Viaje de la opacidad a la brillantez
Es imposible encontrar el instante exacto. Pero vale detenerse en el minuto seis del segundo tiempo de aquella tarde en Berlín, por los cuartos de final del Mundial. Justo dos minutos después del gol de Ayala, cuando Alemania aún estaba aturdida. Riquelme condujo desafortunadamente una réplica que descubría a la retaguardia de Klinsmann mal posicionada. Crespo comenzó a correr detrás de la línea de la pelota, superó en velocidad el traslado de Román y, por la izquierda, sin caer en posición adelantada, se mostró como la descarga aconsejable. Riquelme optó por un envío largo al otro sector, por donde apareció Maxi, incómodo, para rematar desviado. Algunos minutos después pasó algo similar y se diluyó una buena ocasión para aumentar y dejar a los anfitriones desguarnecidos ante su desesperación. Entonces, Pekerman no lo dudó: Román había perdido frescura y a los 26 minutos resolvió sustituirlo por Cambiasso. A José le dolió tomar la decisión, pero la situación no resistía más.
Nobleza obliga. Ese día en LA NACION buscamos las claves de la eliminación. ¿Por ejemplo? "En la tibia decisión del eje creativo y la falta de profundidad, Riquelme fue el peor de la Argentina. Y la asociación de ambas cuestiones es indisoluble. Arrastró defectos: la parsimonia en el traslado, los toques intrascendentes y la falta de agudeza para encontrar "esa" pelota, la que se filtra por el hueco y descalabra a cualquier defensa. Se sabe que Román tiene la velocidad escondida en su inteligencia, pero ayer a ésta la dejó encerrada bajo siete llaves. Se trataba del partido para espantar con una gran actuación los rumores decepcionantes que lo perseguían, pero Riquelme se derrumbó en la gran cita" , escribimos. Y lo calificamos con un 3.
Este Riquelme es indiscutible. Y no es un ejercicio de panquequismo periodístico. Simplemente se trata de observar -y saludar- su evolución. Desconocerla sería necedad. Riquelme comprendió que, por tratarse de un talento, eso no lo excluía del esfuerzo. Al contrario, la adaptación a las necesidades lo podía volver más desequilibrante. Hoy ordena, se desmarca, colabora en las pérdidas y convierte goles con frecuencia. Se escapó de la exasperación. Desde hace un tiempo brilla otro Riquelme; el que condujo a Boca con cerebral liderazgo a la cima de América. Nunca hubo un Riquelme mejor que este que impulsa a la selección hacia la cima de América.
"Para mí, Riquelme no es una estrella... En Boca eran 10 los que trabajaban para él y aquí es uno más entre 11" , alguna vez afirmó el DT Louis van Gaal cuando lo dirigía en Barcelona. En Catalunya llegaron a declararlo prescindible y quedó al borde de ser recortado del mapa. No hace mucho, Jorge Valdano señaló que JR parece imantado, que todos sus compañeros lo buscan, aun retorciendo la jugada. Que hay algo de pedagógico en el juego de Riquelme, como si conociera las verdades olvidadas en el fútbol. Pero ¿hablan de la misma persona? Sí. La insurrección de Riquelme lo hizo posible.
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