Opinión. Ya lo dijo Salas: sabor a poco
Por Maximiliano Boso De nuestra Redacción
Un año después, la situación es la misma. O peor.
River acaba de ratificar su histórico poderío local. Pero, a la vez, no puede permitirse un festejo total, en gran parte por culpa de un Boca que, desde que logró en 2000 la primera Copa Libertadores con Carlos Bianchi, comprime las alegrías millonarias hasta minimizarlas y, por poco, ridiculizarlas.
El sabor de este éxito es inequívocamente agridulce, por más que el orgullo millonario intente desconocer esta realidad y, como hace una temporada, cuando Manuel Pellegrini era el DT, queda supeditado parte del disfrute a lo que suceda con Boca en la final del torneo continental, aunque aún en el caso de que el equipo xeneize pierda, podrá seguir enarbolando su protagonismo en la eliminación del equipo dirigido ahora por Leonardo Astrada. Por eso la cuestión es peor.
El reparto mayoritario entre River y Boca de los últimos títulos locales hace que lleven sus disputas al plano internacional. Hay una deuda fronteras afuera que pesa cada vez más. Y aunque muchos protagonistas se empeñen en intentar poner el Clausura a la misma altura que la Copa, no pueden escapar de sus propias palabras: la mayor ambición pasaba por lograr la Libertadores. Ya lo dijo Salas: "Nos queda un sabor a poco". Ayer, un Monumental extraño, sin la euforia de otros tiempos, sumó argumentos.
Se puede discutir la trascendencia del logro millonario; no la legitimidad. River fue un campeón genuino por historia, justo por superioridad futbolística. Tuvo un entrenador, Astrada, que lejos de mostrar una versión timorata por inexperiencia, supo aprovechar las virtudes de un plantel que demostró amplitud en su capacidad de respuesta individual.
Hubo un mojón en el torneo: el triunfo ante Boca, en la Bombonera, por 1 a 0. Pudo haber sido el comienzo de una nueva historia de no haberse cruzado la Libertadores para darle la posibilidad de revancha al equipo de la Ribera.
El problema de este equipo es que ganó el torneo menos necesario. Y eso forma parte del contexto. Por eso se hace difícil separar las sensaciones provocadas por la Copa y el Clausura. Seguramente, la perspectiva del tiempo acomodará la importancia de este título. Por ahora, en River todos saben que la deuda sigue sin saldarse. Y, por lo tanto, la herida permanece abierta.
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