Pamplona : tres medallas doradas y cuatro de bronce. La intimidad de una campeona. Andrea González, el triunfo de la humildad
A los 18 años se fue a Mar del Plata y dejó a su familia por el patín carrera
Es perseverante, capaz, sacrificada y orgullosa. Pero tiene ese orgullo que le hace bien al deporte: el amor propio. Estas cualidades la llevaron a ser la mujer récord del patín carrera nacional. Andrea González, a los 21 años, cruzó las fronteras del anonimato y de su José C. Paz natal para deslumbrar en el último mundial, en Pamplona.
Su velocidad sobre la pista no puede medirse en kilómetros por hora, sino en medallas: tres doradas (en 300 metros contrarreloj ruta y pista, y en 1500m ruta) y cuatro de bronce (en 500 sprint ruta y pista; 1500m pista, y la media maratón).
Pero hoy, más que los números -siempre sujetos a la dictadura de los resultados-, valen los afectos. Apenas llegada a su casa de José C. Paz, el teléfono no dejaba de sonar. Eran algunos de sus amigos, siempre ansiosos por saludar a la victoriosa morocha de 1,60m.
Una historia de vida
A los 7 años, con las manos apoyadas en la pared y un solo patín rodando sobre las ajadas veredas de su barrio, Andrea dio sus primeros pasos en un deporte que empezaba a tratarla a los porrazos.
Su madre proviene de Corrientes. A Andrea le da vergüenza pronunciar su nombre: "se llama Lorenza, pero a mí no me gusta", dice tímidamente. Pero ese pudor desaparece cuando comenta: "A mamá le encanta que yo ruede, es feliz siguiéndome en las carreras, y me alienta todo el tiempo".
Celia, su hermana menor, la acompaña en un diálogo, mate de por medio. "Con Celia, Carina y Leonardo -sus otros hermanos- me llevo bien", aunque reconoce que se pelean "como lo hacen todos los hermanos".
El otro miembro de su familia no está en casa. Se trata de León, su padre, al que define como "un hombre serio". Pero enseguida se le ilumina la mirada cuando confiesa: "A papá le gusta que gane, me da un beso y me dice, a ganar... Pero es difícil, y no siempre se puede". Esto último lo dice con pudor, como quien se excusa de no poder lograr siempre lo deseado.
Una historia de amor
En 1995, Andrea viajó a Pamplona para disputar un torneo. Allí, Guillermo McCargo (ex patinador) le propuso que fuese con él a entrenarse en Mar del Plata. "Es que tenía condiciones y esa proposición me interesó bastante. ¿Cómo no iba a aceptar el desafío?", comentó.
A los 18 años comenzaba otra carrera, paralela a la deportiva, la de la vida lejos de sus padres. Una beca de 400 pesos de la Secretaría de Deportes y la ayuda del Club Italiano de José C. Paz -250 pesos- son sus únicos ingresos. Escasos para un deporte que exige una inversión de 100 dólares quincenales, sólo en reponer las gastadas ruedas de los patines.
Sus padres apoyaron su decisión. Al fin en la capital del patín carrera, Andrea conoció a Javier (hermano de Guillermo) y comenzaron su noviazgo. "Javier me hizo las cosas más fáciles. Me cuida y aconseja", cuenta sin desdeñar elogios. Pero además es su tester. "Me entreno con él y con Martín Escobar (recordman mundial en la maratón) porque los hombres son más rápidos y así me exijo más." El tesón que debe tener una campeona la ayudó a sobrellevar las frustraciones. Por ejemplo, en el mundial del año último, en Mar del Plata, cuando era la favorita y no pudo ratificarlo. "Estaba muy ansiosa y todo me salió mal..."
El desquite lo tuvo ahora, en Pamplona. Pero ya piensa en el futuro. En abril del año próximo alistará sus valijas y, junto con Javier, partirá hacia Italia, donde ambos continuarán su carrera deportiva. Sin embargo, a pesar del alentador porvenir en el exterior, no quiere descuidar la competencia local: "En febrero comienzan los campeonatos nacionales y tengo que estar preparada, por eso, a pesar del cansancio que me produjo el mundial, debo seguir entrenándome", afirma la mujer récord, en medallas y títulos, pero sobre todo una supercampeona en humildad y esfuerzo.