Annika, la mejor de todas
La sueca Sorenstam fue la jugadora más exitosa de todos los tiempos; quebró marcas en cuanto a títulos obtenidos, ganancias y scores
Si desde atrás le gritaran: "¡Ey, leyenda!", ella se daría vuelta con total naturalidad, sabiendo a qué se debe semejante piropo. Annika Sorenstam ingresa en esa categoría porque, con toda seguridad, es la mejor golfista de la historia. Fauna Golf ya recorrió la vida de Babe Zaharias, símbolo femenino en el golf entre las décadas del 40 y 50, y la de Lorena Ochoa, formidable Nº 1 en la actualidad. Pero esta sueca que finalizó su carrera en 2008 supera a ambas por su dominio, vigencia e increíbles récords.
El primer escalofrío llega al constatar sus ganancias totales en el Ladies PGA Tour: a lo largo de 14 temporadas en el circuito amasó 22.571.190 dólares, la cifra más alta para una mujer golfista. Cuando a los 38 años dijo "Hasta aquí llegué" había obtenido 72 títulos en la gira norteamericana, diez de ellos correspondientes a los majors de la temporada. Granítica en el aspecto psicológico, reveló su secreto del éxito tras un torneo en el que, irónicamente, le había ido mal. "Nunca me rindo, machaco hasta el final. Y perder me motiva más que nunca. Este resultado me hace volver a casa pensando: ¿Por qué no puedo ganar? ¿Qué hicieron las demás que yo no hice?".
Suecia, un país de nieve y hielo, es bien conocido en el golf por producir jugadores de swings mecánicos y efectivos, aunque mentalmente son débiles cuando actúan bajo presión. Sorenstam echó por tierra esa máxima, porque fue capaz de lograr hitos impensados en circunstancias difíciles. Tal vez su conquista suprema no esté relacionada con algún trofeo de sus vitrinas, sino con un día mágico. El 16 de marzo de 2001 consiguió una vuelta récord de 59 golpes (13 bajo el par) durante la segunda ronda del Standard Register Ping, en el Moon Valley Country Club de Phoenix. Luego pelearía el título mano a mano con Se Ri Pak hasta vencerla y atesoró el segundo de cuatro triunfos consecutivos en el LPGA Tour. Es el día de hoy que ninguna otra profesional logró igualar esa tarjeta de 59; apenas pudieron hacerlo tres hombres: Al Geiberger (en 1977, Memphis), Chip Beck (en 1991, Las Vegas Invitational) y David Duval (en 1999, Bob Hope Chrysler Classic). Además, Annika posee otros registros que son imbatibles dentro de su círculo: scores más bajos para 9 hoyos (-8), para 36 (-20), 54 (-23) y 72 (-27).
Semejantes marcas la animaron a ir por todo, como cualquier deportista de elite que se envalentona con objetivos renovados y superexigentes. En 2003, la rubia se propuso competir a la par de los hombres. Le dijo que sí a una invitación para el Colonial PGA Tournament. Muchos pusieron el grito en el cielo porque se rompía la tradición; incluso buena parte de los jugadores exhibió su rechazo al ingreso de una mujer dentro del circo y pedía su marginación. Aquella vez jugó bajo la mirada especialmente escrutadora de la prensa, del público masivo y en medio de esa atmósfera negativa. Al cabo, una segunda vuelta de 75 golpes la dejaron fuera del corte clasificatorio. A partir de entonces, decidió no volver a jugar con los hombres por el resto de su carrera, como sí lo hizo insistentemente Michelle Wie más aquí en el tiempo.
Nacida en Estocolmo el 9 de octubre de 1970, Annika creció con el anhelo de ser tenista profesional. Llegó a la 12ª posición del ranking entre las juniors de su país, pero nunca pudo mejorar un revés que no pasaba del promedio. Abandonó la práctica del tenis competitivo a los 16; sin embargo, nunca perdió su apego por el deporte profesional y pronto hizo el reemplazo con el golf. Le fue muy bien desde sus comienzos: alumna de la Universidad de Arizona, se transformó en la primera jugadora no estadounidense en liderar el circuito universitario. En 1992 obtuvo el Campeonato Mundial Juvenil y en 1993, ya como profesional, fue la novata del año del Ladies European Tour. Un año después saltó al LPGA Tour y en la siguiente temporada se apoderó de su primer título y major: el US Women’s Open.
Su personalidad fue mutando. Antes, en sus inicios, prefería desviar golpes a propósito y finalizar segunda para no tener que hablar con nadie al final del torneo, según confesó. Ya en su madurez deportiva, dejó de lado la timidez y creó todas las condiciones posibles para alzar trofeos. Es famosa por sus maratónicas sesiones en el gimnasio y por algunas rutinas y hábitos que copió de Tiger Woods en cuanto a las formas de entrenamiento. Con más fuerza en sus músculos pudo alcanzar mejores distancias con el driver sin por ellos perder aciertos al fairway. Los interminables ensayos de chipping y putting la volvieron una jugadora incontrastable, sobre todo entre 2001 y 2005, cuando su reinado fue completo.
Un sinfín de lesiones en 2007 significó su primera señal de retiro, que confirmó el 13 de mayo de 2008, en una conferencia de prensa. "Lo bueno es que tengo un montón de cosas divertidas que hacer", reconoció en aquella ocasión. No le faltaba razón: desde entonces se dedicó a su nuevo papel de empresaria de su firma, ANNIKA, que incluye una línea de ropa, vinos y fragancias, entre otros productos. También destina parte de su tiempo al diseño de canchas y, lógicamente, a su familia: Mike McGee, su esposo, y Ava, su pequeña hija. Sea en el rubro que fuere, Annika seguirá respondiendo al llamado de "leyenda". Bien ganado lo tiene.
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