El nombre del día. José Pekerman y Jurgen Klinsmann viajaron juntos... hasta acá
Juan Pablo Varsky Para LA NACION
MUNICH.- Sólo uno seguirá camino a Dortmund, parada imprescindible para volver a Berlín en la final. El otro deberá emprender el siempre doloroso regreso a casa. El duelo ya estaba armado desde el sorteo de Leipzig. Si la Argentina y Alemania ganaban sus respectivos grupos, debían encontrarse en cuartos de final. Y aquí están, preparados para un partido que, si consideramos el nivel de ambos equipos, llega por lo menos una instancia antes. Hasta acá, han sido las dos mejores selecciones del Mundial. Es como si, por ejemplo, Nalbandian y Federer se cruzaran en octavos de Wimbledon y no en la semi...
Cuando todo haya terminado, Jurgen Klinsmann y José Pekerman se saludarán cortésmente. El ganador se pondrá en el lugar del perdedor y le estrechará la mano en señal de respeto. En ese momento, ninguno de los dos pensará en cuán parecidos fueron sus ciclos (y sus vidas) hasta el partido que los bifurcó para siempre en el Mundial. Asumieron sus respectivos cargos en la misma época: agosto de 2004. Enseguida se les marcó la falta de experiencia. Ninguno de los dos había dirigido en primera. Ambos decidieron desmontar los modelos vigentes en sus países.
Klinsmann se propuso darle otra identidad a un equipo que reducía su juego a tirarle pelotazos al grandote de turno. Convocó a delanteros ágiles y dinámicos, capaces de desmarcarse y preparar jugadas para sus compañeros. Decidió marcar en zona y con cuatro defensores, enterrando al líbero, al stopper y a los carrileros. Incluyó en el medio campo a hombres que no sólo saben marcar, sino que también pueden pasar bien la pelota y se animan a terminar las jugadas en ataque. En 2002, el volante central era Jeremies, un raspador profesional que a veces se la daba a un compañero. Hoy juega Frings, un tipo que acierta el 90% de los pases y que, cuando no le queda otra, también te raspa
La apuesta de Pekerman fue aún más arriesgada. Antes de su llegada, Bielsa había encarado en el primer semestre del año olímpico la tan pedida renovación post-Corea-Japón. Su segunda obra (más personal sin tanta herencia del ciclo Passarella) tuvo éxito en Atenas y en la eliminatoria. José decidió confirmar el bloque defensivo (Abbondanzieri, Ayala, Heinze, Sorín, Mascherano), pero modificó drásticamente la manera de jugar en ataque.
La ausencia de los extremos y, sobre todo, la convocatoria de Riquelme significaron una búsqueda propia, en franca ruptura con el ciclo anterior. Saviola, Cambiasso y Maxi Rodríguez, formados en su escuela, tuvieron un mayor protagonismo. Otros, como Rosales, D Alessandro y Delgado, se perdieron en el cambio.
Los dos seleccionadores tuvieron muchas dificultades en el camino al Mundial. Si bien se habían fijado como objetivo llegar a la Copa con la mejor versión del equipo, los amistosos del año previo expusieron carencias y falencias. Cuestionados por la opinión pública y por el periodismo, debieron ser respaldados por sus respectivos dirigentes.
Ambos fueron acusados de falta de carácter. A Klinsmann se le echó en cara haber viajado a California después de una derrota amistosa. A Pekerman se le criticó no haber viajado a Leipzig para asistir al sorteo de la competición. El DT de Alemania se animó a dejar fuera del equipo titular al arquero Oliver Kahn, una decisión impopular. Confirmó en el puesto al tranquilo Lehmann. El entrenador argentino también se atrevió a ir en contra del soberano en la elección de su número uno. Confirmó en ese lugar al tranquilo Abbondanzieri.
También coinciden en formar verdaderos grupos de trabajo y no tienen problemas en conceder espacio a sus ayudantes. Ni Joachim Löw ni Hugo Tocalli son figuras decorativas, y declaran con peso propio. Se han rodeado de especialistas para explotar el aspecto psicológico del futbolista. Para motivaciones y estímulos, ambos recurren a correos electrónicos, láminas, algunos DVD y charlas permanentes.
En Alemania 2006, sus equipos derribaron las peores predicciones domésticas con momentos de excelente juego. Vencieron y convencieron. Una eventual derrota no debería anular todo el trabajo realizado. En ninguno de los dos casos. Pero sólo uno tendrá chances de volver a Berlín. Así es el Mundial, tan cruel y tan maravilloso al mismo tiempo
- Cortados por la misma tijera
Asumieron el mismo mes, recibieron críticas similares y cambiaron estilos: Pekerman y Klinsmann como dos espejos.