Unidos por una ilusión
Para Turquía, estar en semifinales es un sueño; el pueblo turco, que atraviesa por una situación socio-económica extrema, se aferra a la esperanza de pasar a la final
SAITAMA, Japón.– “Sabemos que nuestro equipo es uno de los pocos motivos de alegría que puede tener la gente. El pueblo está sufriendo mucho por la crisis económica y nosotros vamos a seguir esforzándonos para darle un momento de felicidad, aunque somos conscientes de que eso no solucionará los problemas de fondo del país.”
Esta frase le sonará familiar a los oídos de muchos argentinos, porque fue repetida casi como una letanía por todos los integrantes del seleccionado antes y durante el Mundial, hasta que el sinsabor de la temprana eliminación archivó cualquier perspectiva de festejo popular.
Pues bien, si esa expresión ya no tiene sentido en los labios de Verón, Simeone o Batistuta, en cambio sí mantiene plena vigencia en los de Hasan Sas, el volante que es una de las figuras de Turquía, que con su histórica campaña está sacando a festejar en las calles de Estambul y Ankara a millares de personas, que por un rato se olvidan de los pesares económicos.
El colapso económico y financiero en el que desembocó la Argentina a fines del año último tiene un precedente similar en Turquía, que se derrumbó en febrero de 2001. Durante el entrenamiento nocturno de ayer en el Komaba Stadium, de esta ciudad, varios periodistas extranjeros no podían entender la explicación de un colega turco sobre la astronómica relación entre un dólar y la lira turca; hasta que el cronista tomó un papel y una lapicera para ser bien gráfico y entendible: hasta la crisis, un dólar equivalía a 575.000 liras turcas; ahora, a 1.600.000. La devaluación llegó casi al 200 por ciento, situación que para cualquier argentino resulta muy cercana y comprensible. Si alguien tiene paciencia, es amante de las matemáticas y posee una calculadora científica, puede convertir a liras turcas los 2.000.000 de dólares que ganará Ariel Ortega en el Fenerbahce.
Con su participación en Suiza ’54 –se clasificó por sorteo y terminó novena– como único antecedente, el pase a las semifinales de Turquía en Oriente exaltó las pasiones de un pueblo acostumbrado a vivir el fútbol con sangre caliente y reacciones viscerales. El clásico Galatasaray-Fenerbahce convierte a Estambul en un hervidero; Galatasaray, del cual surgió la base del equipo, fue el que dio la puntada del despegue internacional al obtener la Copa UEFA de 2000 frente a Arsenal; en Europa, el estadio Ali Sami Yen fue rebautizado como El infierno por la presión que el público le hace sentir a los conjuntos contrarios.
Turquía se enfrentará mañana a Brasil, por un lugar en la final, con la moral y la motivación por las nubes. No acepta la condición de inferior frente al equipo más ganador en la historia de los mundiales. “Cada uno tiene 50 por ciento de posibilidades de ganar. No conozco a ningún conjunto que haya triunfado antes de comenzar. No estamos para nada intimidados”, aseguró Sas.
Tampoco en el plantel quieren agitar fantasmas por el tema del arbitraje, aunque a ellos les cabe el derecho a la queja, porque cuando se enfrentaron con Brasil en el grupo clasificatorio, sólo fueron derrotados 2 a 1 por un penal mal sancionado (el foul fue fuera del área). El zaguero Alpay prefirió destacar la categoría de Ronaldo: “Al enfrentarlo en la cancha me impresionó mucho más que observándolo desde afuera. Ya lo conozco más para el próximo desafío”.
El fútbol turco, como un reflejo de su país, acostumbra a moverse en el caos, en medio de la desorganización, de críticas despiadadas o alabanzas desmedidas. Todo junto y al mismo tiempo.Y ni siquiera este momento destacado en lo deportivo es la excepción. Hay un clima caldeado en torno de Hakan Sukur, el capitán y símbolo, el hombre de más chapa internacional, el que le dio al seleccionado el pasaje a la Eurocopa 2000 con un gol para la victoria sobre Alemania, pero que está cumpliendo un Mundial muy pobre, sin ningún tanto en cinco partidos. Además, quien lo reemplazó en el segundo tiempo ante Senegal, Ilhan Mansiz –artillero, con 21 goles, de la última liga con el Besiktas–, marcó el gol de oro.
La prensa de Turquía le está cayendo con todo a Sukur, que está ofendido por ese trato y porque no se le reconoce el esfuerzo de jugar con una molestia en el muslo izquierdo. La pregunta es: ante Brasil, ¿no actuará este delantero que tiene tanto poder y ascendiente como el técnico Senol Gunes? Por ahora no hay nada confirmado, pero se estima que Sukur seguirá como titular porque se lo considera un referente.
Turquía ya está cumplida. “Un lugar en los cuartos de final está a nuestro alcance”, decía el DT Gunes hace un par de meses. Pero nada está dicho en un país que no acostumbra a buscar el término medio entre la gloria y la defenestración. Un indiscutido y uno de los mejores arqueros del Mundial, Rustu Recber –el que amedrenta con su rostro cruzado por una pomada negra debajo de los ojos–, dio fe de ello al recordar un incidente de hace un tiempo en Estambul, cuando su equipo, Fenerbahce, fue eliminado de la copa local por un conjunto de segunda división. Varios hinchas lo interceptaron, le golpearon el auto e intentaron agredirlo. Antes de venir al Mundial fue aclamado tras salir campeón de Liga. “En Turquía sos un héroe un día y al siguiente te quieren linchar”, fue la síntesis de Rustu.
Unsal es la única duda
SAITAMA, Japón (De un enviado especial).– El DT turco Senol Gunes, tiene casi definidos los 11 que presentará mañana ante Brasil, aunque guarda la esperanza de contar con el defensor Hakan Unsal, lesionado en la rodilla derecha. “Unsal es posible que no juegue; si lo hace es un milagro”, dijo el vocero, Ogan Tarhan, tras la práctica. La probable formación sería: Rustu; Fatih Akyel, Alpay, Bulent Korkmaz y Ergún Penbe; Umit Davala, Tugay, Emre y Bastürk; Hakan Sukur y Hasan Sas.
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