La solidez de Spieth y el derrumbe de Tiger
El campeón del Masters era líder en el Club House con -5; el ex N° 1 no detiene su caída y no pasó el corte; Andrés Romero, en el par total
La historia contemporánea del golf abre una brecha profunda: Jordan Spieth representa el brillante presente y el promisorio futuro. Tiger Woods, el pasado. Aunque en este deporte no conviene lanzar conceptos definitivos, el peso de los resultados ratifica cada semana este escenario de dos polos completamente opuestos.
El 115° US Open, que desafía con la cancha más larga de su historia (7695 yardas) en University Place, puso a cada uno con su propia realidad. Spieth, que busca su segundo Major consecutivo luego de su consagración en el Masters, firmó una segunda vuelta de 67 golpes (-3) y, al volver al Club House, se situaba en la punta con -5, el mismo total de Dustin Johnson y Henrik Stenson antes de comenzar la jornada del viernes.
A Spieth no lo frustró ni siquiera el doble bogey que cometió en el par 4 del hoyo 18, en la mitad de su recorrido. "Me pareció un doble bogey tonto, pero me propuse superarlo y seguir jugando a partir de ese error", dijo. Esa determinación lo mueve a conquistar otro gran título y acechar el reinado del norirlandés Rory McIlroy, que quería sumarse a la pelea en el US Open.
La máxima preocupación de Spieth, hoy, se produjo cuando vio desplomarse en el green a Jason Day, compañero de grupo, cuando ambos terminaban el giro en el hoyo 9. El australiano recibió atención médica de inmediato y luego completó su vuelta con un bogey. "Sentí un mareo", explicó Day (-2 total), que se retiró al Club House acompañado de los médicos para un chequeo.
La contracara de Spieth es Tiger, que lejos de restablecer su juego, lo empeora. Antes del US Open le preguntaron qué le hacía pensar que podía ganar en Chambers Bay, y él respondió: "Tengo tres de estos". A lo único que se aferra hoy Woods es a la nostalgia, porque este proceso de recuperación de su swing, de la mano de su asistente Chris Como, solo surte un efecto negativo.
El ex N° 1 y ahora 195° en el ranking mundial se despidió con vueltas de 80 (+10) y 76 (+6); un acumulado de 156 (+16) que lo depositó en el penúltimo lugar, sólo delante de Darren Clarke. En el Memorial, su último torneo, había firmado su peor score en el PGA Tour: 85 (+13).
En cambio, fue un día de sonrisas para Andrés Romero, que llegó al segundo Grand Slam del año a través de una clasificación regional. El Pigu jugó tan sólido como el jueves, con la diferencia de que esta vez firmó una tarjeta bajo el par. Los 69 golpes de hoy (-1) lo ubican en el par total del campo y entre los 20 primeros, con lo que pasó el corte clasificatorio con mucha comodidad.
El tucumano atravesaba hasta aquí uno de los peores momentos en sus ocho años en el PGA Tour, ya que no pasó el corte en 12 de los 17 certámenes de la temporada y su mejor resultado fue un 24° puesto en el Valspar Championship. Su deficiente rendimiento requería ajustes técnicos urgentes y el Pigu encontró en mayo pasado la ayuda de Rubén Llanes: "Estamos trabajando en la estrategia y en las decisiones dentro del campo. También, la manera en que rota la cadera y los hombros", apuntó el instructor.
Angel Cabrera, que comenzó en el par total, había arrancado con un doble bogey y después luchaba para quedar dentro del corte, que llegaba a moverse a +4. El Pato jugaba con Phil Mickelson, que persigue su primer US Open luego de obtener seis segundos puestos en esta cita.
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