La psicología, aliada de Juan Martín del Potro para recuperar el impulso
Golpeado por temas personales, se aferró a esa ciencia, algo a lo que había sido reacio en su carrera
Históricamente, Juan Martín del Potro esquivó la psicología. En los peores momentos anímicos provocados, generalmente, por los ingresos en el quirófano de la clínica Mayo de Rochester y las cirugías de muñeca, el tenista nacido en Tandil prefirió recluirse en el respaldo de su familia, en el apoyo de sus amigos de la infancia y en los consejos de su equipo –durante casi ocho años, formado por el entrenador Franco Davin y el preparador físico Martiniano Orazi–. Apenas escuchó un tiempo, luego de la operación en la mano derecha (2010), a Pablo Pécora, un profesional con mucha experiencia que trabajó, entre otros, con Gastón Gaudio y Fabio Fognini. En 2012, también le contó algunos de sus pensamientos al licenciado Juan José Grande, el hombre que, por ejemplo, lo ayudó a Leonardo Mayer a salir del agobio que representaba para él vivir en el caos de la Ciudad de Buenos Aires, muy lejos de su Corrientes natal. Pero no mucho más. Del Potro renegaba de esa ciencia. Pero diversos obstáculos personales lo estaban afectando mucho y decidió, convencido, sumar a un profesional.
Así fue como el actual número 6 del ranking volvió a elegir, muchos años después del primer contacto, a Grande. Del Potro y Mayer son buenos amigos, se conocen desde chicos y eso acercó al psicólogo del Yacaré al grupo del tandilense, en el que Sebastián Prieto es el entrenador desde septiembre pasado. Grande domina el idioma de la alta competencia, ya que navegó y corrió regatas, trabajó con la primera de rugby de CUBA y con el seleccionado uruguayo de ese deporte, Los Teros. Recibió el llamado de Del Potro y viajó a los Estados Unidos, para estar junto con el tenista en el torneo de Delray Beach: el tandilense, afectado emocionalmente, se marchó en la segunda rueda.
El vínculo entre Del Potro y Grande se prolongó. Y cuando el ex número 4 del mundo conquistó el título en el torneo posterior, en Acapulco, le dedicó el triunfo a su equipo, entre los que se encontraba el psicólogo, un hombre discreto y de bajo perfil, de pocas declaraciones en los medios periodísticos. Después del éxito en México, Grande siguió viajando con el grupo y, durante la última semana en Indian Wells, se lo vio siguiendo, muy encendido y desde la tribuna, cada partido de Del Potro. En el único match que no estuvo a la vista de todos fue, precisamente, cuando Del Potro se tuvo que enfrentar con Leo Mayer, por los octavos de final (el psicólogo se ubicó en un palco de la parte alta del estadio, donde ninguno de sus dos tenistas lo pudieran observar).
"Un partido de tenis es una pulseada anímica. Y eso no es algo simpático. Cuando el otro se equivoca, el tenista grita con mucho fervor un «¡Vamos!» y debe mostrar cierto placer por la equivocación ajena. Nadal eso lo hace muy bien. Por eso el tenis, emocionalmente, no es para cualquiera", comentó, hace un tiempo, Grande. Y añadió otro concepto relacionado al arte de las raquetas: "Cada vez que hay una derrota, el trabajo mental está en que uno no se autoconvenza de que no es bueno para eso".
Grande fue, junto con el entrenador Leonardo Alonso, uno de los pilares en la carrera de Mayer durante la temporada 2016, cuando el correntino tuvo muchas responsabilidades durante la campaña argentina en la Copa Davis que terminaría de la mejor manera: con el título. Grande acompañó al exterior a Mayer, un jugador muy emocional, en cada momento. Lo ayudó a serenarse, a conseguir el equilibrio en medio de la tormenta y a sacar lo mejor de sus posibilidades. Del Potro, pieza fundamental en aquella campaña de la Davis, vio cómo Grande trabajaba con uno de sus mejores amigos en el circuito. Tomó nota. Más maduro y con 29 años, no dudó en buscar nuevas alternativas cuando la vida le puso obstáculos. Y le dio resultados.
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