La segunda vida de Ken Green, un enamorado del golf
Sufrió la amputación de una pierna tras un accidente automovilístico y quiere ser el primer profesional con ayuda ortopédica
Acaso ésta sea la historia de un hombre que selló un idilio de fuego con el golf, ante cualquier circunstancia. En septiembre pasado, cuando Ken Green se paró con precaución en el primer tee de la cancha de Breakers Rees Jones, en West Palm Beach, no se preocupó por su score. De lo único que tenía miedo era de caerse al piso. Finalmente pudo jugar su primer hoyo desde que su pierna derecha fue amputada –justo debajo de la rodilla– y abandonó el campo feliz con sus 39 golpes (+3) de ida. La ayuda de su pierna ortopédica había sido decisiva para este renacer, una especie de segunda vida.
El 8 de junio, este quíntuple ganador en el PGA Tour y miembro del Champions Tour sintió que el mundo se le venía abajo. La casa rodante en la que viajaba pinchó una goma y el vehículo salió bruscamente de la autopista de Mississippi, cayó por una cuesta y se estrelló contra un árbol. La escena se tiñó de sangre y muerte. En el episodio fallecieron en el acto su hermano Billy (que también era su caddie), su novia, Jeanne Hodgin, y su pastor alemán, el mismo perro que lo había rescatado de un ataque de cocodrilo en 2003. Green cree que sobrevivió porque salió expulsado de la ventana del lado donde reventó el neumático, pero pasó varios días sin entender completamente cómo cambiaría su existencia a partir de entonces. "Perdí mis tres mejores amigos. Sé que fui afortunado en haber sobrevivido, pero perdí muchísimo con la desaparición de ellos. Es horrible, lloré todo el tiempo".
Una semana después del accidente, Green tuvo que tomar una decisión clave: los médicos le dijeron que su pierna derecha estaba muy dañada, y que probablemente iba a requerir múltiples cirugías en los próximos años. El restablecimiento total de esa parte de su cuerpo no estaba garantizado de ninguna manera. "¿Puedo jugar al golf con esta pierna?", les preguntó Green a los especialistas. Cuando le confirmaron que no, Ken no titubeó: "Entonces córtenmela, porque voy a jugar al golf de nuevo. Quiero jugar este deporte hasta morir". Con esa respuesta hizo su juramento definitivo.
Hasta un día antes del accidente, Green venía formando parte de la temporada del Champions Tour. Había jugado once torneos a lo largo de 2009, con el 7º puesto en el AT&T Classic como mejor ubicación. El domingo previo a la tragedia había finalizado 37º en el Triton Financial Classic en Austin, Texas, donde embolsó 8480 dólares, para acumular US$ 123.906 en todo el año, el mejor deportivamente desde 1996. Ahora, en esta etapa distinta, proyecta ser el primer profesional en jugar con una pierna ortopédica, aunque el plan requerirá más paciencia que lo previsto. "Hay un montón de cosas en las que uno no piensa. Para mí, ahora los bunkers son una pesadilla. Además, una cancha tiene cuestas arriba, abajo y a los costados. Por otro lado, mi swing está lejos hoy de ser el de un profesional, pero eso no me preocupa".
La carrera de Green dibujó una parábola: a un rápido ascenso le siguió una abrupta caída. Estuvo en la cima en la década del 80. Ganó 5 títulos del PGA Tour entre 1985 y 1989, concluyó 4º en la lista de ganancias en 1988 y jugó su primera Copa Ryder. Estaba viviendo la buena vida. Utilizaba zapatos verdes brillosos y repetidamente le arrojaba el driver a su caddie luego de un gran tiro, algo no muy bien visto entre los compañeros de salida. En el Masters de 1997 compartió el mismo grupo con Arnold Palmer y generó una escena para compartir una cerveza con él en el hoyo 15. "Después de aquello ya podía contar como anécdota que una vez tomé cerveza con Arnold".
Pero las cosas se descarrilaron rápido. El matrimonio de Green terminó con un divorcio brutal que a él le costó la pérdida de sus hijos y de casi todos sus ahorros. A la par, extravió la confianza en el juego. Los demonios sobrevolaron su cabeza en forma recurrente, al punto de considerar el suicidio. "De un golfista que jugaba sin miedo pasé a ser una mascota cobarde". Se le diagnosticó depresión clínica y pronto sufrió graves lesiones en los hombros y la espalda. Hacia 1996 había perdido su status como miembro pleno del circuito y soportado 23 sanciones del PGA Tour por diversas transgresiones. Sus ganancias se limitaron a 180.000 dólares entre 1998 y 2006.
Ante semejante panorama, sólo le quedó esperar el Champions Tour, sabiendo que sería la última chance para la resurrección de su carrera. Cumplió los 50 años requeridos el 23 de julio de 2008 y empezó la remontada, hasta que le llegó el día fatídico. El costado positivo de la desgracia fue el apoyo que recibió en el hospital por parte de los profesionales, los mismos que se habían fastidiado con algunas de sus travesuras. Palmer, su antiguo compañero de cervezas, lo llamó. También lo hicieron Jack Nicklaus y Gary Player. Recibió telegramas y cartas de amigos que no había visto en años, compañeros de Pro-Am con los que no había tenido contacto en las últimas décadas.
La esperanza de Green era regresar al Champions Tour en enero de 2010, pero eso no será posible dado que aún padece complicaciones ligamentarias y de tendones en el pie izquierdo, lo que retrasó su rehabilitación. "Siento que se me abrió todo el camino, aunque esto suena peligroso por las expectativas que me estoy creando. Seguiré jugando más allá de que alcance un nivel B, pero estaré extremadamente decepcionado. Mi intención es volver con todo", dice este guerrero inclaudicable, un enamorado del golf.
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