se desequilibra fácilmente– y la calidad individual de sus jugadores es limitada. El hecho de que ante un adversario con estas características cuesten tanto algunas cuestiones fundamentales del juego mantiene abierto los interrogantes.
Resulta muy difícil que todo funcione durante la competición cuando se llega sin una idea definida de juego, y esta vez se repitieron varias de las carencias estructurales ya conocidas. Parece imposible sostener un rendimiento adecuado durante un largo tiempo, el equipo transmite la sensación de desarmarse con llamativa facilidad, y abundan los problemas en la recuperación.
El partido dejó dos muy buenas noticias. Una fue la excelente actuación de Rodrigo De Paul, un jugador determinante a la hora de encarar, de asociarse para jugar y romper el estatismo y la monotonía del equipo. También para retroceder y marcar. La otra, la clase maestra de distribución que ofreció Leandro Paredes en el complemento. Aunque esto abre un dilema. El número 5 más posicional, el recuperador, el de siempre, seguramente robará alguna pelota más que aquel que juega, tiene panorama y alma de 10; y en este punto Scaloni tendrá que elegir.
Recuperar la pelota sin tener grandes especialistas en el tema obliga a ser intensos en la presión en cada línea, recortar el campo, coordinar los movimientos de todo el equipo para saber cuándo y dónde se debe realizar el esfuerzo para arrinconar al adversario y forzarlo al error. Argentina, por ahora, no lo hace bien. A veces presiona un volante pero los otros dos no, llegan tarde los laterales a las coberturas, o los centrales permiten que el delantero se desprenda y reciba con comodidad. Es por ese lado donde se adivinan los principales obstáculos que pueden aparecer a partir de cuartos de final.
En todo caso, el triunfo y la clasificación es un alivio y renueva las expectativas. Sobre todo porque se logró sin contar con Messi, cuya influencia en el juego esta vez fue mínima e incluso tomó varias decisiones asombrosamente equivocadas, pero todos sabemos que en algún momento su magia volverá a aparecer.
Venezuela propondrá más dificultades que Qatar, y la Argentina deberá seguir mejorando. Con lo visto en Porto Alegre alcanzó para ahuyentar fantasmas y recuperar el aliento. Hará falta bastante más para seguir avanzando.ß
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