Punto de vista. Y el resultado vuelve a mandar
Pensar que gracias a -o por culpa de- la selección argentina de Marcelo Bielsa nos habíamos acostumbrado a hablar de fútbol sin tener en cuenta el resultado. Fue un espejismo. O, peor todavía, fue una ingenuidad.
Cuando hasta los más acérrimos resultadistas encontraban resquicios para analizar rendimientos, medir merecimientos o cuestionar estilos aun en los triunfos, parecía que los tiempos habían cambiado en la Argentina, que el pensamiento futbolero se había vuelto algo más sensato y razonable.
Pero no. Llegó la hora de la derrota, inevitable, tal vez esperada, quizás deseada, y con ella la sentencia. Dice, sin lugar a apelaciones, que no hay espacio ni tiempo para rescatar valores, para reconocer virtudes ni, mucho menos, para aceptar atenuantes. Que no es válido aceptar como una desgracia la sucesión de lesiones (con el calendario marcando a presión) de D’Alessandro, de Riquelme, de Aimar. Que no alcanza con jugarle a Brasil en Brasil con una actitud absolutamente fiel a la historia y la prosapia de nuestro fútbol, como debe ser, de igual a igual. Que no sirve para nada rescatar las agallas a las que recurrió para poner en aprietos a su rival. Que... Que se vayan todos. Y ya.
Tal vez la intolerancia y la histeria sean buenas aliadas para distraer por un instante la atención de una realidad preocupante o, al menos, para no caer en el tremendismo, de una cuestión que nos permitiría hablar apasionadamente de fútbol más allá del resultado: ¿tiene, hoy, el fútbol argentino a algún jugador capaz de liderar un equipo hacia la victoria y, más todavía, hacerlo por el camino más adecuado y apreciado? Con nombre y apellido, ¿tiene el fútbol argentino a alguien parecido a Ronaldo?
Pero no. Mejor que contestar lo obvio y buscar los por qué, es reírnos de los kilos de ese muchacho que ya demostró, más de una vez, cómo se hace para recuperar el reconocimiento, para reconquistar la confianza. Porque -hay que recordarlo, aunque ahora no suene creíble- él no fue siempre un indiscutido.
Mientras tanto, pasado mañana, en el Monumental, el seleccionado argentino volverá a jugar. Contra Paraguay, contra sí mismo, contra la gente. Demasiados rivales como para resumirlo todo a un resultado.
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