Juegos Olímpicos de Invierno: el argentino que quiere competir en los cinco anillos de Skeleton
Noche cerrada en Mar del Plata, ya todos los atletas terminaron los entrenamientos y se fueron de la pista. Apenas uno pide permiso para que dejen la puerta sin llave un rato más. Toma –por décima vez– una especie de carrito a rulemanes, lo alinea en la recta principal, corre como un demonio y se lanza de pecho sobre el carro, su mentón queda a 3 centímetros del suelo y se desliza sobre la pista, solo y de noche. Se llama Jorge Caracassis y tiene la tercera mejor marca argentina de todos los tiempos en 60 metros, todos lo conocen. Asimismo todos saben que el deseo de ser atleta olímpico mueve su vida. Lo que aún no sabe nadie es que para eso abandonó el atletismo, (el deporte que practicó desde los 15 años), que para eso se pasa todas las noches tirándose sobre ese "carrito a rulemanes", que por ese sueño Jorge hizo el mayor cambio en su vida. Para ser olímpico este año se lanzó, literalmente, a más de 120 km/h y con el mentón a tres centímetros del suelo. Caracassis intentará estar en la competencia de los cinco anillos en skeleton, una de las pruebas más arriesgadas y veloces de los deportes de invierno. ¿Cómo gastó todos sus ahorros y hasta vendió su auto para cruzar el continente? ¿De qué se trata ese deporte impracticable en su Mar del Plata natal, incluso en todo el hemisferio sur? Y qué tan fuerte, lejos y rápido te puede llevar un sueño, lo sabremos en esta historia que desafía todas los límites mentales.
"Cuando Jorge me contó que estaba interesado me dio mucho miedo", confiesa Noelia Madarieta, esposa de Caracassis, que agrega: "No estuve a favor, me parecía muy peligroso". Noelia también sabe de deporte y velocidad, es garrochista, ha participado de mundiales y está becada en la Universidad de Fresno, California, como atleta y estudiante de nutrición. "Igualmente a Jorge cuando se le pone algo en la cabeza no hay forma de pararlo", se resigna ante su pareja desde hace 8 años. Jorge también le fue demostrando que no es tan peligroso, "ahora me encanta que lo haga y lo apoyo en su sueño", asume su esposa y destaca "más allá de su velocidad y potencia, la mayor virtud que posee a nivel mental es la consistencia, cuando quiere algo no para hasta lograrlo".
¿Pero qué es el eskeletón? Es un deporte de invierno que se practica, en forma individual, sobre un trineo de entre 80 y 120 cm de largo. El atleta corre impulsando el trineo a lo largo de 50 metros (casi la misma distancia en la que Caracassis fue uno de los mejores argentinos de la historia). Al final del empuje el deportista se lanza de cabeza como a la pileta, y cae de pecho sobre el trineo, que es de acero y pesa, como máximo 43 kilos. Ahora empieza lo divertido. Se desliza sobre un tobogán cubierto de hielo de un kilómetro y pico de largo a más de 100 km/h, repleto de curvas y contracurvas, y sin ningún timón o control de la dirección más que el peso de su cuerpo y su habilidad para tumbarse hacía un lado y otro al ras del piso.
Suena muy divertido; hasta que se dobla mal en una curva y se paga en la siguiente: con un golpe contra la pared, el techo o el piso. Es que algunos sectores de la pista tienen hasta techo para que atleta y trineo no salgan despedidos con rumbo incierto. La cuestión es, a pesar de los golpes, nunca soltar el trineo y volver a acomodarse como sea, porque la siguiente curva viene a 100 km/h.
"Me preocupa un poco, es bastante más riesgoso que los 60 metros llanos", se sincera Pablo Caracassis, el padre de Jorge. "Pero desde chico siempre le gustaron los deportes y el riesgo. Desde saltar las pelopinchos de lado a lado a ir a la playa, poner 12 sillas y saltarlas todas mientras la gente le aplaudía" cuenta como su hijo nació explosivo y veloz. "Si cuando jugaba al futbol, el técnico les decía tiren la pelota delante de Jorge que él la alcanza; siempre se llevó el mundo por delante". Será que es su padre, o que lo conoce desde que nació, pero no duda: "lo que tiene en la cabeza lo va a terminar logrando, me lo imagino en un Juego Olímpico".
El nombre de skeleton viene de los primeros trineos, a finales del 1800, que se parecían a un esqueleto. El deporte nació en Saint Moritz, Suiza, y es de los tres deportes olímpicos de trineo (junto con el bobsleigh y el luge), el más viejo. Pasó más de un siglo, el skeleton nunca se practicó en el hemisferio sur, ya que no hay pistas; mucho menos en Mar del Plata, donde nació Caracassis, pero aún así, allí se gestó un sueño, que se acuesta todas la noches pensando en la próxima cita olímpica de invierno, Beijing 2022. Nació en Suiza en siglo XIX, y ahora hay un marplatense que quiere llegar a China, como se achicó el mundo en el siglo XXI.
"Muchas veces en la vida nos perdemos cosas porque no sabemos nuestro verdadero potencial. Estoy en contra del ¿qué pasaría si?, la vida es una sola". Jorge Caracassis, de 24 años, demuestra que no se queda en palabras. Vendió su auto para comprarse el trineo (vale unos 400.000 pesos), todo lo que pudo de su sueldo lo dedicó al resto de equipo, "el casco me costó tres meses de sueldo" (salió cerca de 27.000 pesos y tiene una protección especial en la pera para que al darle a 100 km/h no deje la mandíbula en el hielo), en el traje se le fueron unos 31.000 pesos. "Hay gente, como desde Authogar, que me ayudan", agradece Jorge. "Pero igual se me fueron todos los ahorros", reconoce.
"Mi mamá, Sandra Alfonso, falleció de cáncer cuando yo tenía 9 años. Ella tiene los récords marplatenses de 800 y 1500, desde ahí que quiero ser atleta, que me gusta ir rápido", explica Jorge mientras cuenta cómo vive rápido. Su rutina marplatense es: cursar, entrenarse, trabajar y estudiar y entrenarse. Así todos los días, para poder ser atleta, recibirse de profesor de educación física y pagarse su sueño. Aunque la chispa inicial, la que prendió el fuego del trineo sobre el hielo, la dio la PlayStation.
"Desde chico jugaba en la play con mis primos a los juegos olímpicos de invierno y siempre me interesó mucho el skeleton, me volvía loco", recuerda Jorge. De ahí a seguir los Juegos Olímpicos de Invierno por la tele, hasta desembarcar en Europa como velocista. A principios de 2018 Jorge hizo una gira europea de 16 carreras de 60 metros indoor. Allá se aprovecha el invierno para realizar esa competencia bajo techo. Pero Caracassis ya tenía otro invierno en mente. Aprovechó su paso por el hemisferio norte y buscó todos los contactos que pudo, incluso se relacionó con Ander Mirambell, un atleta español que había buscado el mismo camino, de los 60 metros al skeleton y ya va por su cuarto juego olímpico. Volvió a La Feliz con el bolso lleno, no de alfajores, sino de ilusiones.
"Entrenar skeleton es más duro que el atletismo", fue de lo primero que descubrió Jorge. "Hago más sesiones de entrenamiento que antes". Aunque es solo cuestión de estirar un poco más el día: "Quiero agradecer a la federación marplatense y al Ender por poder usar el carro en la pista y prestarme las instalaciones de noche", aclara.
"Cuando corría 60 o 100 metros no había mucho para pensar, acá hay mil cosas para mejorar", explica Jorge. "No es solo tirarse, hay que coordinar tu cuerpo a 120km/h con la fuerza de hasta cinco G explotando en tu cabeza. Las primeras curvas es como pasar un power point lento, pero después de la tercera o cuarta es como mantener el dedo apretado en avanzar y las imágenes van una tras otras, pa, pa, pa, vez solo imágenes, y a ese ritmo tenés que ir tomando las decisiones. En ese minuto casi ni respirás". Las decisiones a veces no son las correctas, cuando se lanzó en la pista más rápida del mundo, por ejemplo, se golpeó tres veces contra el techo (y perdió la cuenta de cuantas contra las paredes). "Pero bueno... es parte del deporte, ¿no?", justifica Caracassis. Parece que al menos este deporte es así.
"A veces por agarrar la curva muy fuerte podés llegar a volcar, me pasó el otro día, arrastré 20 metros pero por suerte la pude volver a acomodar", asegura Jorge, que, a pesar de los golpes, ve el vaso medio lleno. "Es como caerte en la calle con la moto a más de 100 kilómetros, pero acá lo importante es no soltar el trineo y volver acomodarse como sea". Y así se va acomodando, o al menos acostumbrando a los hematomas. "Pero ningún golpe me asusta, yo elegí correr estos riesgos y cada vez que me caigo me vuelvo a levantar".
¿Cómo será el futuro? "Jorge hizo la escuela de manejo en Calgary y luego en Wisler, ambos en Canadá, y luego compitió en la America Cup en enero con un buen resultado", detalla Germán Glessner, presidente de la Federación Argentina de Deportes de Invierno desde el 2015. "Es recontra prematuro hacer pronósticos con él, recién fue a su primera carrera. Lo que no quita que tengamos las expectativas puestas, porque es un pibe con mucha velocidad, mucha garra y una gran voluntad de aprendizaje", analiza Glessner, con cautela. "No veo porque no pueda ser olímpico, ahora también, pueden pasar mil cosas en el medio para que no lo sea. La experiencia necesaria para un camino olímpico requiere, mínimo, unos mil descensos". ¿Cuántos lleva Jorge? Menos de 20. Pero por otro lado hace 20 años que viene pensando lo mismo.
"Mi mayor sueño es estar en un Juego Olímpico, a eso le dediqué toda la vida. El año que viene me voy a vivir a EE.UU. solo para cumplirlo, dejo todo por eso". Allá están las pistas, también su esposa, y también su sueño. Atrás quedará su familia, sus amigos y su Mar del Plata con su lobo marino duplicado. Este es recién el comienzo de la historia. Quizás, en el 2022, desde la capital China, se leerá el final.
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