Valentín Viola elogia a Merlo: "Mostaza nos quitó la presión"
El delantero esperanza de Racing habló sobre la llegada de Merlo y su frustrada experiencia en Portugal
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"Torneo de Verano, la banda unida", escribió Valentín Viola en su cuenta de Twitter, minutos después de que la Academia venciera con un tanto de su autoría a Newell's, en Mar del Plata. Palabras que decoró con una imagen del plantel de Racing en torno al estrado en el que el capitán Sebastián Saja recibió la Copa de Verano. Un trofeo que, acaso, sirve para apagar el ardor interno que padecieron los corazones académicos tras un 2013 para el olvido. Una temporada para esconder en un cofre bajo siete llaves y que nunca vuelva a replicarse. Al menos es la premisa que impuso el presidente Víctor Blanco cuando dispuso el desembarco de Mostaza Merlo en el banco de suplentes.
Ahí está Valentín Viola. Sentado en la platea A. Más precisamente, en la butaca 128. Un asiento que no eligió de casualidad. Buscó el número por cercanía con el 28, se sentó y explicó el motivo. "El 28 es mi número de la suerte. Nací un día 28 [de agosto de 1991]. No es superstición. Es una especie de cábala", se apresura en aclarar. Se presta a jugar con el fotógrafo de la nacion. Pregunta qué posición debe tener. Se roza una remera blanca con la imagen de Freddie Mercury. "¿Está buena, no? Es linda", pregunta. Sonríe. Siempre sonríe.
A pesar de sus jóvenes 22 años conoce el otro juego. El que se disputa fuera de la cancha. Con la prensa y con los hinchas. El capítulo europeo pasó rápido. Casi no pudo acomodarse en Sporting de Lisboa, de Portugal. Su estadía en el Viejo Continente fue un vertiginoso tobogán del que no se arrepiente. "En su momento le servía mucho al club y a mí también. Fue una decisión que tomé con mi familia. No fue algo que tomé a las corridas. Al contrario. Fue muy pensado", explica. Y añade: "Aprendí y crecí mucho no sólo como jugador para conocer lo que es el fútbol europeo, sino que aprendí a vivir y a manejarme en otro ambiente. Creo que el balance es positivo".
-A Sporting de Lisboa fuiste con expectativas muy altas y terminaste chocando con otra realidad al bajar al equipo B. ¿Sentís que fallaste?
-Al principio estaba el técnico (Domingos Paciência) que me pidió y me hacía jugar de extremo. Posición en la que jugué varios partidos de titular. Después, con los cambios de entrenadores, la situación se modificó. Me fueron tirando para el medio como centrodelantero y perdí mucho ritmo y condición física, que es uno de mis fuertes. Por eso, cuando me ofrecieron volver a Racing o quedarme allá para buscar un lugar de centrodelantero no lo dudé.
Claro, Viola, al margen de que Europa era algo así como la tierra prometida para el futbolista sudamericano, prefirió pegar la vuelta para estar cerca de los suyos. Su familia y, por supuesto, la Academia. Dos espacios donde reconoce que es feliz. "Acá me siento como en mi casa", comenta.
-En tu vuelta, el semestre pasado, terminaste jugando varios partidos como centrodelantero?
-Es cierto. Jugué como centrodelantero, pero es distinto a como se suele jugar acá. Allá hay dos extremos y un delantero de área neto que no sale ni baja a pivotear. Acá esa posición es más libre. Uno puede bajar a colaborar y buscar la pelota. También me encontré con que el técnico que me había pedido [por Luis Zubeldía] se tuvo que ir [en realidad fue despedido tras renovarle el vínculo 39 días antes de echarlo] y con otros dirigentes.
-¿Aquella disputa dirigencial influyó en el mal semestre de Racing?
-No coincido. No pienso así. No creo que haya influido en el equipo. Para mí es una mentira que lo que pueda pasar afuera influya dentro de la cancha. Sí puede influir en la semana porque el club está revuelto, pero no el día del partido. Al momento de jugar por los puntos, los problemas personales pasan a segundo plano.
-¿Qué pensaste cuando echaron a Zubeldía?
-Se generan dudas porque, cuando vivía en Portugal, creía que las cosas del club estaban tranquilas y, en la realidad, no era así. Fue un cambio en el que no tuve otra que mirar por el lado positivo. A Luis lo apreciaba mucho como técnico y como ser humano. Me ayudó mucho, pero el jugador debe mirar hacia adelante.
-Decís que la coyuntura dirigencial no influyó en el rendimiento del equipo, pero tuviste tu primera lesión. En realidad, dos desgarros en poco tiempo. Algo pasó por tu cabeza.
-No tenía la continuidad que pretendía en Portugal. Llegué acá y jugué Copa y torneo, y me empezó a molestar y seguí adelante. Cuando me di cuenta ya era tarde. Me resentí de una lesión que era pequeña y terminó siendo más grave.
-En escaso tiempo tuviste a Zubeldía, Nacho González y Radaelli por un par de partidos; Ischia, que pasó volando, y llegó Mostaza. ¿Qué cambió con su arribo al club?
-Al llegar, Merlo tenía un gran respaldo de la gente por todo lo que significa Mostaza en Racing. Es un técnico con mucho peso e influencia acá. A nosotros, al toque, nos quitó una presión importante. Además cambió en lo futbolístico porque piensa diferente al técnico anterior. Juntó las líneas. También trató de trabajar la confianza y la moral de los jugadores que un torneo atrás le ganaban a cualquier equipo. Fue a la esencia porque los mismos jugadores no se olvidan de jugar al fútbol.
La ilusión no lo desborda. La tiene, es cierto. Lo admite, pero la oculta lo más posible. Se muestra medido, pero quién le quita pensar en un 2014 cargado de buenos resultados y sin lesiones. "Lo del verano sirve para que el equipo tenga rodaje, y suma confianza el hecho de haber ganado. Pero eso no implica tener que ser campeones porque ganamos el torneo de verano. Racing, por su historia, debe ir por cosas importantes, cosas grandes", concluye una de las esperanzas de la Academia.
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