La valla que debe saltar Ledesma para ser Súper Mario
La búsqueda laboral que hacía la Unión Argentina de Rugby no tenía muchos candidatos. Se pensó en algún extranjero, como ya lo hubo a fines de los noventas con el neozelandés Alex Wyllie. Pero Mario Ledesma llenaba el formulario. Puma de Bronce, una carrera impecable como rugbier amateur y profesional, una trayectoria ascendente como entrenador en el exterior, un obseso del trabajo. Buenos resultados en Jaguares. Y hasta hablar el mismo idioma –literalmente– que los jugadores. No había mucho por dudar para la dirigencia.
"Pasión y locura" es el lema del exhooker. Cumple al pie de la letra lo primero: se emocionaba con la ejecución del himno nacional antes de los partidos y se conmueve hoy hasta cerrársele la garganta al contar qué siente al asumir como preparador de los Pumas. Miente en lo segundo: es un cerebral conductor de grupos que habla de sensibilidad social con el mismo interés con que habla de táctica, de la realidad del rugby argentino y de contracción al trabajo.
Currículum tiene como pocos en el país. Hizo el máster de trabajar con grandes (Michael Cheika, Fabien Galthié) afuera y hace la fuga de cerebros a la inversa, importando conocimiento. Pero no se sube a ningún caballo. "Muchas veces a los entrenadores nos da miedo tener al lado gente competente, porque «uh, van a darse cuenta de que sabe más que yo». Me parece espectacular tener gente que sabe más que uno, y uno aprende todos los días. En algunas cosas, uno sabrá más que yo, y en otras sabré más yo que él", postula.
Físicamente es el prototipo del rugbier, corpulento, fornido, con aspecto de fiereza. Si habla es mucho más que un mero exrugbier. Hila ideas interesantes, observaciones agudas, buen léxico, amenidad. Hace un chiste público a un periodista conocido de hace años; habla de pedirle plata al recientemente contratado en Francia Nicolás Sánchez para poner un "parripollo". Pero cuando entrena, exige a fondo. "Lo que les pedimos a los jugadores es que los tipos estén obsesionados por mejorar como rugbiers, como profesionales de este deporte, y que cuando estudien lo hagan a fondo, que se interesen por cosas, que sean los mejores maridos, hermanos, padres, hijos que puedan ser", pretende.
Quiere, en definitiva, una vida integral para sus dirigidos. Quizás más integral que el estilo de juego que propugna, porque Ledesma es partidario de dos viejos adagios del rugby argentino. Uno, compartido con el básquetbol: "no descubro nada cuando digo que lo que hace ganar partidos es la defensa". Otro, exclusivo: "La habrán escuchado mil veces: los forwards ganan o pierden el partido, y los tres cuartos definen por cuánto", sostiene el ex... forward.
Habrá que ver en cuánto de eso coinciden los grandes seleccionados, como All Blacks y Wallabies, en los que los backs son tan decisivos como los delanteros, y a veces más. Daniel Hourcade impregnó al seleccionado de un costado ofensivo e integral del que venía careciendo por décadas. Es cierto que el antecesor de Ledesma debió irse antes de tiempo, pero también que el rugby de los Pumas se enriqueció notablemente, pese a que enfrentarse permanentemente con los mejores del planeta pasó a ser la norma. Como enseñó Manu Ginóbili en los últimos Juegos Olímpicos, no todo es corazón y entrega, sino que se gana con juego. Y en ese punto los tres cuartos tienen un papel central.
Ahí está un gran desafío de este Ledesma de primer mundo: crecer a partir de lo bueno que dejó Hourcade, sin retroceder pasos. Es la vara que debe saltar para ser Súper Mario.