James Bond jugará el Mundial
James Bond, el espía más rentable del cine, enamora a las chicas KGB. Sean Connery a Tatiana Romanova en "De Rusia con amor". Roger Moore a Anna Amassova en "La espía que me amó". Y Pierce Brosnan a Natalia Simonova en "GoldenEye". Pero sus villanos eternos suelen ser generales y agentes rusos. El 007 de los servicios de inteligencia británicos (MI6) combate en medio de chicas Bond, Martini Dry, coches de lujo, poker, Paul McCartney y hasta mujaidines que hablan inglés de Cambridge. El último Bond de Daniel Craig es en cambio más oscuro. Abusa de su "licencia para matar". Sería hoy perfecto para la historia de espías envenenados y amenazas de boicot británico al Mundial de Rusia. Pero tendría un problema. Si bien el escritor Ian Fleming lo describe acaso más cercano a deportes como el cricket o el rugby, su James Bond residía en Chelsea. Y el club homónimo, campeón vigente de la Premier, que sería su equipo más probable, hace ya tiempo que pertenece a un magnate ruso.
Algo parecido podría sucederle a Boris Johnson. El ministro de Exteriores lideró primero el Brexit. Ahora amaga con sacar a la selección inglesa del Mundial. "Un absurdo" agarrarse del fútbol, escribió Barney Ronan en The Guardian, "cuando el dinero y la influencia de Rusia están completamente ligados a nuestra economía, sistema legal y política" y la riqueza rusa "se consume ávidamente por la gran lavandería global que es el mercado inmobiliario de Londres". Johnson admitió que jugó tenis con la viuda de un ex ministro de Vladimir Putin en retorno por una donación. The Sunday Times reportó que oligarcas rusos donaron 826.000 libras (1.200.000 dólares) al Partido Conservador desde la asunción de Theresa May en 2016. Las donaciones rusas a los Tories superan los 3 millones de libras desde que son gobierno (2010). Lo recordó en el Parlamento el líder laborista opositor Jeremy Corbyn. Lo abuchearon y lo tachan de traidor a la patria. Hasta la BBC fue acusada de haber ridiculizado a Corbyn haciéndole fotoshop para que su sombrero pareciera el de Lenin.
Gran Bretaña, en realidad, amenaza con boicotear el Mundial desde que la FIFA se lo dio a Rusia. Fue en la polémica doble votación de 2010 que también aprobó la insólita sede de Qatar 2022. El envenenamiento del 4 de marzo en Inglaterra del ex espía ruso Sergei Skripal, topo británico, y el asesinato de otro desertor ruso que fue socio de Boris Berezovsky (partícipe en el arribo de Carlitos Tevez a la Premier) agravan hoy todo. No importa si Gran Bretaña no presenta evidencias ni respeta protocolos, como pide Corbyn. Ahí están, como muestra, otras muertes misteriosas, Ucrania, Siria y las elecciones que coronaron a Donald Trump. "Los rusos son extremadamente útiles porque pueden ser acusados de cualquier cosa. ¿Pierdes una elección? Culpa a Rusia. ¿Quieres ganar una elección? Un ruso con una cuenta de Twitter –ironizan en Moscú– convencerá a toda una nación para que te vote". ¿Acaso Rusia se beneficia asesinando a un ex espía en otro país una semana antes de su propia votación y a menos de tres meses del Mundial? Un 76 por ciento de los rusos reeligió el domingo pasado a Vladimir Putin, ex agente KGB, presidente ideal para nacionalismos y Guerra Fría siglo 21.
"Boicotear el Mundial –dijo una fuente del gobierno inglés al diario Independent– está entre las opciones". Hay que sumar a otras selecciones. No ir a jugar a un país "gangster", como dijo uno de los proyectos parlamentarios. No importan Harry Kane, el reglamento FIFA que podría sancionar a Inglaterra prohibiéndole jugar el Mundial 2022 y tampoco la aspiración inglesa de ser sede del Mundial 2030. Rusia –anticipan los británicos– será el Mundial más politizado de la historia. Entre los reclamos de boicot, sobresalió, por su candidez, el laborista Stephen Kinnock pidiéndole a May que solicite a la FIFA el aplazamiento del Mundial para 2019. Inglaterra ya anunció que, como primera medida, no viajará a Rusia el príncipe William, presidente de la Federación de fútbol (FA). Una decisión conveniente, como ironizó un diario inglés, si advertimos que al día siguiente de que termine el Mundial, se cumplirán cien años del fusilamiento del zar Nicolás II, su esposa la zarina Alejandra y sus cinco hijos, ejecutados por los bolcheviques.
"El bolchevismo había sido bautizado con sangre… Sus líderes eran criminales y asesinos", decía Sidney Reilly, agente británico fusilado, anticomunista acérrimo que quiso matar a Lenin y que, según cuentan, inspiró a Fleming para su 007. John Le Carré, también ex agente y acaso el mejor novelista del género, publicó en 2017 "Legado de Espías". "Están todos enfermos. Ustedes, espías, no son la cura, son la jodida enfermedad", dice uno de los personajes. Otro admite haber hecho "cosas malas porque no puedes permitirte ser menos malo que tus enemigos". The New York Times recuerda que Le Carré siempre describe igual de malos a los espías del Este y Oeste. El diario le recuerda que, además de Fleming y él, también están Graham Greene, Somerset Maugham y otros escritores célebres y le pregunta por qué tanta fascinación inglesa por el espionaje. "Porque la hipocresía –responde Le Carré– es nuestro deporte nacional".
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