Una sequía repetida, pero con razones
Las estadísticas -tan útiles a veces, tan inservibles otras- entregan datos que resultan, al menos, curiosos. En este caso, al repasar los títulos conseguidos por River en los últimos años, se advertirá una constante: cada tres años, el equipo de Núñez sufre temporadas de sequía.
Este año le tocaba . Y, aunque trató, no pudo escapar al "maleficio", como seguramente lo llamarán. Aunque utilizar esa denominación no ayudará demasiado si se quiere superar un momento aciago.
¿Mala suerte? No, puede pasar en un partido, en dos y hasta en tres, pero no se puede esgrimir una adversa fortuna después de cuatro certámenes -los que disputó River en 2001- en los que no se alcanzó el máximo objetivo.
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El club de Núñez sufrió un año de turbulencias de varios tipos. Fue -es, todavía- un año electoral, nada menos. Hubo cosas que se hicieron mal. Y se pagó un alto precio.
Comenzó el año con el paso cambiado cuando se ratificó a Américo Gallego como técnico del equipo, en medio de dudas, de negociaciones con otros técnicos y de chicanas políticas que se devoraron a algunos dirigentes.
El Tolo jamás recibió el respaldo necesario para sostener su proceso. Y esto quedó claro desde el principio, cuando lo obligaron -aunque él todavía diga que fue su propia decisión- a prescindir de hombres de su confianza en el cuerpo técnico.
El resultado fue un equipo que no respondió en los momentos cruciales. Fue humillado por Cruz Azul en la Copa Libertadores e, inmediatamente, abofeteado por Huracán, que, prácticamente, le arrebató el campeonato Clausura para cedérselo -paradójicamente- a San Lorenzo.
Gallego se fue y los dirigentes, con David Pintado y Alfredo Dávicce a la cabeza, cedieron ante la efervescencia política en alza. Conclusión: por consenso contrataron a Ramón Díaz, quien se había ido del club hace casi un año y medio ante por sus diferencias con la cúpula de la entidad.
Ramón significaba un desahogo con la gente. Pero el riojano hizo agua nuevamente en un torneo internacional, como la Copa Mercosur; en el Apertura perdió puntos clave ante equipos inferiores y siempre corrió de atrás. Hasta se ligó insultos en alguna bandera por su sistema temeroso . Tuvo un buen sprint final, aunque en él, nuevamente, no se impuso en el cotejo fundamental: ante Racing. Una para su lado: la contienda política lo dejó solo.
Quizá sea sólo una cuestión astral y el año próximo River vuelva a subir al número uno del podio porque le toca. O tal vez vuelvan la tranquilidad, la estabilidad, las decisiones seguras y a conciencia, y esto allane el camino para que las cosas se hagan bien de nuevo.